Cuando se tienen datos ciertos de que el empleo disminuye, la inflación aumenta, la moneda se devalúa, el crecimiento se detiene o es mínimo, la fuga de capitales se intensifica, las calificadoras amenazan el grado de inversión, las organizaciones empresariales advierten de los riesgos y emisarios de gobiernos amigos avisan de inconveniencias, no se entiende la razón de seguir impulsando medidas que aceleran el deterioro de la economía nacional y alientan la división de los mexicanos.
No se entiende tampoco como vaya a mejorar sustancialmente la procuración de justicia elegir jueces por votación popular, incluso aquellos “sin rostro” (nótese la ironía de someter a votación alguien sin rostro), sabiendo que lo que más lastima a la población es la delincuencia sin freno, la inseguridad, la impunidad por la ineficiencia o negligencia culposa de policías, ministerios públicos, fiscalías y guardia nacional.
Tampoco es explicable que se destine más dinero a las fuerzas armadas que a la educación y a la salud cuando no estamos en guerra –abrazos, no balazos- sino atendiendo las causas que originan la criminalidad, y no se tienen, al menos en la versión oficial, amenazas a la seguridad nacional.
No se entiende cómo se tolera la operación impune de la delincuencia controlando regiones enteras del territorio nacional, realizando extorsiones e interviniendo negativamente en la distribución y comercialización de productos, o decidiendo candidaturas a puestos de elección popular. La inseguridad se extiende a caminos y carreteras en la que, los asaltos a transportes de mercancías son cada vez más frecuentes y los retenes ilegales y amenazantes proliferan.
No se entiende para qué quiere el partido en el poder una apabullante mayoría en el congreso nacional si no tiene el gobierno un proyecto claro para componer la economía y garantizar seguridad y servicios asistenciales suficientes y de calidad. Si no tiene la voluntad para enfrentar con la fuerza del Estado el crecimiento de las actividades delincuenciales y la desaparición constante de mexicanas y mexicanos.
Se entiende que el centro del accionar gubernamental sea el de llevar más dinero al bolsillo de los ciudadanos, es necesario para compensar desequilibrios en el ingreso, pero las formas de hacerlo no han resultado ser las más acertadas, salvo en la rentabilidad electoral que les ha permitido consolidar una nueva mayoría; pero a qué viene entonces el afán de controlar los órganos electorales y realizar machincuepas legaloides para anular el proceso de discusión y debate, necesario para perfeccionar leyes y garantizar su cumplimiento por convicción y consenso, no por imposición.
Ser mayoría no implica tener la razón, e imponer sin convencer es autoritario y antidemocrático. Es una aberración, una gran contradicción que habla de la falta de congruencia del actual régimen y su sucesora, querer hacer un país más democrático, pervirtiendo en su beneficio las estructuras y prácticas democráticas.
No hay razón en la sinrazón, en especial, porque si razón hubiera en el despilfarro de dinero que ha significado inyectar más de dos billones de pesos a PEMEX, la producción de crudo se hubiera elevado y sería una empresa saludable. Si hubiera habido razón al eliminar el Seguro Popular y destrozar el sistema de abasto y distribución de medicinas, no faltaran medicamentos ni vacunas, igualmente si hubiera habido razón en destruir la reforma educativa y eliminar al instituto de evaluación educativa no tuviéramos la caída del nivel educativo, la deserción escolar y la baja de matrícula que se observan.
Ante eso cabe preguntar: ¿Hay razón en el empeño de lograr mayoría absoluta para modificar la Constitución y reforzar con ello la preminencia del Poder Ejecutivo, eliminar la división de poderes? ¿Hay razón en la obcecación por cambiar el sistema judicial eligiendo jueces, magistrados y ministros por voto popular? La experiencia nos dice que no resulta razonable hacerlo en el momento actual y tal vez tampoco en el futuro inmediato.
Hay otras prioridades, como componer las finanzas nacionales, detener la criminalidad y asegurar la permanencia y futuro de los programas sociales; como asegurar que la confianza de los inversionistas permita el flujo de capitales frescos; como evitar el deterioro del nivel educativo y modernizar y hacer eficiente al sistema de salud. Muchas tareas que ocupan el consenso y la participación de todos y para nada necesitan un gobierno sectario y excluyente.
Ya hay una nueva mayoría que el voto popular concedió y solamente un gobierno inseguro, incapaz de gobernar para todos, buscaría imponer con abusos y trapacerías, un régimen absolutista para el cual las minorías son estorbo y no ciudadanos para escuchar y atender.
Obtuvieron el poder, tienen el control del país y los instrumentos para sostenerlo; hablan de un cambio de régimen en forma abstracta, con más demagogia que razón. Acumularon poder, lo siguen haciendo, ojalá tuvieran claro para qué, pero lo dudo.