Un joven llamado Mario de complexión normal y con un alto sentido de fanatismo interior hacia lograr un mejor México a punta de golpes y violencia —porque así fue enseñado— recibía las órdenes de un par
Uno de los momentos de mayor incertidumbre fue el ver a tantos indígenas fallecidos con armas de madera —talladas como artesanía de la región, eso sí, con lujo de detalle— pero que les daban a los militares un sin sabor, debido a considerar que las armas eran de grueso calibre ¡no al menos para los indígenas que defendieron las ciudades!
¡Los “indígenas” del interior de la selva estaban fuertemente armados! calibres profesionales de manufactura rusa.
—Aquí halcón de jade a móviles de plaza… ¡contesten! — resonaban las hélices del hércules C-130.
—¡Líder jade! el enemigo está controlado y a los alrededores de la selva observamos caídos guerrilleros, algunos que han sobrevivido tienen acentos de centroamericanos ¡no son mexicanos! ¡prosiga con la inspección! capturen y entrevisten.
—Atentos a nuevas indicaciones.
La patrulla de “humys” que rodeaban los sitios del primer ataque, van hasta cierto punto confiados ¡pero alertas! de que en la espesa selva aún había guerrilleros que replegaron los embates de los pumas, al ingresar a un camino estrecho de la selva ¡escucharon la activación de las alarmas de ataque! y de inmediato regresaron por el camino hacia San Cristóbal de las Casas.
—Aquí central de base… ¡atentos jaguares! ¡fuego en el cuartel de San Cristóbal! —Informaba comunicaciones a las patrullas de circunscripción.
¡La velocidad era extrema! a pesar de que no son unidades de velocidad, los “humys” alcanzaban fuerza en terreno por sus condiciones ¡los artilleros y equipos de reconocimiento se tomaban con fuerza de donde pudieran para no caerse!… ¡abruptos saltos!
Un grupo perfectamente armado del EZLN con fusiles FN FAL de manufactura Belga ingresó a la XXXI zona militar ¡más de trescientos hombres que se reconocía su experiencia de guerrilla! corrían entre las murallas y los campos de entrenamiento, agazapados y disparando de vez en cuando a los vigías que sostenían el asalto, todos uniformados de guerrilla y bien adiestrados, así como manchas blancas y azules en sus uniformes ¡distintivos!
Cuando llegaron los “humys” – ¡más de veinte! fueron recibidos a disparos de los rifles semiautomáticos checoslovacos, altos calibres y ráfagas de fuego brillaban la selva.
— Aquí base central a líderes de escuadrón ¡informen halcones de la situación!
—Aquí Jaguar uno… ¡metralla y disparos por todas partes!
—Halcón de Jade tu situación… ¿me escuchas?… ¡Halcón de Jade…!
—¡Están regados por todas partes, tratan de asaltar la plaza!
—Disparos a objetivos sin medida y resguardo… ¡sostengan la plaza! ¡va el apoyo!
Cuando los vehículos, desde diferentes patrullajes, venían desplazados a toda velocidad… ¡minas explotaron en el camino y volcaron a más de la mitad de los “humys”! ¡varios efectivos perdieron la vida en la maniobra…!
—¡Aquí halcón de jade! móviles de patrullas alfa y centauros fueron repelidos ¡hay caídos!
Desde el fondo del horizonte de San Cristóbal, una hermosa ciudad colonial rodeada por la maleza de la selva chiapaneca, 957 240 hectáreas de un inexplorable y espesa naturalidad, más de doscientos mil indígenas que rodean esta ciudad, repartidos en diferentes poblaciones y comunidades ¡ahora están armados! lo que ocupaba base central y a comandancia suprema del ejército nacional, era la situación de tenerlos organizados ¡y con rango!
—¡Halcón de Jade dispara a mandos en tierra de los insurgentes!, tienes permiso.
—¡Entendido!
Las potentes líneas de fuego que salían de la boca del hércules dejaban claro la fuerza a la que se enfrentaban los centroamericanos infiltrados en el EZLN… ¡las rayas de fuego tenían como remitente los cuerpos de indígenas y asaltantes!
¡Los cuerpos destrozados solo salpicaban el verde espeso de la selva!
La caída de la zona militar de San Cristóbal fue inminente el 8 de enero de 1994; después de haber tomado Rancho Nuevo el EZLN el 4 del mismo mes, la comandancia suprema del mando militar nacional envía a las patrullas de inteligencia a dar un repaso a todas las zonas en conflicto.
¡Perder San Cristóbal! es el bastión más importante en la estrategia de tomar toda la zona selvática.
Un avión monoplaza Pilatus PC-7, piloteado por el experto de aviación mejor entrenado en ese momento: ojo de jaguar —nombre clave— arremete contra la base de San Cristóbal con misiles de manufactura norteamericana — aunque el avión es de diseño suizo tenía estrictamente prohibido México utilizarlo como avión de combate, ¡porque era solo de entrenamiento! — hace maniobras para evadir los antiaéreos que salían de la selva —¡Aquí ojo de jaguar! antiaéreos desde la base del camino a San Cristóbal! …casi me da—.
—Ojo de Jaguar aquí base de mando dispare los misiles adaptados… tiene permiso.
—Envío primer regalo a los insurgentes…
Las fotografías que enviaba el satélite Morelos I a comando militar nacional permitían establecer bien la ubicación, cerca del golfo de México, misiles de teledirección y termo dirigidos, salían de las bases militares secretas, hacia los destinos perfectamente coordinados ¡dando en el blanco! los guerrilleros quedaron absortos al poderío y las maniobras del Pilatus FZ 22 y la rapidez del contra ataque.
