En 1822 circulaba una moneda de ocho reales con la vera efigie del emperador Agustín 1º, a pesar de todo, misa en la Profesa incluida, consumador de la Independencia.
Su cabeza desnuda, como un César, lucía hemisféricamente, de moneda, como dijo Ramón de Cuauhtémoc. En el reverso de los ocho reales, se grabó un águila escuálida y chichicuilotesca verdaderamente horrorosa. Muy fea, muy pobrecita. Más parecía una zopilotita.
Años más tarde, en el año 2010, el gobierno conservador, reaccionario y panista (así se le conoce en la neo historia), emitió una serie conmemorativa, en una de las cuales también lucía el augusto perfil del monarca de pacotilla.
En el reverso de esta pieza, ya no aparece aquel horrible pajarraco, sino –con las de la ley–, el águila mexicana plena y orgullosa, obra del artista potosino, Eppens, por encargo de Díaz Ordaz.
Pero a partir de ese tiempo, desde ese desastroso bicentenario panista, cuyo monumento a la nada es conocido por los mexicanos como “La suavicrema” (un doble prisma de ónix rectangular cuyo dispendio lo consagró como símbolo de la corrupción calderonista), don Agustín seguía errabundo, como alma en pena, de los llanos de Padilla, Tamaulipas, donde fue fusilado.
El grave error de Iturbide, al menos en parte, (dice O’Gorman), fue considerar las revoluciones de 1810 y de 1821 como “acontecimientos enteramente desligados e incompatibles, con una sola y obvia consecuencia: a él, y nadie más, le correspondía la gloria de haber independizado a la Nueva España.
Hoy –no conozco otro antecedente–, el Banco de México ha emitido un billete de 20 pesos con la imagen del ejército iturbidista en su entrada triunfal a la ciudad de México, antaño jolgorio, alegría y patrioterismo sin fin. Reproduzco parcialmente una crónica:
“(AGG). – El día elegido para el triunfal arribo del Ejército Trigarante, que recibía ese nombre debido a las tres garantías que
defendía: religión católica, Independencia de México y la unión entre los bandos en guerra, era también el cumpleaños 38 de Iturbide. La Ciudad de México fue adornada con arcos triunfales, templetes, los balcones de las casas y los edificios públicos lucían colgaduras y pendones con los colores de la bandera tricolor.
“Todas las clases sociales, se habla de 60 mil espectadores, se volcaron jubilosos a las calles a vitorear y aplaudir a alrededor de 16 mil hombres y –poco se sabe- también algunas mujeres que desfilaron por varias horas hasta llegar a la Plaza Mayor.
“A la cabeza del contingente iba el libertador, vestido de civil con botas, una casaca de paño verde y un sombrero con tres plumas; a su lado, Vicente Guerrero, el valeroso insurgente que pactó la unión.
“Al cruzar el arco triunfal, en la esquina del convento de San Francisco -en la actual calle Madero- el libertador se apeó del caballo para recibir de los regidores del ayuntamiento las llaves de la ciudad…”
Total, ambos acabaron asesinados. AI y VG.
Pues ese fasto tiene ahora una conmemoración cotidiana: un billete de veinte pesos (más o menos un dólar).
Pero no fue el gobierno 4-T quien puso la bandera y la estampa del libertador en las manos de los mexicanos, no; ha sido una institución autónoma (Banxico), para la cual, de seguro estas palabras significan poco o nada:
“Por esas singularidades de nuestra historia, la fecha que más celebra el pueblo de México es la del inicio, la del Grito y no la de la consumación de la Independencia nacional.
“A los mexicanos nos importa más el iniciador, el cura Hidalgo, que Iturbide, el consumador, porque el cura era defensor del pueblo raso y el general realista representaba a la élite, a los de arriba, y solo buscaba ponerse la diadema imperial…”
Esto lo dijo nuestro señor Presidente el 16 de septiembre pasado en el desfile militar.Y el cubano Díaz Canel, quien mucho sabe de la defensa del pueblo, estaba ahí.