Hasta el momento (quizá por no haberla solicitado) no se ha ofrecido, una explicación sobre las celebraciones conmemorativas del domingo pasado y la mezcla de las fechas de diferentes episodios de la historia nacional, para aprovechar una ocasión prerrevolucionaria, con dos momentos de conflicto frente a los Estados Unidos.
La ceremonia de “La marcha de la lealtad”, en la cual los cadetes del Colegio Militar la brindaron protección al presidente Madero, traicionado por Victoriano Huerta al mando del Ejército Federal (por mucho como haya colaborado la embajada americana), comenzó con el pase de lista a otros cadetes y otros personajes de la historia: los valientes mártires de 1847 y 1914.
En 1847 el enemigo no estaba dentro: estaba fuera. Fueron los años de la Guerra contra los Estados Unidos y la invasión yanqui a Veracruz (1914).
Ninguna de las dos tiene relación con la marcha de la lealtad (1913), valor este, por cierto, cuyo juramento es la piedra angular de los soldados mexicanos en cualquier grado. Notablemente las otras tienen relación con graves conflictos históricos con los Estados Unidos, con quienes ahora no estamos –ni estaremos–, en buenos términos.
Así pues el programa de la “Marcha de la lealtad”, parece haber sido hecho para enviar un mensaje los Estados Unidos.
Quizás eso signifique la pieza oratoria del señor general secretario de la Defensa, Ricardo Trevilla, quien ha dicho cosas interesantes.
Tras hacer un cuidadoso análisis de los antecedentes de la lealtad de los cadetes de Chapultepec y los defensores de Veracruz, a quienes se conmemora el 13 de septiembre en el “Altar a la patria”, el general Trevilla ahondó en el concepto de lealtad cuyo ejercicio –esto lo apunto yo–, ha sido garantía de estabilidad del cambiante sistema durante los gobiernos de la Revolución, la Post Revolución y ahora la Transformación.
“…la historia nos ha enseñado que la lealtad hacia la nación no solo atañe a los militares, se encuentra arraigada en cada mexicana y mexicano que aspira a heredar un país a las generaciones futuras.
“Por ello, hoy día la lealtad obliga a quienes la practican a ser íntegros, honestos, honorables y valientes, muy valientes; a cultivar un sentimiento de confianza mutua, de respeto, de unidad y de nacionalismo que promueva la cohesión social para alcanzar los objetivos nacionales.
“Este es el anhelo que une a las instituciones, a la sociedad, a cada mexicana y mexicano y que impulsa las Fuerzas Armadas a cumplir con determinación y firmeza nuestra misión más importante:
“Defender la integridad, independencia y soberanía de la nación, porque estamos conscientes que como lo ha señalado nuestra Comandanta Suprema, y es una visión compartida por la sociedad misma: Nuestra soberanía, ¡no es negociable!”
El mensaje de la lealtad, entonces, fue dirigido al exterior: no al interior porque el concepto soberanía guarda relación con el Estado frente al mundo, si así se quiere decir.
La lealtad es para alejarse de la traición. Y como no se puede defender a la patria en “su fulgor abstracto”, como decía JEP, se le debe practicar a través del apoyo al gobierno constitucional.
Así pues, ya lo sabe Trump.
Nuestras fuerzas armadas –representadas en el verbo del señor general RT–, no dudarán en defender la soberanía como ellos saben: con las armas, tal es su legítima misión
“En esta primera ceremonia de la Marcha de la Lealtad que preside usted, le expreso en nombre de todas y todos los integrantes de las Fuerzas Armadas que es un orgullo que sea nuestra Comandanta Suprema, no solo por ser la primer mujer en ocupar este cargo, sino por su valentía, sensatez y amplio nacionalismo.
“Comprendemos la trascendencia que vive nuestro país; por ello, las instituciones armadas ponemos a disposición de las y los mexicanos nuestra gran lealtad para contribuir en la seguridad y en el desarrollo nacional”.
Y concluyó con este emocionado mensaje:
“Marchemos con lealtad juntos hacia las mejores causas de México”.