Afirman los científicos que después de que cayó un meteorito en las costas de Yucatán los dinosaurios se extinguieron en la tierra. Yo no tengo una malvada idea de cuál puede haber sido la relación, pues de científico tengo lo mismo que de agente 007. En fin, el hecho es que sin dinosaurios la lucha por la sobre vivencia de animales y humanos adquirió otras características. Ahora nos cayó un virus microscópico pero que también ha puesto al mundo al revés, de lo que no escapa la política y uno de los momentos axiales de una democracia.: la lucha electoral.
La pregunta es: ¿Cómo cambiarán las campañas en un momento histórico en el que la cercanía con el prójimo es riesgosa? El drama es que las campañas requieren de cercanía y los candidatos necesitan como oxigeno baños de multitudes para fortalecer a los simpatizantes y contagiar a los escépticos. La ONU ya tomó cartas en el asunto, la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas que está a cargo de Michelle Bachelet, manifestó que con motivo de la pandemia “los Estados tienen la facultad de limitar algunos derechos con el fin de proteger la salud pública”. Sugiere que las restricciones sean necesarias, proporcionales y no discriminatorias. Hasta el momento, que yo sepa, el Instituto Nacional Electoral no ha reglamentado con puntualidad cuáles serán esas restricciones en estas campañas. Si tomamos en cuenta la experiencia de Estados Unidos, podríamos decir que los mítines serán prohibidos y que todos los actos serán en lugares cerrados o abiertos, pero con protocolos sanitarios rígidos. Un estudio de la Universidad de Stanford ha estimado que, tan sólo 18 de los mítines de campaña de Donald Trump, ocasionaron 30 mil contagios y 700 muertes por Covid-19. De entrada no vote por un candidato que lo invite a un mitin, francamente véalo con recelo, no creo que aprecie mucho su integridad física.
Anteriormente las campañas eran personalizadas, cara a cara. Alguien resumía la actitud con la frase: “Mano que se saluda, no tira piedras”. Pues esto queda suprimido y estaremos en campañas por línea. Los receptores en un mitin compartían un mismo espacio, coincidían en simpatías. Todo será diferente, ahora los receptores estarán en circunstancias singulares. Sin la emoción de más gente, observarán los discursos en un medio frío como es la pantalla de una computadora. La perspectiva del elector no es terreno fértil para la retórica, se necesita una forma de persuasión más racional que emocional; el carisma y el calor humano de los candidatos populacheros pasarán por cedazos más inciertos. Los receptores invisibles gozarán y aprovecharán el anonimato, el diálogo con los candidatos será todo un desafío.
Recuerdo que en una ocasión le preguntaron a un candidato priísta por qué había perdido, cuando otros candidatos de su partido habían ganado. Respondió: “Tuve la desgracia de que a mi me tocó un electorado muy pensante”. En otras palabras, necesitaba electores más mensos para que votaran por mí, El gran reto de esta campaña bajo el signo ominoso de la pandemia será de cómo seducir, ahora fundamentalmente con razones, cuando en el pasado eran las emociones y luego las convicciones, las que inclinaban la balanza del voto. Todos, partidos, candidatos y electorado tenemos mucho que aprender.