Sabino Medina
Este periódico que tantas gentes leen en Querétaro, se merece el esfuerzo de indagar qué pasa en Asia y lo que le seguirá al choque de tantas fuerzas productivas. Cabe abrir un paréntesis en que habremos de preguntarnos, por ejemplo, si el poderío económico de China hubiera sido posible sin las guerras focalizadas: Corea, primero y, sobre todo, la de Vietnam.
Sin esos dos grandes conflictos bélicos, sobre todo el segundo; China no habría podido avanzar en el concierto tan cerrado y competitivo del capitalismo norteamericano en pugna con la más grande y planificada economía soviética, en apariencia, transitoriamente en declive.
La economía no es sólo cuestión de números y estadísticas, ambos ayudan en la comprensión de los problemas; si esto no fuera así, ¿Cómo explicarse que de pronto una nación, o un sistema en fragmentación con sus componentes de trabajo y tecnológicos, de pronto emerja con un potencial militar a la par con cualquier equipamiento similar con las potencias de occidente?
No vamos a entrar en detalles. Lo que hoy está en juego en el mundo, pero desde luego en los polos “extremos” del conflicto, son dos distintas visiones que se tienen acerca de la realidad económica mundial: de un lado el capitalismo, con sus reservas de potencialidades de expansión, aunque no al infinito y, en el otro extremo, dos poderosas esferas de creación y de reproducción de valor: China, Rusia, con el espacio económico de casi la totalidad de los países asiáticos, más o menos gravitando alrededor de una y otra economía, además de la estadunidense a la que acompañan las potencias europeas, pero gravitando cada una con su particular tasa media de ganancia que no compagina con la de Norteamérica y, a su vez, Alemania, Francia e Inglaterra, en donde se dejan sentir los embates de una crisis de largo aliento que pone a prueba el capitalismo todo.
Hay dos visiones encontradas en la forma de enfrentar las crisis capitalistas, los países desarrollados y los que los imitan en su periferia, propenden a formularse la cuestión a base de obtener una tasa de beneficio (ganancia, renta, intereses) sobre la centuplicada reproducción del valor accionario de sus empresas, sin que lo anterior se corresponda con la plusvalía, trabajo no pagado que luego se divide con el capital disponible o no en el proceso real de estas economías.
Llegados a este punto, habría que cuestionarse ¿Por qué China se desarrolla hasta un 5 % anual, llegando en el pasado a alcanzar hasta un 17% de su PIB anual?
China posee una fuerza de trabajo que se estima en alrededor de 750 millones de sus mil 400 millones de habitantes.
Aquí se dirá que una economía y otra tienen distinta composición de capital, diferente división del trabajo y productividades dispares; sí, esto es cierto; pero habría que reparar en que la tecnología intensifica el trabajo, reduciendo el tiempo de trabajo necesario, sin incrementar el valor de la producción obtenida; masa de producto y valor del mismo, no se corresponden como no sea inversamente. Esto expresado sintéticamente, omitiendo cuestiones enteras de arduo debate. Rusia, ni China han aparecido en el escenario mundial al margen del capitalismo, primero con Inglaterra, luego con Francia, Holanda y Alemania por nombrar a los diversos polos de acumulación; unos y otros llevaron el colonialismo a Asia, al mundo entero y a sus guerras y crisis. Esta es una de las tres más grandes, la mayor de todas por decir lo menos.
¿Puede echarse por la borda, todo ese desarrollo, toda esa acumulación de fuerzas productivas, con una población de más de siete mil millones de seres humanos y un poderío tecnológico y científico hasta hoy el mayor y más grande y extenso nunca visto?
Ninguna potencia es invulnerable una frente a otra y todas juntas sea cual sea el bando y la organización que adopten entre sí o separadamente; pero por lo pronto, la visión parcial de cerrarle los circuitos bancarios y financieros, entre otras restricciones de las que se están aplicando, ello contradice a la propia variación mundial no sólo de la producción industrial, sino para decirlo en breves términos: afectará más a corto y a largo plazo a los capitales más centralizados, cuyo soporte fundamental estriba en el crédito y en la valorización bursátil.