El fracaso intento de impugnar a Donald Trump por su conducta antidemocrática y golpista, más allá de los limites de su mandato
constitucional (en todos sentidos), ha sido una muestra de fortaleza del secuestrado Partido Republicano y al mismo tiempo una exhibición de debilidad de los demócratas quienes no lograron imponer la razón por encima de la sumisión partidaria de quienes en esta materia, y de acuerdo con las evidencias presentadas durante los días anteriores, cerraron los ojos a la verdad.
Pero la salvación de Trump, cuyo peor efecto es oxigenar a su movimiento y permitirle acaudillar una rebelión permanente no contra el gobierno sino contra las instituciones americanas fundamentales, es parte de la larguísima tradición de impunidad de los dictadores, pupilitas y tiranos en el mundo. Muy pocos son quienes se salvan a de este destino de seguridad después del poder.
En el XX Congreso del PC de la URSS, muerto Stalin, Nikita Krushov destapó la cloaca del gulag; las persecuciones, la eliminación física de los disidentes; el abuso del poder y todo un catálogo de excesos por parte del desparecido “padrecito”.
Cuando leía su informe (el texto completo estuvo en secreto hasta 1988), alguien desde el fondo del salón lo increpó:
–¿Y cuando eso sucedía usted en donde estaba, camarada Nikita?
Krushov contestó a la sombra del auditorio:
–Estaba en el mismo lugar que usted camarada…
Stalin no pagó por ninguno de sus crímenes. Hoy, nadie podría acusar –ni siquiera post mortem— a Fidel Castro por las sistemáticas violaciones a los Derechos Humanos en la isla bajo su dominio por medio siglo. Nadie va a investigar ahora los fusilamientos de sus ex compañeros, ni los accidentes donde algunos perecieron, como Camilo Cienfuegos. El tirano se protege –como diría Quevedo del amor–, más allá de la muerte.
Pero a veces sólo, queda la reivindicación del simbolismo: se. Derriban las estatuas del dictador en las plazas antes colmadas de aplausos a su figura en bronce, ya sea en Rumania, Irak o Nicaragua.
No olvidemos aquellos versos de Ernesto Cardenal:
“Somoza devela una estatua a Somoza en el Parque Somoza de Ciudad Somoza”.
A veces solo queda la exhumación de la pierna de Santa Anna o el último viaje de Francisco Franco expulsado del faraónico Valle de los Caídos hasta verlo como un caído más. La desgracia fuera de tiempo, fuera de oportunidad. Pero en vida, todo eran lisonjas y genuflexiones.
Trump ha anunciado su nuevo impulso. Ha declarado la incipiencia de su movimiento definitivo para la nueva grandeza de América. Los Estados Unidos de los cuernos de bisonte de “Qanon”; no la patria de Madison.
Los populistas, en este sentido, son todos iguales. Siempre le ofrecen a una nación la oportunidad de librarse de ellos y la sociedad. Casi siempre, pierde ese momento de conveniencia.
A Hitler se le pudo detener cuando todo estaba confinado a los límites de una cervecería en Munich. Si tras el intento de golpe hubieran encarcelado a Hugo Chávez, nada de esto estaría ocurriendo ahora en Venezuela. Los hombres providenciales se favorecen siempre por la cobardía de los gobiernos los cuales atacan y quienes lejos de someterlos, terminan patrocinando.
Los ogros filantrópicos se convierten en eunucos maniatados.
Trump ha dicho:
“Nuestro movimiento histórico, patriótico y hermoso para hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande acaba de comenzar. En los meses venideros tengo mucho que compartir con ustedes y espero continuar nuestro increíble recorrido juntos para lograr la grandeza estadounidense para toda nuestra gente”,
CFE
Ahora no fueron los pastizales, ahora todo se debió al “Invierno blanco”, pero el caso es sencillo: en la era de los grandes apagones, Chihuahua, convertida en una Siberia nacional, se quedó sin energía, pero con un elemento positivo, el humor involuntario de los burócratas de la Comisión, quienes con la misma risa de Manuel Barteltt cuando lo demandaron en Tabasco por las inundaciones, dijeron, usen la luz sólo para lo muy necesario.
Y eso, más allá de la broma es una estupidez.
¿La manera de responder a un apagón es apagándolo todo? Pero si ya esta apagado.
Sucede como aquel capitán pirata cuya disciplina mandó ponerle diez latigazos en la espalda al bucanero insubordinado.
–Pero está muerto, señor, le dijo un oficial de la tripulación.
–No importa, usted cumpla con sus instrucciones o lo paso por la quilla.
Así les ocurre a quienes usaban energía para calentones o iluminación, cocina o regadera.
¡Ay!, Manuel.