Toda campaña es una renovación de la esperanza. ¿Cómo despertarla hoy, en este momento turbulento de auténtica desesperación económica, social y anímica? Es una época muy difícil, la gente, válgase la ironía, ya no le cree ni a los magos. El panorama es tan negro, como ese cuadro que estaba todo pintado de negro y que se titulaba: “Dos negros peleándose en un túnel”.
La pandemia ha aumentado la irritabilidad social pues los problemas se han agudizado, hay mayor pobreza, desigualdad y crisis política. Las repercusiones no solamente golpean a los de siempre, a los más desvalidos, también atropella a las clases medias. Se vive entre los llamados a quedarse en casa y no correr riesgos personales o, en su caso, la disminución de los ingresos hasta afectar las posibilidades de adquirir lo mínimo de bienestar o el desempleo. Como bien señala Neldy San Martin: “Estamos en la misma tormenta, pero no todos en el mismo barco”. Ver pasar a gente asomándose desde la popa de un trasatlántico y los que resisten el oleaje en barquitos que apenas flotan, ha reactivado con gran virulencia lo que vislumbraba ese viejo barbón alemán que se niega a pasar de moda: la lucha de clases. Ante la profundización de la desigualdad Marx ha resucitado.
En estas circunstancias ¿cuál puede ser el discurso electoral? En primer lugar, ya lo hemos escrito, pero no nos cansaremos de reiterarlo, el clima espiritual de resentimiento no puede caer en la tentación facilona de acicatear más el odio, la polarización y la división social. Al contrario se demanda un discurso respetuoso de los adversarios, ejemplo de civilidad; sin ningún dejo de discriminación o de violencia en razón de género.
António Guterres, Secretario General de la ONU, en un discurso reciente afirmó: “El populismo y el nacionalismo han fracasado. Usados como enfoques para contener el virus, muchas veces han llevado a un empeoramiento palpable.” En el fondo de la cuestión es que el discurso político ya no tiene como identidades izquierdas o derechas, socialistas o liberales. La fragilidad de la vida obliga a otro tipo de referentes. La verdadera interrogante es: ¿Qué propone cada candidato para cuidar la salud, garantizar la seguridad e impulsar el crecimiento económico? Esta jerarquía de valores obliga como primer tema del discurso del los candidatos a plantear la forma de cómo van a enfrentar la pandemia. Voy a dar una pista por qué candidato no deben votar, No crean en el candidato que los apapache y afirme que serán los políticos y el gobierno quienes resolverán el problema. Falso, la reflexión y las decisiones deberán ser multidisciplinarias y los científicos deberán tener la voz cantante. El Estado debe ser un estado benefactor para los más vulnerables, pero debe aceptar que sólo no podrá resolver el problema; todos deberemos estar involucrados en la solución. La pandemia debe servir para aumentar la eficacia del gobierno e impulsar la democratización del país, no solamente con más derechos sino también con más deberes ciudadanos. La renovación de la esperanza no puede estar basada en la presunción de la autosuficiencia del poder público sino en un diagnóstico autocrítico en el que deslindamos compromisos y compartimos la responsabilidad.