Los analistas coinciden en que el futuro del éxito de los gobiernos depende de la eficacia que tengan en el manejo de la pandemia. Si es cierta esta hipótesis el destino de la Cuatro T estaría muy magullado. Simplemente el manejo que se ha hecho del Covid ha sido un desastre. El Presidente recibió el drama con la famosa frase que tuvo una difusión internacional: “Nos cayó como anillo al dedo”. De ahí para el real ha sido un holocausto de nopal. Me aburre hacer el recuento del via crucis a que el gobierno ha sometido al pueblo. Baste decir que somos el país que tiene más muertos por cada cien contagiados, 9.8. Según esto las cantidades de contagiados son cerca de un millón y de fallecidos aproximadamente cien mil, Cifras que, incluso, se consideran optimistas, ¿Hasta qué punto ha afectado a las simpatías de López Obrador? Algunos analistas lo comparan con Trump, que también ha sido nefasto en el tratamiento del virus. Incluso algunos le atribuyen su derrota en las elecciones precisamente por esta causa y, en consecuencia así lo deducen, el electorado mexicano, también le pasará la factura al Presidente en las próximas elecciones.
La suposición no me convence, Trump amplió sus simpatías con diez millones de votantes más que en las elecciones pasadas. Creo simplemente que la comparación no permite sacar conclusiones semejantes. En México la consecuencia podría no tener tan graves efectos en la imagen del Presidente o podría ser peor, pues el virus, que en ocasiones no es tan grave, ha detonado otro tipo de enfermedades que ya padecían desde antes los contagiados. El Corona virus ha sacado a flote todas las deficiencias del sistema de salud del país, hasta el problema del abasto de las vacunas. No sé si mi impresión es particular, pero creo que lo más grave de todo, es la sensación de que el gobierno ha perdido la brújula en el tratamiento del problema y anda dando de tumbos como ciego buscando un salero en cocina ajena.
El Presidente ha tomado la cuestión del cubre bocas como una casus belli, le ha declarado la guerra a la opinión de los científicos, de las organizaciones internacionales de salud. Incluso ha manifestado su desdén a todos los países, e incluso a Estados de la República, que ya lo consideran obligatorio e imponen multas a los desobedientes.
Me confunde, me indigna y me da risa el capricho presidencial. Le ha puesto al cubre bocas una carga significativa, entre política y emocional. Símbolo imprudente y desafiante al más elemental cuidado de sí mismo y de la gente. Es una tontería científica, política y social abrumadora. Me enviaron un video, aparece el Presidente en un aeropuerto, él era la única persona que no traía cubre bocas. Un pasajero le ruega: “Señor Presidente, póngase el cubre bocas”. Su respuesta a la sugerencia acomedida fue: “Usted es un provocador”. El interlocutor, sin cambiar el tono respetuoso, le reitera: “Señor Presidente, denos el ejemplo y póngase el cubre bocas”. La respuesta fue la misma: “Usted es un provocador”. No entiendo la mecánica cerebral del Presidente. ¿Será un desplante? Algo así como: “Soy muy macho y no me parezco a nadie”. ¿Pensará el Presidente, que si se pone el cubre bocas se le pegará a los labios y confundido con la piel nunca más podrá volver hablar? Sospecho que la explicación no la pueden dar los politólogos sino los psiquiatras.