Con grandes filas, nervios, ilusión, paciencia y llanto inició la vacunación contra COVID-19 para los menores de 5 a 11 años en el Estadio Corregidora.
Desde las cinco y media de la mañana empezaron a formarse los menores de edad en compañía de sus padres para recibir su primera dosis de la vacuna Pfizer, en lo que quizá haya sido la mayor convocatoria desde que se inició con el proceso de vacunación en la pandemia, justo en la quinta ola y a casi dos años y medio del primer caso registrado en el Querétaro.
El ingreso se dio a las 8 de la mañana y para las 8:30 la fila para ingresar a la zona sur daba una vuelta hasta la cabecera Norte, en una mañana en la que el sol calentaba con toda su fuerza a los pequeños y pequeñas, que en compañía de sus padres y abuelos se dieron cita en La Corregidora.
“Más vale tarde que nunca”. “Por fin se las van a poner”. “No pensé que hubiera tanta gente”, “Yo llegué desde las 7 de la mañana y ya había cola” “Espero que no me duela”, fueron algunas de las frases que se escuchaban mientras la fila avanzaba paso a paso, lentamente.
La paciencia se iba derritiendo con el calor de la mañana y las dudas comenzaban a surgir en medio de la larga fila, incluso había quien preguntaba si alcanzarían las dosis para todos.
“Hay un margen de vacunas de hasta cinco mil a ocho mil vacunas, pero en caso de ser necesario Guardia Nacional tiene una logística para ver si llega más gente poder pedir otro regimiento en caso de ser necesario”, comentó Betzabé Muñoz de la Brigada Correcaminos.
Un factor que distingue esta etapa de vacunación de las otras es la edad de quienes la reciben. Todos tienen que ir en compañía de un adulto, lo que duplica el número de asistentes, cifra que se eleva aún más al contar a los abuelitos, a la tía, la madrina o la comadre.
Al avanzar más el tiempo que la fila, la impaciencia llega al estadio y los niños comienzan a desesperarse, unos intentan jugar, otras le hablan a su muñeca, otros patean piedras o juegan con la tierra y todos comparten los nervios que son difíciles de contener.
Los más pequeños, los de 5 años, llevan la mitad de su vida escuchando la palabra COVID, lo que lleva la emoción a pender de un hilo.
Michelle tiene 7 años y faltó a clases para poder recibir su primera dosis, ella va en compañía de su papá quien pidió permiso en su trabajo para poder acompañar a su pequeña, ambos se encuentran sorprendidos, la niña por ver tanta gente y el papá porque tiene que avisar que tardará más de dos horas, él aún no imaginaba que esas dos horas se duplicarán y estará toda la mañana en el proceso de vacunación.
“Desgraciadamente para las criaturas el tiempo de espera y el temor a la vacuna genera mucho estrés y cuando ingresan algunos se nos ponen mal, por lo que estamos tratando de agilizar lo más que se pueda para facilitarles las cosas a ellos”, comentó una de las encargadas de formar a los contingentes.
Janeth de ocho años y quien estudia segundo de primaria en el Instituto Queretano Marista se mostraba contenta al salir ya vacunada.
“Estoy muy contenta de tener la vacuna, me siento bien. La verdad no me dolió y ya estoy más protegida”, compartió la pequeña de siete años.
Vayan mejor al Ecocentro
A las 10 de la mañana, dos horas después de que iniciara el proceso de vacunación se invitó a la gente a que acudieran mejor al Ecocentro Expositor, a 8.7 kilómetros de ahí, pero con menos gente.
“Hasta aquí vamos atender a la gente. Aquí ya no tenemos capacidad de atención, por lo que los invitamos a que acudan al Ecocentro Expositor, el cual no tiene tanta gente y está fluyendo más rápido. Vemos con mucho gusto la respuesta de la gente, la verdad nos disculpamos, pero para darles un mejor servicio, que no estén en el sol y no tarden tanto”, expresó Óscar López Galván, subdirector de las Brigadas del
Bienestar.
Futuros ingenieros como Carlos, doctoras del mañana como Citlalli, quien sueña con ayudar y curar enfermos cuando sea grande o Víctor, quien quiere ser arquitecto como su papá, salieron felices luego de poner el brazo y enfrentar valientemente a la aguja.
Pero no todo fueron alegrías. Los nervios, lágrimas y llanto también se escucharon ya en la zona de aplicación, donde las células fueron más grandes, con más sillas, la del pequeño y su acompañante.
“¡Mira, mira, ahí está Peppa Pig, dile hola!” intentaba una mamá distraer a su hija para que no viera la jeringa, pero ni la puerquita rosa, ni los brazos de la madre logran contener el miedo que estalla en llanto. Tan solo dos segundos después el biológico está dentro de su cuerpo y empezará a generar los anticuerpos necesarios para combatir la enfermedad.
“Que son cuatro horas cuando nos hemos esperado más de dos años para vacunarlos”, comentó la señora Martha Báez.