WASHINGTON D.C. En las últimas décadas académicos, políticos y periodistas han abordado el tema de la desigualdad como el origen de todos los males. Al punto, que a veces pareciera que la desigualdad por si misma es peor que la pobreza. Sin embargo, como ya he escrito en varios artículos, la desigualdad no es un concepto absoluto, como sucede en muchos ámbitos de la gestión pública, es un concepto que debe estudiarse y abordarse en una escala de grises y diferenciando bien los conceptos. Hay varios tipos de desigualdad y cambia mucho desde la posición de quién está viviendo las consecuencias. En un ejemplo sencillo, no es lo mismo ser pobre, o estar en el extremo de la desigualdad en Japón que en Mozambique. A esto se le llama, la desigualdad relativa. Y la desigualdad relativa, así como la absoluta se puede medir entre países o dentro de un mismo país.
A raíz de esto surgen varias preguntas. ¿Puede aumentar la desigualdad de los ingresos y al mismo tiempo disminuir la pobreza? O, ¿puede disminuir la desigualdad y aumentar la pobreza? La respuesta es que sí, para ambos casos. Pero es importante aclarar de qué se está hablando. En el discurso político no se diferencian la desigualdad relativa de la desigualdad absoluta porque generaría todo tipo de anticuerpos.
Para entender esto pondré un ejemplo de la diferencia entre la desigualdad de ingresos relativa y la absoluta. Supongamos que el año pasado el ingreso de Juan fue de $ 20,000 mientras que el de Susana fue de $80,000. Al año siguiente ambos duplican sus ingresos: $ 40,000 para Juan y $160,000 para Susana. En una escala relativa, no hay cambios; Los ingresos de Susana fueron 4 veces los ingresos de Juan en ambos años. Pero en escala absoluta, la desigualdad ha crecido; el año pasado, Susana ganó $60,000 más que Juan, mientras que este año ganó $120,000 más. Si el monto considerado como línea de la pobreza es de $30,000, entonces Juan salió de la pobreza, aunque haya aumentado la desigualdad absoluta. Veamos ahora otro escenario en el que el ingreso de Juan aumenta en un 40 % o sea que pasa de $20,000 a $28,000 mientras que el ingreso de Susana disminuye en 10% a $72,000. En este caso hipotético, la desigualdad tanto relativa como absoluta disminuye. La pregunta es si este es un mejor escenario que el anterior. Seguramente la persona que es pobre preferirá salir de la línea de pobreza, aunque haya aumentado la desigualdad absoluta.
A raíz de la pandemia, dependiendo de las medidas económicas y apoyos que hayan impulsado los gobiernos, es probable que en muchos países haya una tendencia hacia la disminución de la desigualdad relativa mientras que en otros vaya aumentar tanto la relativa como la absoluta. En 2021, el consenso de los economistas es que en México habrá mayor pobreza. Lo que no queda claro todavía es si la desigualdad medida por el coeficiente Gini aumentará. Pero el hecho es que habrá más migración de mexicanos hacia Estados Unidos. ¿Por qué? Por la diferencia de las medidas económicas tomadas por México en comparación con Estados Unidos. Estas fueron diametralmente opuestas. El resultado será que se incremente la desigualdad y la pobreza relativa entre los dos países.
La conclusión es que por más atractivo que sea políticamente el discurso de la desigualdad y aún cuando efectivamente es un problema estructural a nivel mundial, caer en la trampa discursiva de abordarlo como el problema más importante y no tratar otros temas (como la pobreza) es de mucho mayor riesgo. Al final, podrá disminuirse la desigualdad castigando a los que se han beneficiado del sistema, pero no con eso se mejorarán las condiciones de vida de millones viviendo en condición de pobreza, ni se disminuirá la migración.