Soy egresado de la UAQ (Universidad Autónoma de Querétaro). En ella me formé, desde la educación media hasta la licenciatura en Derecho. Y gracias también a ella, fui becado para mis estudios de posgrado en la UNAM, donde obtuve el doctorado. Mi compromiso era regresar a prestar mis servicios a la institución, pero el entonces rector, de cuyo nombre no quiero acordarme, me hizo saber que eran prescindibles.
De cualquier modo, he seguido vinculado a la que continúo considerando mi casa de estudios. He impartido gratuitamente cursos de verano y soy donante de acervos bibliográficos. Contribuciones modestas pero señales de agradecimiento a una comunidad que ahora veo contaminada, por lo que hoy es una desgracia social: el acoso laboral y de género. Me alegra que las jóvenes denuncien y protesten para mitigar al menos ese flagelo.
Sin embargo, el paro de las ‘Facultades Unidas’, amén de estar yendo más allá de los problemas de género, exigiendo la renuncia del personal administrativo y docente por plagio, abuso de poder, robo intelectual, manipulación, extorsión… Acusaciones que tendrán que probar.
La redacción y lectura de la joven vocera dan vergüenza: ‘estamos convencides’ (sic), ‘Les estudiantes’ (otro sic). Me pregunto qué ocurre con ésta degradación del idioma, además con esa falta de valor para enfrentar los agravios. ¿Es necesario enmascararse para defender una causa legítima?
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Mi solidaridad con las ofendidas. Mi repudio a las formas que están lejos de una cultura universitaria que nada honra el lema vanconceliano de ‘Educo en la verdad y en el honor’.