Todos somos testigos del proceso constante de urbanización, que en muchos de los casos provoca la des-naturalización, sin embargo, cuando nos detenemos a pensar y planificar los espacios de naturalización, nos encontramos con varios dilemas, por ejemplo: se quiere agrupar o dispersar con un área verde, integrar o segregar, atraer o repeler y, abrir o cerrar.
Todos estos dilemas, aparentemente son fáciles de resolver, sin embargo, cuando pensamos en las personas, que justo habitan el espacio urbano, ya no es tan sencillo tomar una decisión.
En el primer dilema, actualmente con el crecimiento de la ciudad, resulta más óptimo dispersar las áreas verdes en lugar de concentrarlas en un solo espacio, debido a que se facilita mayormente, encontrar un área cercana que una que se encuentra concentrada a mayor distancia. Y seguramente, la más cercana favorezca el agrupamiento de personas, que además pueden ser personas conocidas.
Y lo mismo ocurre cuando pensamos en esos espacios verdes o naturalizados, si los queremos para solo caminar, o estar sentados, o para ver, oír y hablar. O también para que edades los queremos, para infantes, adolecentes o adultos, o para todo tipo de personas.
Lo cierto es que un espacio naturalizado dentro de la ciudad, nos convoca a convivir, a hacer de nuestro tiempo, un espacio agradable y en paz, a respirar sanamente, a hacer ejercicio, a observar personas y todo lo que está a nuestro alrededor, a oír el canto de las aves y otras cosas más.
Los ciudadanos no pueden estar en los espacios de automotores o en los espacios privados que no le pertenecen, por ello, el espacio público verde, resulta muy importante. Y aunque no podamos ocuparlo, como sucede con los camellones o glorietas, si lo disfrutamos visualmente y de manera intangible, de sus servicios ambientales como la generación de oxígeno, la remoción de contaminantes y la termorregulación del microespacio urbano.
La ciudad en sí misma es sólo una manera de vivir, pero ésta, sin la naturalización resulta diferente.
Estos espacios públicos verdes o naturalizados, son atrayentes, y nos invitan a agruparnos o concentrarnos, incluso más que los centros comerciales.
Dichos espacios nos invitan a repensar nuestras relaciones con la naturaleza y a su vez con los propios humanos, así como el entendimiento entre el espacio de los edificios (o casas y comercios) y los espacios naturalizados o verdes.
En la actualidad, se puede considerar como una aportación, de lo ambiental al urbanismo.
Y en Querétaro, ha comenzado a cambiar de una visión meramente estética (de la vegetación) a una funcional y ecológica.
Está naturalización de los espacios urbanos nos exhorta a comprender todas esas sutiles cualidades a lo largo de la historia de los asentamientos humanos habían tenido relaciones con la naturaleza urbana, como un proceso social de convivencia y mejor calidad de vida.
Así, el carácter de la vida entre las construcciones de la urbe, varía con los cambios en la situación de la sociedad, donde la naturaleza o espacios verdes han influido notablemente. Hoy en día en algunos países como Francia, las explanadas centrales, comienzan a suplirse con la revegetación Y en Querétaro las plazas públicas cuentan con vegetación, con lo cual el ciudadano las disfruta mejor.
El fin último o primordial, es el de cuidar de las personas, del bien común y de la valiosa vida de tener vegetación en las calles, plazas, glorietas, camellones, jardineras, parques y ANPs.
Se trata de un nuevo enfoque en el urbanismo, el enfoque del humanismo ambiental.







