El presidente López aborrece los organismos autónomos. Y no está contento sino hasta desaparecerlos o dejarlos inoperantes. Ahora sus dardos se dirigen contra el INAI (Instituto Nacional de Acceso a la Información). Porque a la par que el INE (Instituto Nacional Electoral) es un pilar de la democracia, pero al autócrata le incomoda el escrutinio que implica. “No sirve para nada”, ha declarado el tabasqueño, amén de que es demasiado costoso. Palabrería y nada más para negarle al ciudadano el derecho a saber en qué y cómo se eroga el gasto gubernamental. Se trata, pues, de transparentar la vida pública. Hoy en día el Instituto no puede operar dado que no hay quorum porque no se han nombrado a los dos comisionados faltantes, de ahí que Blanca Lilia Ibarra haya promovido una controversia constitucional que le permita este órgano colegiado emplearse sin esos faltantes.
Y cómo no va a resultar un estorbo para AMLO la gestión del INAI, sí 9 de los 10 contratos suscritos por el gobierno federal se llevan al cabo por adjudicación directa, quiero decir, sin licitación ó, de otra manera dicho sin concurso alguno. Descarada opacidad que abre las puertas de la corrupción. Situación que cada mañana el presidente asevera combatir con denodado empeño.
El INAI es ‘un lastre’, asegura el draculesco Adán Augusto López. ¿Sabrá lo que dice? Tal vez sí, pues que el vocablo lastre significa un impedimento para moverse con libertad. Y en este caso, para que su Jefe, López Obrador, de pie impunemente a todas sus rapacerías que un día, no muy lejano, saldrán a la luz. Pues aunque su desenfrenado narcicismo bloquea la conciencia de que es solo un ave de paso, algo ha de cambiar para que el cuerpo herido de la nación recobre su salud para sobrevivir. Llevará tiempo porque la herida es profunda. Pero así tendrá que ser. Pues no hay mal que dure cien años.