El libro de Fernando Yacamán contiene el erotismo más cínico, perturbador y descarnado que he leído en mi vida. No soy amante de lo lóbrego y sin embargo el deseo aquí alcanza grados donde el sexo es lo único que importa. No se trata de pornografía: es aquello que Allen Ginsberg recomienda a quienes buscan placer: convertirse en un pedazo de carne y gozar hasta alcanzar el delirio… o la muerte.
Pero también es un libro de cuentos donde los animales se convierten en símbolo de lo fantástico, la marca del hombre para abordar su lado irracional, desaparecer a la conciencia porque el instinto carnal brama su lugar en el mundo. Almas donde no existe el sexo: existe la aspiración, la evocación, la trasmutación de la literatura con pasos terrenales que huelen a semen todo lo que pisa un largo y lento animal con olor a nostalgia.
La virgen del sado se llama el libro: diez relatos en apenas 100 páginas donde lo espectral es posible; donde una serpiente es el pretexto para subliminar al gozo oscuro, el abierto deseo atrapado en el sueño de un relato. Donde, como una de las obras de Cristina Peri Rosi, El amor es una droga dura, el cerebro es un remolino y los sentidos despiertan con un ácido, súbitamente. Burroughs pensaría que nada equivale a todo cuando entregarse al otro las percepciones despiertan aun con espasmos musicales.
El cuento “Vértigo”, con una cita de David Wojnarowicz incita a las cuencas de los muertos que devoran las almas, abre conciencias; intranquiliza a un estado ciego a los sistemas de salud sobre el que pesa un mundo de cadáveres. El relato se convierte en alegato social por el indicativo activista de Wojnarowicz, que murió de vih/sida, en 1992. Fernando Yacamán no deja duda de su conocimiento sobre la política pública. No solo son cuentos de lectura, igual de compromiso pero sin estridencias.
No dejen de seguir a este autor más cerca de la literatura que del activismo LGBTQ+, donde lo que importa no es la denuncia. No. Aquí hay creación, onirismo, algo fantástico sobre la dimensión humana. La virgen del sado merece muchos lectores. Donde la verga y el ano son el centro de la disputa por decir su verdad, sin tapujos.
Más de un sapo decidirá nuestro destino.