Esta semana, tuve la oportunidad de lanzar una iniciativa que tiene como finalidad promover el uso de las prendas de segunda mano y así alargar la vida de estas. Hago esto con el afán de demostrar; que con pequeños cambios podemos inspirar a la comunidad que nos rodea, porque es lamentable y frustrante ver que la poca agua disponible que tenemos para consumo humano, se nos esté arrebatando para acrecentar la industria textil.
Esto pretende ser parte de una batalla contra la devastadora moda rápida, comúnmente conocida como “fast fashion”; una industria que está acabando con nuestros recursos naturales y por lo tanto con nuestro planeta.
Cada año, el mar se convierte en el vertedero de 60 millones de toneladas de microplásticos, fruto del desgaste de los textiles sintéticos. La industria textil consume anualmente 93 millones de metros cúbicos de agua; un volumen suficiente para abastecer a cinco millones de personas. Casi un quinto del agua mundial se malgasta en el teñido textil. Además, el sector de la moda emite más dióxido de carbono que todos los vuelos internacionales y el transporte marítimo juntos.
Pero ¿por qué está sucediendo esto? En el corazón del problema del fast fashion está él consumismo. Esta modalidad, que se centra en producir prendas a bajo costo a un ritmo frenético, ha popularizado ropa de baja calidad, producida en condiciones laborales deplorables. Esta maquinaria insostenible solo ha fomentado un consumo voraz, un uso insostenible de recursos y una avalancha de desechos. En 2018, esta situación condujo a declarar una emergencia ambiental en la industria de la moda.
Sin embargo, el coste de la moda rápida no se mide únicamente en términos ambientales. Esto también es, hay que decirlo, una tragedia humana. Con el auge de esta industria, más mujeres y niños se ven empujados hacia una fuerza laboral precaria. Son víctimas de acoso, de condiciones laborales paupérrimas y jornadas interminables, en espacios donde incluso el contar con agua potable y baños es un lujo.
Comprendiendo esto, no nos podemos quedar de brazos cruzados, hay que hacer algo para detener en la medida de lo posible lo que le está comiendo al planeta el fast fashion. La solución no es abandonar la moda, sino transformarla. Es esencial apostar por una industria que cure las heridas que ha causado esta industria, promoviendo la moda sostenible y el consumo de segunda mano. Estas acciones pueden reorientar las actitudes de los consumidores, impulsándolos a tomar decisiones más éticas y sostenibles.
Al elegir prendas de segunda mano, rompemos con el ciclo productivo insostenible. Reducimos la demanda de nuevos productos, ahorrando recursos y minimizando residuos. Además, al apoyar al comercio de segunda mano, se puede fomentar la economía local al apoyar a los diseñadores y productores locales.
Cada prenda reutilizada no solo representa un ahorro en lo económico, sino un acto revolucionario de amor por nosotros mismos y nuestro planeta. Es un grito silencioso contra la maquinaria del consumo desenfrenado y un paso hacia un futuro más ético y sostenible. La verdadera elegancia no radica en la novedad de una etiqueta, sino en la consciencia de nuestras elecciones. En un mundo ahogado por el exceso, la decisión de reciclar, reutilizar y reparar se convierte en nuestro más valioso accesorio. Es tiempo de reconocer que la auténtica moda es aquella que, además de vestirnos, preserva y honra a la Tierra que nos alberga.