El dictado moral imperante desde el Palacio Nacional — o mejor dicho, su transgresión–, convierte hasta una simple boda guatemalteca (el París de Mesoamérica), en un riesgo político y hasta laboral, como acaba de experimentarlo con una cierta amargura disfrazada de altiva dignidad, doña Paola Félix, la ex secretaria de Turismo del Gobierno de la Ciudad.
Su pecado de imprudencia (dejémoslo en imprudencia nada más), fue irse del país cuando en la materia de su responsabilidad se celebraba el más importante espectáculo turístico de la capital, con todo y la consagración del “Checo” Pérez.
Y si eso no fuera suficiente error, viajar a bordo del avión de un empresario editorial, cada vez más incómodo para el hombre cuya rectitud moral, ética y axiológica, ha condenado de una vez y para siempre, los lujos, el boato, el aspiracionismo conservador, clasista, racista, neoliberal, clasemediero y hasta las tendencias al “hamburguesamiento” fifí.
Pero si a eso se le agrega el triunfo de la ironía monetaria las cosas van de la seriedad a la carcajada, porque mire usted, no me va a decir si esto no es para un sainete. Resulta hasta jocoso.
El responsable de la Inteligencia Financiera del país, una de cuyas funciones primordiales consiste en detectar y castigar (además de prevenir) las operaciones cercanas al delito o abiertamente delictuosas, con oscuros recursos financieros, se va a casar a Guatemala por motivos solamente importantes para él y su ahora cónyuge, pero a algunos de sus invitados los detienen en el aeropuerto y les confiscan 35 mil dólares (cifra bastante mediocre, por cierto) porque no hicieron la declaración correspondiente, lo cual los ubica, automáticamente, en el campo de la sospecha. ¿De quien? De las autoridades de la inteligencia financiera guatemalteca.
Como diría Mario Moreno: “Óigame, no hay que ser…”
Pero mientras el comal le dice a la olla, uno debe recordar cómo en estos tiempos de austeridad exacerbada (dicen) las bodas, enlaces, uniones y banquetes nupciales, se han convertido en un peligro.
No podemos olvidar cómo, por una fiesta “so-ña-da”, César Yáñez, un fidelísimo devoto del señor presidente; su acompañante por años y años, su seguidor, su escudero, su hombre de medios de tiempo completo, fue defenestrado de la gracia pública (aun cuando conserve un cargo de membrete), como consecuencia de un sarao poblano por todo lo alto, cuya grandiosa escenografía floral y sus detalles ostentosos, merecieron atención de la principal revista “del corazón”, en cuyas páginas, (vaya osadía editorial), apareció fotografiado el señor presidente con su señora esposa, lo cual resultaba un notable oxímoron al principio del gobierno.
¿Andrés Manuel en el ¡Hola!, como si fuera Mario Vargas Llosa…?
Pero otras bodas además de esta han representado peligro. Sólo revisemos aquella fotografía de Peña, Romero Deschamps, Medina Mora, Del Mazo, Rosario Robles, Raúl Salinas de Gortari y algunos más en la boda de la hija del recluso, Juan Collado.
De aquella gráfica sólo queda la secuela trágica.
Hoy la señora Félix debe buscar nuevos cobijos políticos.
Fue diputada por el partido Verde y estrella (estrellita) de TV Azteca. Con presteza y habilidad poco escrupulosa, brincó al palio de Morena.
Seguramente –como en el corazón de todo el gabinete de la señora Sheinbaum–, en su pecho se alimentaba una flamita por el futuro político de esta dama cuya labor en la regencia de la ciudad de México puede llevar la cuota genérica al Palacio Nacional y a ella (los sueños, sueños son), al despacho de Torruco.
Pues ¡lástima, Margarito!
C.U.
¿Si la Universidad Nacional Autónoma de México se ha derechizado, cómo se explican la cesión y el uso de un gigantesco espacio en el estacionamiento del estadio Olímpico para la entrega de las tarjetas de los adultos mayores pensionados por el más populista de los programas clientelares a cargo de la Secretaría del Bienestar o la aplicación de vacunas?