Iniciaron las precampañas y después vendrán las campañas políticas, el espacio informativo se saturará de mensajes contradictorios, superficiales, anecdóticos y alguno que otro realmente interesante y profundo. Bill Clinton, cuando resultó perdedor frente a Bush hizo un comentario mordaz y apropiado: “La gente americana ha hablado; nosotros apenas sabemos lo que ellos dijeron”. Este comentario debe ser tomado más en serio de lo que fue tomado, pues reveló cómo la actual maquinaria democrática puede tener problemas para escuchar. El marketing difícilmente se ocupa de la empatía. No es lo mismo simpatía que empatía. En política, en las campañas, sobre todo, lo que se requiere es saber escuchar, ponerse en el lugar del otro, tener la capacidad de sentir igual que el otro, de ver cuáles son sus emociones. Es una forma saludable de relacionarnos con las otras personas y establecer relaciones constructivas y enriquecedoras.
En este campo, es muy importante observar los tipos de personalidad psicológica de los candidatos, un candidato narcisista, podrá contar con muy buenos asesores de marketing, decir frases impactantes, pero difícilmente contará con la capacidad de escucha, el narcisista sólo se escucha a sí mismo. Por ejemplo, Trump, con una personalidad narcisista, despedía a todo aquel colaborador que pensara o actuara de manera distinta a la de él, incluyendo los graves asuntos de seguridad nacional y la diplomacia.
Un político con o sin formación académica, pero sin empatía, se limita a repetir lo que otros le dicen que tiene qué decir, por muy simpático que parezca a los demás. No capta el sentir del otro y sólo expresa o repite clichés. La empatía tiene que ver con la sinceridad, con prestar oídos sinceramente al que habla, no sólo en pedirle que reciba pasivamente la propaganda política. La empatía es diálogo profundo de razones y de emociones. Implica la capacidad de comprender los sentimientos, emociones e ideas de la otra persona; no sólo aquello que el otro es capaz de expresar verbalmente, sino también todo aquello que manifiesta con sus gestos, comportamientos y decisiones.
La empatía tiene que ver también con la historia de vida. Un político es empático cuando intenta mostrar las soluciones a un problema recordando que también ha pasado situaciones similares en el pasado. Por ejemplo, Joe Biden puede ser empático ante los efectos catastróficos de la pandemia y las cifras de muertos en Estados Unidos, porque él tuvo las pérdidas de su primera esposa, de su hija y, después, de su hijo. No así Trump que daba la impresión de que las muertes de sus compatriotas no le importaban, hablaba de cifras, no de personas.
En el centro del debate político estará necesariamente la pandemia, los muertos, los familiares muertos y enfermos, los abusos y los costos económicos del confinamiento, las emociones y el sentir del pueblo, la depresión y la angustia. Quien logre la mejor comunicación sobre este tema, de manera empática, será quien tome la delantera. No basta sólo la crítica al gobierno federal o estatal. Hará falta la escucha empática, que dé seguridad y certeza sobre la comprensión del fenómeno y sobre el reencauzamiento de las soluciones. Aquí se verá la sinceridad y viabilidad de una propuesta política, el quién es quién en la solución de la pandemia.
Las precampañas y campañas tendrán lugar en plena pandemia. ¿Bastará sólo la crítica a lo que han hecho los gobiernos estatal y federal para atenderla? ¿Quién será el más convincente?
Son muchos los asuntos que se contraponen: ¿Es el gobierno federal el responsable del descontrol o es el gobierno estatal por no asegurar eficazmente los confinamientos? ¿Es suficientemente criticar la falta de empatía de López Gatell, o se requiere escuchar más detenidamente a quienes sufren y padecen los efectos de la pandemia y del sistema burocrático mexicano, federal y estatal? ¿Quién ha sido negligente en la aportación de recursos y soluciones ante el incremento de defunciones y contagios? ¿Quién ha manejado mejor o peor la crisis económica y el empleo? ¿Quién entiende mejor el problema para aportar las soluciones que sean más seguras, aceptables y eficaces?
En este campo la diferenciación del discurso político es esencial, de otra forma se correrá el riesgo de salirse del mainstream del sentir del pueblo. ¿Quién podrá leer mejor la cultura popular sobre las soluciones de la pandemia? ¿Un hombre? ¿Una mujer? ¿Quién tendrá la empatía necesaria para construir un discurso creíble y aceptable? Kuri, Celia, Abigail, algún otro candidato? Es la oportunidad de los candidatos, pero también puede ser su tropiezo.
Hay momentos en que las estadísticas electorales pasan a segundo término, no importan los votos históricos que se hayan alcanzado como partido o como candidato en el pasado, lo importante es cómo logra comunicarse un candidato/a con los electores, en circunstancias excepcionales como la actual. La pandemia es la que empareja el piso y pone el techo del discurso político.
Este aspecto del discurso político es sólo un indicador, entre muchos otros, tales como la pobreza, la desigualdad, el empleo, la movilidad, los objetivos sociales de las diversas políticas públicas que se propongan. Estos serán los criterios de análisis para el ciudadano, no quiénes tienen más o menos presencia en las redes sociales o quién otorgas más “entregables” a los electores. La empatía será la que establezca la diferencia.