Ahí viene la tercera ola, entre octubre y diciembre arrasará dejando a su paso un buen número de desempleados, esta vez del gobierno estatal y los municipales. Cada tres y seis años pasa lo mismo, quienes ganan las contiendas electorales llegan desconociendo lo que contiene el botín que tanto pelearon, los funcionarios de primer nivel casi siempre se van con los jefes, quedándose los que hacen la verdadera talacha, supervisores, secretarias, auxiliares y chícharos en general, quienes pasan de la incertidumbre de la alternancia a verse apapachados por los nuevos, haciéndoles sentir que son indispensables y lo son, mientras les enseñan a los que llegaron ya envestidos como jefes o achichincles pero con toga de ganador. Después se van.
Trabajar en la burocracia es meta muy codiciada, pero suele ser también zona pantanosa. Algunos de los que trabajan en ella son profesionistas, otros son profesionales dado la experiencia acumulada, unos se han afianzado en sus puestos por capacidad, por vocación de servir, que sí la hay, o porque se agarran del mástil resistiendo las más inclementes tormentas hasta jubilarse, pero también hay quienes llegan con el ganador. Se elige mediante el voto a uno y llegan con él o ella, varios cientos reclamando acomodo por el puro hecho de haber ayudado en las campañas. Entre estos hay personas valiosas, innovadoras, jóvenes talentos, pero también llegan muchos cuya única posesión es un ladrillo sobre al cual subirse y marearse de poder. Desde la alternancia de partidos también han llegado a Querétaro muchos desplazados de otras entidades. Que el PAN perdió Aguascalientes o Sonora, por ejemplo, es suficiente para inflar más la burocracia queretana, y claro, se infla de jefes porque un cambio de residencia no se da por tres centavos.
En cuánto se repongan de la cruda de la victoria o las negociaciones de la derrota, el ciudadano es el que sufrirá la burocracia abultada e ineficiente. Una persona para poner el sello de recibido, otra para quitarle la grapa, otra para sacar la copia, otra para comer tacos muy sudados, en lo que las otras entretienen al solicitante, otra para decirle que no se puede, que tiene que traer otros papeles que al cabo de varias vueltas no se necesitarán y otra para retomar el chisme que se quedó pendiente cuando los interrumpieron. Claro, cómo siempre, hay quien lleva el calendario de cumpleañeros y aniversarios y la lista de coperacha para festejarlos. Los nuevos jefes, más preocupados por cambiar el macetón del portal, pintura de su oficina o de conocer la ciudad, que por ponerse a trabajar.
La burocracia en los gobiernos municipales también es víctima de la novatez y arribismo. Muchos profesionistas o técnicos habitantes de los municipios del interior del estado esperan la oportunidad de la alternancia para incorporarse, por fin, al empleo, y ahí están, ingenuamente presentando su solicitud de trabajo cuando se ven arrasados por una tropa, de nuevos trajeados y chicas “taconudas”, sí, “taconudas” de tacones altos y dorados y plateados y hasta con lentejuela.
Ante la avalancha de nuevos compromisos, los más vulnerables son los que no están sindicalizados o nunca, en seis o doce años les contrataron formal, legalmente, y en cambio se los fueron renovando por meses, para que, al más feo estilo del outsourcing, pudiese despedírseles a modo, sin crear antigüedad ni derechos. Ciertamente en la cuna de la aplicación de los derechos, se contrata torcido y retorcido. En fin, ahí viene la tercera ola de despidos y nuevas adquisiciones, las consecuencias son las mismas AL TIEMPO.