Marcelo Ebrard es el secretario que mejor conoce la materia de su encomienda y el que ha demostrado mayor actividad y comprensión de las relaciones internacionales, después de los fiascos de los tres cancilleres improvisados de Peña Nieto: Mead, Ruiz Massieu y Videgaray, que llegaron y salieron de sus encargos sin haber entendido de qué se trataba. Marcelo es egresado de El Colegio de México, donde tuvo como maestro de negociación internacional a Manuel Camacho Solís, también exsecretario de relaciones exteriores y comisionado para la negociación de la paz en Chiapas, cuando el levantamiento del EZLN, a quien acompañó como subsecretario y como asistente en el diálogo de Chiapas.
Como producto de la estrategia mexicana hacia América Latina, el diálogo que se celebra entre el gobierno de Maduro y la oposición es un claro ejemplo del prestigio alcanzado por México en la región. Esta acción tiene historia en otros momentos en que ha figurado México como mediador en los conflictos internos en Nicaragua, El Salvador o Guatemala. Ahora el escenario se cambió del Castillo de Chapultepec al Museo de Antropología, por si el cambio de forma tiene fondo interpretable.
En las relaciones internacionales existen distintos mecanismos para la negociación y solución pacífica de los conflictos: Los buenos oficios, la investigación, la mediación y el arbitraje. Todos ellos son instrumentos de la diplomacia y de la cultura de la paz. Con esta iniciativa de buenos oficios para el diálogo entre la oposición y el gobierno de Venezuela, México recupera el papel privilegiado como interlocutor, que tuvo en otros tiempos. El diálogo ha sido facilitado por las autoridades noruegas, quienes también propusieron que México fuera sede, es decir, México es también reconocido por un país europeo de gran tradición mediadora.
Abona al logro de Ebrard en política exterior, el hecho de que la OEA y en especial el otrora famoso, por intervencionista, “Grupo de Lima”, están de capa caída. México aporta el equilibrio requerido para el papel que está desempeñando, ya que está lejos de ser considerado el portavoz de Estados Unidos y también de disputar el liderazgo de Brasil. El propio Bolsonaro ha echado por la borda cualquier posibilidad de considerar a este país como mediador en un conflicto como el de Venezuela.
La mesura del reconocimiento otorgado por López Obrador al gobierno de Maduro y los errores cometidos por el intervencionismo de Luis Almagro que ha hundido el escaso prestigio de la OEA y se ha convertido en un lacayo evidente de Estados Unidos, lo descalifican para cualquier acción mediadora. El Grupo de Lima cae un peldaño más con la reciente elección de un presidente de izquierda en Perú. El tablero geopolítico de América Latina ha sufrido cambios importantes que México aprovecha para posicionarse nuevamente en un nuevo liderazgo político en la región. Bolivia ha sido recuperada por el MAS; Cuba ha librado la ola de protestas con la ayuda de numerosos países amigos, entre ellos México; Argentina tiene de vuelta a la izquierda peronista; Perú ha encontrado un respiro con la elección de Pedro Castillo; Lula ha recuperado su libertad y es un serio aspirante a retomar el poder en Brasil; Chile se encuentra en un debate nacional para crear un nuevo pacto constitucional, ante el fracaso de la constitución de Pinochet, hecho evidente con las manifestaciones masivas del pasado reciente. Nuevas realidades y nuevas perspectivas para América Latina, en que México adquiere cada día mayor relevancia y prestigio. La política internacional no sólo se basa en el poder, sino principalmente en el prestigio.
No depende de México el éxito de las negociaciones entre el gobierno y la oposición, el hecho de que se realicen en este país es en sí un gran éxito de la política exterior mexicana. Si Estados Unidos, Canadá y le Unión Europea levantan las sanciones criminales contra el gobierno de Maduro que han repercutido en escasez y pobreza en el país venezolano sería un logro de los negociadores, si se logra que la oposición participe en el proceso electoral de noviembre en Venezuela, contribuirá tanto a que la oposición se posicione y avance en la democracia de ese país que ahora cuenta con una integración más equilibrada del poder electoral, pero Maduro también se verá más legitimado para conservar el poder y permitir unas elecciones en 2022 mucho más aceptables para los estándares democráticos internacionales.
El gobierno venezolano presenta formalmente dos exigencias vinculadas al levantamiento de sanciones: El reconocimiento de las autoridades legítimas y constitucionales de Venezuela y la renuncia a actos de violencia y conspiración por parte de la derecha. El regreso a la mesa de negociaciones de parte de la oposición representa un cambio de rumbo, ya que en el pasado Guaidó acusó a Maduro de utilizar el diálogo para ganar tiempo y aliviar la presión internacional. Ahora la delegación de la oposición incluye a Tomás Guanipa, quien será representante de Henrique Capriles, es decir, un fuerte opositor al liderazgo de Guaidó quien sostiene que se puede ganar en el próximo proceso electoral si se participa. No es el todo o nada de Guaidó.
El gobierno venezolano abandonó el diálogo de 2019, que se hizo en Barbados y Noruega, luego de que Estados Unidos endureció las sanciones en su contra. Ahora hay un nuevo inquilino en la Casa Blanca, que ha endurecido la política exterior hacia sus enemigos, llegando a confrontar directamente a Rusia y a China, pero que ha tenido algunas variantes en su actitud hacia América Latina. Habrá que ver cómo se comporta ante el diálogo de México, por lo menos es bien visto en la Casa Blanca. Buenos augurios para todos.