Cuando hay un frente interno cohesionado, los amagos y amenazas del exterior externo dan márgenes bastante amplios para administrarlas políticamente. Pero cuando la cohesión interna se empieza a quebrar, cuidado, porque puede haber puntos de inflexión y desenlaces inesperados. Este domingo, como una llamada de atención, aparecieron rayones que no se habían visto en la coraza del presidente Andrés Manuel López Obrador, con tres episodios públicos a casi cuatro mil 800 kilómetros de distancia.
Uno fue la marcha de algunos cientos de personas en varias ciudades mexicanas en apoyo a las Fuerzas Armadas; el otro, una entrevista en el programa de la NBC “Meet The Press” con Bob Menéndez, presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, donde dibujó lo que pueden hacer en breve contra funcionarios del gobierno mexicano por su laxitud en el combate a los cárteles, y un editorial del internacionalista Fareed Zakaria, en “GPS”, su programa sobre temas internacionales en CNN, que es una referencia en el mundo. Desde distintos ángulos, criticaron al presidente por la manera como aborda el problema de la seguridad y su trato a criminales.
La marcha en la Ciudad de México y otras capitales del país no fue numerosa como otras manifestaciones paradigmáticas, pero no hay que verla en forma cuantitativa, sino cualitativa, al haber sido organizada para defender abiertamente a las Fuerzas Armadas, lo que no es común que suceda. El intento del presidente para descalificarla el viernes pasado y sugerir que detrás de ella se encontraba el crimen organizado, hoy parece como un esfuerzo preventivo para minimizar lo que está sucediendo dentro de la sociedad castrense.
Es cierto que en el pasado, particularmente en Michoacán y Tamaulipas, los cárteles de las drogas manipularon a la sociedad para realizar marchas, pero en contra de la presencia de las Fuerzas Armadas, y como presión para que el gobierno retirara su presencia. Las de este domingo, fueron totalmente lo contrario: fueron convocadas para pedir la libertad de cuatro soldados detenidos por la muerte de cinco jóvenes en Nuevo Laredo, argumentando que sólo cumplían con su deber.
Lejos de lastimar a las Fuerzas Armadas, los manifestantes cuestionaron al presidente por su política de donde es laxo con los cárteles y criminales, y duro con los militares, a quienes responsabilizó de la seguridad pública pero les ha ordenado no enfrentar delincuentes. Cuando se dan episodios como los de Nuevo Laredo, a falta de un quid pro quo con los asesinatos que cometen los criminales, la percepción es que el presidente los protege al prohibir que los combatan. Si esa no es la realidad, así parece.
Muy lejos de Paseo de la Reforma, en los estudios de la NBC en Washington, “Meet the Press”, el programa más longevo de la televisión estadounidense, el presentador Chuck Todd afirmó al iniciar la entrevista con el senador Menéndez que el gobierno mexicano había adoptado una táctica diferente a la de anteriores administraciones y estaba rechazando el apoyo de Estados Unidos. “El presidente López Obrador llegó con una política de besos, no balazos”, respondió Menéndez. “Eso no está funcionando nada bien. La realidad es que los cárteles controlan las comunidades fronterizas, no el gobierno”.
Esta línea de pensamiento está bastante extendida en Washington, y es a partir del control criminal en la frontera sur de Estados Unidos por lo que están llamando a la situación actual, como lo mencionó Menéndez, “una crisis de seguridad nacional”. El senador demócrata hizo eco de los llamados republicanos durante los últimos días al gobierno del presidente Joe Biden para que endurezca su posición ante López Obrador, ante lo que describió como “una dirección equivocada en materia de seguridad y democracia también”, que está siguiendo México con López Obrador.
El cliché presidencial para sintetizar su laxitud con criminales, se convirtió en un búmeran nacional e internacional. Las marchas a favor de las Fuerzas Armadas son la primera expresión pública de un malestar dentro del Ejército y la Marina por la forma como sus comandantes se comportan, o que quienes están detrás de la marcha no son los cárteles, sino la propia institución castrense. De ahí lo significativo de una de las consignas en la Ciudad de México, contra las organizaciones de derechos humanos que “sólo defienden criminales”, que es una línea de pensamiento extendida entre los generales y almirantes desde hace varios años.
En cualquier caso, se empieza a ver el quiebre que hay entre el Presidente y el sector castrense. Las motivaciones reales de quienes la convocaron pueden no conocerse, pero dejaron claro con sus consignas y demandas que no reflejaron la agenda de los criminales, que López Obrador sugirió harían. Por las declaraciones de los políticos en Washington o los despachos de los corresponsales de los medios de Estados Unidos, lo que está pasando en las Fuerzas Armadas aún no lo registran—ni lo aprovechan políticamente, porque cada vez se muestran más alarmados con lo que sucede en México.
México, señaló Menéndez, “es un peligro actual con el que tenemos que lidiar”. Pero a diferencia de los republicanos, no se sumó a los llamados militares injerencistas y propuso dos vías para enfrentarlo: pedir al gobierno mexicano que haga más por su seguridad, y en Estados Unidos, en lugar de estar pensando en declarar “terroristas” a los cárteles, presionar para que se detenga a los jefes de las organizaciones, golpear sus fuentes de financiamiento y, lo realmente novedoso, considerar retirarle las visas a los funcionarios mexicanos que no están combatiéndolos. Es decir, luchar contra la impunidad de los cárteles y contra quienes en el lópezobradorismo, los respaldan.
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