En México, como sucede en las sociedades con instituciones débiles y disfuncionales, especialmente en materia de seguridad, los linchamientos son frecuentes. Eso es grave de por sí.
Ahora, cuando tantos se preocupan por la salvajada taurina, valdría la pena mirar hacia este lado. La salvajada multitudinaria de asesinos y pirómanos.
La chusma enfebrecida de rabia inducida y furia contagiosa, seguirá apaleando y quemando personas a medio morir o de plano vivas. Son sus “usos y costumbres”. Malos usos y peores costumbres. Y nadie hará nada.
–¿Por qué?
Entre otras cosas por la compasiva comprensión presidencial hacia los violentos y las turbamultas enardecidas y criminales, a las cuales se les dispensa con el genérico “son cosas del pueblo”. Eso es más grave todavía.
Hace algunos años escuché, como todos, una frase vergonzosa del entonces candidato a la presidencia de la República. Era jefe del Gobierno de la Ciudad de México y en una de sus frecuentes peroratas de propaganda, dijo algo entre jocoso y grotesco:
–Si el pueblo a las doce del día, dice que es de noche, hay que encender las farolas el alumbrado público. Cito de memoria.
Pero el fundamento de eso es simple: el pueblo siempre tiene la razón, especialmente si es el cliente de la tienda llamada poder político.
Al pueblo hay que darle la razón (y la pensión) a cambio de votos.
Y des conveniencia es fácil pasar a la supuesta ideología populista: el pueblo como fuente inmanente de sabiduría, exactitud, axiología, ética y demás virtudes. Ninguna de las cuales, por cierto, le asiste universalmente ni a este pueblo ni a otro ninguno sobre la faz de la tierra. Eso es falso.
Eso se llama “populatría”
“…Con las tradiciones de un pueblo, con sus creencias –dijo en relación con un linchamiento con pretexto de robo sacrílego, tan funesto como cualquiera otro pretexto–, vale más no meterse… es parte de su cultura y las creencias de los pueblos originarios que representan al México que no termina de irse (por desgracia); el México profundo…”
Pero eso se extiende a otros análisis. Como este:
“…yo le tengo mucha confianza al pueblo, yo estoy aquí por el pueblo, no estoy aquí por el dinero, por la compra del voto, porque me apoyaron los medios de información, porque hice acuerdos con los potentados, no, no, no; al contrario, no querían los que se sentían dueños de México que yo llegara, ‘populista’ y no sé cuántas cosas más, ‘peligro para México’ y al final la gente decidió, porque el pueblo es mucha pieza y ya hay mucha consciencia en la gente.
“…Si gracias a nuestras culturas no se deshizo el país, porque somos herederos de grandes civilizaciones y en las familias, en los pueblos, en el México profundo se mantienen muchos valores, muchísimos valores, gente que si encuentra una cartera la devuelve y está pensando de que hay que hacer el bien sin mirar a quién, hay mucho en nuestro país, hay mucha honestidad.
“Los corruptos son unos cuantos (los asesinos tumultuarios no son corruptos son homicidas, nada más), que además se creen muy inteligentes. Por eso, México es muy grande. La mayor riqueza de México es la honestidad de su pueblo y por eso estamos avanzando, y por eso estoy optimista.
Y, además, vean la imagen de México en el mundo en los últimos tiempos, nos respetan.
“Entonces, ese es el mensaje, ese es el México profundo”.
Pues entonces cuando Biden , como prueba del respeto internacional, sólo por eso aludo a sus definiciones, nos llama su patio delantero, está equivocado. Su respeto debería ser tan grande como para decirnos, patio profundo…
De veras, con todo respeto, como suele decirse, ¿no hay límites para todo esto?
CARTONES
Es como cuando confunden la hamaca con el diván. No se puede. Explicarlo todo con manzanas y naranjas…