Un comando antiaéreo del EZLN tuvo en tiro al Pilatus FZ 22… lo midieron… observaron sus maniobras… ¡dispararon!
¡Ojo de jaguar observó la línea de nube que dejó el misil que venía directo hacia él! emergió del corazón de la selva esta zona que se denominó: desierto de la soledad —¡en un suspiro recordó a sus hijos! — ¡no se inmutó y lanzó el último misil dirigido a la base de armamentos del EZLN!
—¡Disparo misil a desierto de soledad! —fue el último mensaje del piloto con torre de base de control de la fuerza aérea mexicana.
—¡Derribaron ojo de jaguar! el piloto no pudo activar la eyección ¡perdió la vida!—Informaba torre de control a comando uno.
—Destruyó el objetivo, el armamento de grueso calibre del ejército de liberación.
¡Los vítores no se dejaron de escuchar!
Hotel Ejecutivo Santa Isabel madrugada del 23 de marzo de 1994.
El teléfono del cuarto 14, del hotel de Culiacán Sinaloa, ¡sonaba demasiado fuerte!… ¡no solo despertó al candidato! los vecinos del cuarto contiguo le pegaron a la pared para que lo contestara rápido.
—¡ya voy!… ¡ya voy…! ¿quién chingados será? — ¡el cuarto más que de lujo pareciera de camino! un hediondo baño a orines, una cama ¡limpia sí! pero la alfombra manchada como si fuera el lugar de fiestas clandestinas, un pequeño buró de color blanco perlado, un clóset grande de color claro ya roído por el uso, una televisión de pantalla grande, le daban al lugar un sabor a” hotelucho” gringo, de película barata.
—¡Bueno…! ¿quién madres habla a esta hora?
—¿El señor Colosio?
—¡Sí cabrón! ¿eres tú Alejandro?… ¿ya es la hora?
—¡Le pedimos de la manera más atenta que decline de ser presidente…! ¡o se va a arrepentir…!
—¿Pero qué chingados? ¡bueno!… ¡contesta cabrón si tantos huevos tienes! ¡puta madre!
¡De inmediato el candidato se dio un baño y bajó al desayunador! ya lo esperaban Ernesto Zedillo —un académico y ex secretario de programación y presupuesto del presidente actual, el único que también había renunciado a su cargo, para dirigir la campaña— así como su escolta personal.
—¡Buenos días Donaldo!
—¡Días Ernesto…! ¡otra vez el cabrón del teléfono!
—¿cuántas van?
—¡como seis llamadas!
—¡no hagas caso!
Se sentaron a desayunar, mientras que Donaldo leía las páginas de los periódicos nacionales.
—¿A que hora partimos a Tijuana?
—¡En unos minutos candidato!
—¡Bien!, me da tiempo de afinar el discurso.
Lomas Taurinas —una barranca demasiado cerca de la frontera con los gringos— es uno de los barrios más populares de Tijuana, tal vez ¡el nido de delincuencia y picaderos más famoso del país! así como el de trata de mujeres y niños, esperaba con ansiedad, al primer candidato a la presidencia que no venía de una escuela pública, que tenía estudios avanzados a sus similares y contaba con las cartas credenciales, para lograr un México de transformación y cambios, que la gente anhelaba.
Con su lema ¡Veo un México con hambre de justicia! tenía en la bolsa a los electores, a los medios de comunicación nacionales y a todo el campo internacional que deseaban lo mejor para estas tierras aztecas de gran historia y de saqueos políticos contantes.
En una fonda mal limpiada un joven llamado Mario de complexión normal y con un alto sentido de fanatismo interior hacia lograr un mejor México a punta de golpes y violencia —porque así fue enseñado— recibía las órdenes de un par que, a primera vista, ¡parecían los famosos judiciales! pantalones de mezclilla cafés, camisas de estampados de fuego rojo y azul, lentes oscuros, unas cadenas de oro con sus nombres inscritos en diamantes ¡una en cada mano! anillos con un escorpión, un centenario colgado en el cuello, donde les faltaban dientes los suplían de oro ¡aún olían a la fiesta anterior y no precisamente solo a wiski!
Le dieron las indicaciones a Mario, quien esperaba nervioso los detalles de la operación.
Cuando se retiraron el par de malandros a la señora de la fonda le regalaron unos fajos de dólares de a cien.
—¡Arregla esta pocilga! un día vas a enfermar a alguien.
¡La señora les mentó la madre cuando se dieron la vuelta!
Cuando la camioneta que llevaba al herido candidato, hacia el hospital —que ya se había marcado ruta para sacarlo de México— un grupo táctico de la policía de Tijuana, les hizo el alto.
—¿Qué traen allí?
—¡Deja pasar cabrón! traemos al candidato herido ¡no mames! — les gritaron.
—¡Acredítense! —a la vez que el grupo táctico les mostraron las armas de grueso calibre, unos apuntado a los escoltas otros hacia las llantas de la lujosa camioneta, que en ese momento estaba llena de sangre.
—¡Déjense de pendejadas! ¡den paso! qué vamos con el candidato herido— les aventaban rugiendo el motor de la camioneta, el chofer trataba de ver por el retrovisor la calidad de la herida—.
—¡Deja pido autorización!
¡Ya el candidato en ese tiempo era difícil que aún siguiera con vida! los escoltas se desesperaban y se miraban entre sí ¡no era posible de creer!
—Pueden pasar…