En Japón, el 6 de agosto de cada año se conmemora como Día de Muertos, la explosión de la primera bomba atómica sobre la ciudad de Hiroshima que provocó la muerte de más de un cuarto millón de personas, que aquella mañana soñaban con el fin de la guerra, pero desconocían las consecuencias fatídicas que la energía nuclear puede tener para la humanidad, de no controlar de manera inteligente su uso político. Este, creo es el motivo de Oppenheimer, el film de Christopher Nolan (Londres, 1970) que el domingo pasado dominara la entrega del Oscar llevándose los Oscars más codiciados: Mejor Película, Mejor Director, Mejor Actor y Mejor Actor Secundario, Mejor Música.
Al estreno de este film, hace mas de siete meses, escribí el original de estas reflexiones pues creo, nos conduce a pensar en la ética de los científicos y, al mismo tiempo, Nolan vira hacia el discurso de un antihéroe, como se dice del Prometeo del siglo XX, pero presente también en su trayectoria fílmica como la saga de Batman o El Caballero de la Noche.
Es sabido de casos de jóvenes que desean llegar al cine como directores; se insriben en escuelas de cine y respaldan sus anhelos con que su película favorita es, Ciudadano Kane de Orson Welles como si eso fuera el pasaporte al conocimiento cinematografico; éste es un camino que debería comenzar en la infancia en la que imaginación y disciplina son los ingredientes que hoy se buscan infructuosamente. El cine y la escuela también les ha mutilado esa parte de su cabecita dándoles todo en papilla o restingiendo y criticando al infante que quiere iluminar de color azul un elefante o de verde, un camello.
La lectura en general y de los clásicos en particular, se impone como el primer escalón de quien quiere conocer el mundo; éste, que siempre ha sido el mismo, aunque hoy se presuma el dominio de la inteligencia artificial (IA) convirtiéndola en diosa del universo. Una raya más del tigre o uno más de los barrotes de esta jaula, en la que se encierra a la humanidad que no termina de madurar. Un cerebro humano es más creativo y más capaz que cualquier robot. Éstos jamás sentirán lo que nosotros sentimos y por lo que nos apasionamos en la vida. Recordemos a Rachael de Blade Runner en aquellos fríos ambientes en los que se encuentra con el deseo y sensualidad de Richard Deckard. Pero… me enfocaré en el personaje de la creación más reciente del cineasta inglés y su equipo, cuya aventura comenzó donde los jóvenes de esta generación no quieren saber nada.
En la oficina oval de la Casablanca se da un encuentro que jamás habría soñado Max Weber ente el político y el científico en el que, Truman, como muchos políticos que sobreviven en el sistema norteamericano, parece cegado por la luz de la explosión atómica, se ufana ante el científico casi lacrimoso; no puede ver lo que significa el tormento ético de Oppenheimer, aquel científico que jamás sonrió en aquel periodo del Proyecto Manhattan y menos, después de Hiroshima y Nagasaki; una actuación de carácter para un actor joven como Cillian Murphy; los políticos nunca tienen la menor idea de lo que vivieron los sobrevivientes de Hiroshima y Nagasaki como le apunta el científico, al presidente. De muchas maneras, el científico, desde que la ciencia es ciencia se ve enfrentado a su interior ético y moral. La genialidad de Einstein se evidencia en aquel consejo de un viejo sabio que siempre supo la verdad, desde que el demonio de melena revuelta tiene los cálculos en sus manos; cito: “eres un tonto si dejas que te juzguen: date la media vuelta”; sabía que, mientras la hegemonía puede usar ciencia y arte de los exiliados, serán los consentidos, cineastas como Nolan, Del Toro y muchos más son evidencia de las conveniencias del american dream.
Nolan y su producción, algunos actores conocidos y otros casi desconocidos, muestran conocimiento de los clásicos como Kenneth Brannagh y el propio Nolan cuyos personajes recreados como el antihéroe, ahora Oppenheimer es el espejo que refleja el destino de todos esos migrantes que han contribuido al conocimiento científico y tecnológico, a la cultura norteamericana en la que conviven, como en el Proyecto Manhattan, todas las formaciones e ideologías de aquella época, y también el resentimiento de quienes nunca pudieron asistir a la educación superior.
En términos generales, la narrativa pone al descubierto algunos síntomas del planeta americano como la utilidad de los aliados mientras sean rentables; la locura del macartismo que buscó encontrar enemigos en quien pensara medianamente diferente y nunca los encontró; sin embargo, por debajo de la mesa, Estados Unidos nunca dejó de tener relaciones con regímenes fascistas como el franquismo; relación útil para el posible emplazamiento secreto de cabezas nucleares en territorio europeo, un proyecto abandonado por los norteamericanos ante la inminente creación de la Unión Europea, unificación que jamás se le ha planteado a los socios de TLCAN.
Desde el punto de vista técnico, Oppenheimer acertó en la música del Ludwig Göransson, joven escandinavo galardonado el domingo pasado, ya conocido por su intervención en otros filmes de Nolan. Además contó con nominaciones en el diseño de arte por la recreación de varias épocas como el blanco y negro y efectos especiales que ejemplifican el inquietante comportamiento de la energía de los protones, sometida a la compresión o tratamiento nuclear en la fisión del átomo, así como en vestuario.
Como a Oppie, nos quedan muchas preguntas sobre el uso de la energía nuclear, muchas dudas sobre la interioridad de aquel Prometeo y muchos reclamos y agradecimiento a las ciencias por sus descubrimientos, sus avances y sus desgracias, así como se le quedaron, frustración y silencios a Robert Oppenheimer en la garganta, hasta su muerte a causa del cáncer, en 1967. Su papel como científico trató de rehabilitarlo John F. Kennedy con el Premio Enrico Fermi, aunque nunca recuperó sus credenciales de seguridad para sus investigaciones académicas; como siempre, el estado contra la ciencia; su anhelo profundo, fue el control de las armas nucleares, que en caso contrario podría desencadenar la destrucción del mundo. Einstein y él sabían, por aquellos cálculos, que el incendio de la atmósfera se daría como consecuencia en cadena y aún se desconocían los efectos radiactivos de la explosiones en Hiroshima y Nagasaki. Dado que la herida y el tema, siguen abiertos para la humanidad, muy oportuno el abordaje de Nolan al Prometeo del siglo XX. Enhorabuena por los ganadores y por esa Academia de Artes Cinematográficas que este año recuperó la cordura.