Mucho se ha dicho y más se dirá sobre la reciente simulación electoral, que pondrá al nuevo Poder Judicial a los pies del presidente en turno y que llevará a un grado extremo la corrupción de la justicia en México; pero debe señalarse otra gran perversidad, porque es felonía también deteriora severamente a nuestra vida democrática.
Me refiero a la degradación del sufragio como instrumento de los ciudadanos para constituir los poderes legislativo y ejecutivo en los distintos ámbitos de gobierno. Las tómbolas y los acordeones que el pasado 2 de junio sustituyeron a la voluntad ciudadana para deformar al nuevo Poder Judicial llegaron para quedarse, y mandaron un claro mensaje a la población, haciéndole creer que es imbatible el poder de esa pandilla delincuencial; que para el ciudadano será igual votar que abstenerse de hacerlo, porque todo estará legitimado con acordeones y el acarreo de unos pocos ancianos a las urnas; que el resultado siempre será “inédito, impresionante, maravilloso y democrático”, como afirmó “la mejor presidenta del mundo” (calificada así por el que gobierna desde su pantano).
Ha sido evidente la regresión política en México: el año pasado, una elección de Estado llevó a la presidencia del país a la designada por Tartufo; después vino la inconstitucional mayoría (des)calificada en el Congreso; y, últimamente, el atraco que sustituye a los juzgadores por incondicionales del régimen, a través de tómbolas y acordeones que falsifican de la manera más grotesca la vida pública de nuestra patria.
El mensaje fue contundente para el “pueblo bueno” y el no bueno: “tenemos la mejor democracia del mundo”; no se molesten en ir a votar, con unos cuantos la hacemos, nosotros pensamos y decidimos por ustedes; unos pocos sufragios de pensionados, las democráticas tómbolas y los infalibles acordeones, reflejan fielmente la voluntad mayoritaria. ¡A tal indecencia han llegado estas sabandijas!
Todo lo anterior justificó que más del 90 por ciento de los electores repudiaran la farsa que desnaturalizó al Poder Judicial, pero no olvidemos que el principal enemigo de la democracia es el abstencionismo. Claudia Sheinbaum obtuvo la presidencia con 35 millones de votos, pero 40 millones no acudieron a votar. También éstos son culpables de la destrucción de nuestras instituciones republicanas y del mayor oprobio que se cierne sobre México.
Pd. Quienes están de plácemes porque “un indígena” presidirá la Suprema Corte son ignorantes, idiotas y racistas, pues nada tiene que ver lo indígena con la impartición de justicia, y lo que de él debe esperarse es que se someta a la Constitución y no al perverso obradorato. Si la raza es lo que cuenta, ¿por qué nadie reprocha que la primera mujer en ocupar la presidencia de la república sea de origen lituano y búlgaro?