Pascual Ortiz Rubio, el célebre “Nopalito” de nuestra historia ha sido significativo por varias razones. Una por su ejemplar condición de pelele, circunstancia de la cual jamás quiso ufanarse con el pleno reconocimiento de su dependencia y de la cual renegó toda la vida.
Al menos así se lo confiaba a su amigo el ingeniero Díaz Babío a quien le decía: (Calles), siempre jugará conmigo al gato y al ratón”. Obviamente Plutarco no era el gato. Era el tigre, en todo caso.
Hoy, cuando la posible dependencia política de la futura presidenta es tema de conversación y en algunos casos de preocupación, nos hallamos frente a una declaración contundente de parte de la doctora cuya firmeza no ilumina ni borra la sombra del caudillo. Simplemente pone las cartas sobre la mesa:
“…Leía hoy (anteayer) en un periódico: Claudia debe pintar la raya con Andrés Manuel López Obrador. Sería pintar la raya con el pueblo de México. ¡Nunca! Con el pueblo todo, sin el pueblo nada.”
La identidad entre el pueblo y el caudillo de la Revolución de las conciencias, no es nada más una frase suelta. Es un dogma definitivo, tanto como para caer en el festejo perdurable: bautizar cívicamente en el calendario nacional, el día del ya lejano triunfo electoral de Andrés Manuel L.O., para cuya eternalización se debe hacer (faltaba más ) una consulta organizada por Morena.
“–Hace seis años –dijo en medio de la fiesta interna en Los Pinos–, sabíamos que el pueblo de México había despertado, teníamos la duda de si una vez más iba a haber un fraude, porque habíamos vivido el fraude del 88, el fraude del 2006, el fraude del 2012, y cuando esa noche tuvieron que reconocer, por la fuerza del movimiento y del pueblo, el triunfo de Andrés Manuel López Obrador, ha sido uno de los momentos más felices, no del movimiento, sino del pueblo de México.”
Fue en medio de tan exaltada felicidad memoriosa, cuando propuso la eternidad del recuerdo: bautizar el primero de julio como el “Día de la revolución de las conciencias”, “Día del triunfo del pueblo” o “Día de la verdadera democracia, Día del pueblo de México”.
“…Como lo queramos nombrar. Ahí le pido a nuestros dirigentes del partido que hagamos una consulta, pero en realidad es el Día del pueblo de México, el Día de la revolución de las conciencias”.
En ese sentido nadie puede calificar al futuro gobierno como dependiente. Lo podrá hacer en términos de afinidad extrema, de comunión política y humana, porque la Revolución de las Conciencias tiene como desembocadura gloriosa, el Humanismo Mexicano.
Pero volvamos al “Nopalito”:
“…Ortiz Rubio se presenta a sí mismo (1) como un presidente que siempre estuvo en pugna encarnizada con el Jefe Máximo, intentando en todo momento hacer valer su investidura como primer magistrado de la Nación, contra “la mafia que tarde o temprano me obligaría, por sus abusos, a dejar el poder.
“Su sujeción a Calles la explicó siempre como el menor de dos males entre los que tenía que escoger fatalmente…o tenía que proceder de acuerdo con Calles, de facto dueño de la situación o me esolvía a romper con él abiertamente, entrando en una lucha cuyas consecuencias finales no era fácil prever.
“Comprendo que los dos caminos eran malos pero el que menos provocaría agitaciones armadas, tan perjudiciales para el país, era el primero y me decidí a seguirlo, como lo hice hasta mi salida del país.”
Quizá por eso el señor presidente arremetió (una vez más), contra la prensa extranjera y sus infundiuos de maximato:
“Hablemos del New York Times o del Wall Street Journal, que nos dedica… un editorial, lleno de mentiras, ¿qué periodismo serio puede ser el que se diga en un editorial del WSJ de que yo voy a seguir siendo el poder detrás del trono?”
Oígame, no…
(1).- Arnaldo Córdova. La Revolución en crisis. La aventura del maximato. (Cal y Arena 1995).