Frecuentemente nos llenamos de información acerca del cambio climático y el tiempo que falta para evitar que superemos el 1.5°C, o sobre la perdida de biodiversidad, o la contaminación por plásticos en el mar, o la tala de árboles, o el maltrato animal, y todo ello, tiene un impacto en las emociones, que nos conduce a una tristeza ecológica, por la pérdida que ello implica, lo que a su vez, nos provoca depresión, ansiedad, soledad, incertidumbre, desesperanza, en sí un síndrome pre o post traumático.
Algunos autores también le llaman ecoansiedad y la describen como la “Sensación de tristeza, profunda preocupación y desolación frente a los cambios que está experimentando el planeta es lo que conlleva este fenómeno, un estado anímico que los especialistas describen como algo nuevo. Esta afección consistiría en una especie de desesperanza que surge entre las generaciones más jóvenes, que ven que en la crisis medioambiental un camino sin salida.”
Asimismo, Rodolfo Sapiains, académico del Departamento de Psicología de la U. de Chile e integrante del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2, explica que junto a este concepto de la eco ansiedad, también surgen otros. “Se habla de eco depresión, de duelo ecológico y otros conceptos que van en la misma línea, pero lo que tienen en común es la sensación de sufrimiento que está relacionado, por una parte, por experiencias directas que tengan que ver con el deterioro del medio ambiente en el que las personas viven, y que eso hace que la persona tenga una reacción emocional de esa línea, de pena, de tristeza, de preocupación”.
Y se dice que dicho fenómeno es relativamente nuevo, y los especialistas explican que en el caso de personas que tienen algún grado de ansiedad o de depresión, van generando cuadros debido a los cambios que se están experimentando o a la información que reciben en su día a día. “El foco de lo que me produce ansiedad es el deterioro actual o lo que me muestra mi experiencia directamente, el que me muestran en redes sociales, en televisión, y/o las proyecciones que se hacen a futuro”, explica Sapiains.
Según el especialista, esta experiencia, se traduce en “problemas para dormir, una sensación de intranquilidad permanente, de desesperanza frente al futuro, que puede hacer que muchas personas finalmente se retiren, se retrotraigan, se inhiban y no quieran involucrarse más en acciones para mejorar el medio ambiente, para proteger la naturaleza, porque asumen que está todo perdido”.
La ecoansiedad afecta aproximadamente a una décima parte de la población, según encuestas recientes. Sin embargo, las personas que afirman estar muy preocupadas por el cambio climático, y que por tanto podrían sumirse en un estado de angustia psicológica, son mucho más numerosas.
Por otra parte, Philippe Conus, responsable del Departamento de Psiquiatría General del Centro Hospitalario Universitario del Cantón de Vaud (CHUV), afirma que el número de enfermos de ansiedad ecológica va en aumento. “Pero no se presta suficiente atención al problema”, y señala que el pasado verano, presentó una petición a la Organización Mundial de la Salud para que se abordara la cuestión lo antes posible, cuyo objetivo no es otro que preservar la salud mental de la población.
La ansiedad es una reacción normal ante un problema que puede tener consecuencias graves. Eso mismo también se aplica a la ansiedad, es decir, al miedo a algo que aún no se ha producido. Es un tipo de emoción, como la tristeza.
Se vuelve problemática cuando este estado de ánimo afecta a la vida cotidiana, las relaciones sociales, el estudio o el trabajo. Algunas personas especialmente ansiosas por el tiempo pierden el sueño, experimentan ansiedad constante, ya no pueden ir a trabajar y se hunden en la desesperación.
Pero hay que decir que el impacto no se limita a la ansiedad ecológica. Pues, en primer lugar, están los efectos directos: las personas afectadas por una catástrofe natural muy destructiva pueden desarrollar estados de depresión o estrés postraumático.
Luego están los impactos graduales ligados a la lenta progresión de las consecuencias del cambio climático: aumento de la temperatura, sequías, reducción de la fertilidad del suelo, subida del nivel del mar, desaparición de fauna.
Las personas que dependen del medio ambiente profesionalmente o para su subsistencia desarrollan estados de ansiedad, depresión y aumenta la prevalencia del suicidio, por ello, los impactos indirectos, por su parte, son la ecoansiedad o solastalgia, es decir, la angustia emocional que uno siente cuando se da cuenta de que el entorno en el que creció ha cambiado negativamente debido al clima o la contaminación.
Visto en su conjunto, la ecoansiedad, todo el mundo puede experimentarla en función de su percepción del cambio climático. Pero sus efectos sobre la salud mental dependen de los mecanismos de defensa de cada persona, de su historia vital y de los posibles traumas con los que pueda resonar esa ansiedad.
En esta medida, los efectos nocivos del cambio climático en la salud mental deben reconocerse a escala mundial. El personal médico y de enfermería debe recibir formación sobre la ecoansiedad para poder reaccionar adecuadamente con las personas que la padecen.
El papel de los profesionales de la salud y la ciencia también consiste en implicar activamente y alertar al mundo político sobre este problema, al que a menudo se resta importancia. Nuestros sistemas sanitarios ya están al borde del colapso y no podrán hacer frente a las enormes consecuencias sanitarias del cambio climático.
Combatir el cambio climático es la mejor intervención temprana y preventiva para evitar una epidemia de problemas de salud mental relacionados con el clima.