Desde el génesis de la historia nacional, nos dice Rosario Castellanos, son las ideas cobijadas por los grandes espíritus las que han construido en el dulce capricho histórico, el camino de la dignidad; de ahí que hablar hoy en esta columna de las mujeres que nos dieron matria y libertad, representa una odisea y una afrenta a la historia oficial.
“La historia la escriben los vencedores”… escuché esa frase cuando tenía 10 años y leía sobre los héroes que nos dieron patria y libertad. Por mucho tiempo supe, junto a mi clase, que había existido un cura bondadoso que un buen día decidió hacernos una nación independiente, durante los festejos que denominamos “grito de independencia”, año tras año, escuchaba el nombre de varios hombres y el de una mujer: Josefa Ortíz de Domínguez, así de Domínguez, porque supongo no bastaba con su nombre.
Sin embargo al despertar de la conciencia, desde el feminismo, comencé a cuestionar la historia androcéntrica que ofrecen en los libros de la SEP y que refuerzan las instituciones así como las autoridades, en el espacio público a través de simbolismos, como los discursos, el nombramiento de calles y avenidas principales o los monumentos, por poner un ejemplo.
He llegado a la conclusión de que la historia, por siglos, ha sido escrita por los vencedores sí, a su manera, pero ha sido también mayoritariamente escrita por los hombres, individuos misóginos que han dejado a las y los mexicanos en la completa orfandad materna, al borrar a las mujeres que a punta de machetazos, de balas, de combates, de prisión, de derramar su sangre en los campos de batalla parieron la Nación Mexicana.
Hace apenas unos días se desató toda una discusión cuando la jefa de gobierno de la CDMX, Claudia Sheinbaum, anunció la sustitución de la estatua de Cristóbal Colón por un monumento a una mujer indígena. Desde aquí reitero la tesis de la Maestra Alicia Pérez Salazar: en cada una de las plazas públicas, está haciendo falta una estatua que consagre el nombre de alguna de las mujeres en cuyo corazón, se quemó el incienso de la libertad y la justicia.
Porque nosotras las mujeres tenemos un cúmulo de brillantes experiencias en la vida nacional, en un periodo lleno de contrastes, antagonismos, racismo y esclavitud, las mujeres estuvimos presentes, recordamos a la magnate Josefa Ortíz nacida en Michoacán: “camino apostólico de la libertad” a decir del maestro José Vasconcelos. Adoptada en ésta, la tierra donde tenemos para los traidores a la patria el cerro de las campanas, quien gracias a su valentía aún en contra de la voluntad de su esposo pudo poner en alerta a Miguel Hidalgo cuando la conspiración fue descubierta. Pero no únicamente eso, sino que pertenecía a la logia masónica, sin embargo nadie habla de ello o de las conspiraciones que organizaba , incansable, años después de la independencia para derrocar al nuevo emperador Agustín I. Nadie nos menciona el carácter determinante que tuvo María Josefa Ortíz Girón, para repudiar la invitación de la esposa de Iturbide, cuando ésta la instó a ser su “Dama de compañía”.
Otra de las heroínas de la independencia es Gertrudis Bocanegra, cuya participación en la historia es digna de citar, ya que por amor a la patria convenció a su esposo y a su hijo de unirse a los insurrectos, además de organizar toda una red de comunicación insurgente en Pátzcuaro y Tacámbaro con otras mujeres de la región, administró información, hasta que fue traicionada y apresada, sin perder la fortaleza y el temple soportó terribles interrogatorios, pero no emitió palabra alguna que pusiera en riesgo el movimiento independentista. Y antes de ser fusilada al pie de un fresno en la plaza principal de Pátzcuaro arengó a los presentes a unirse a la causa de la libertad, su sangre fue el pago por el rescate de su propia tierra.
Encontramos también en las páginas de la historia a la Dulcísima y Benemérita Madre de la Patria: Leona Vicario luchadora incansable, proveedora de armas y alimento al ejército rebelde. La primera periodista de México, la primera que habló frente al Congreso Nacional y la única mujer mexicana a quien se le han ofrecido funerales de Estado, ella la insurgenta, como bien nombra su biógrafo Carlos Pascual, es una de las que nombramos con orgullo porque la historia de México se ha construido lo mismo con las sangre de los caudillos que con los ideales de las mujeres que como Vicario escribían con el corazón mientras repartían sonrisas y armas para que su pueblo se redima.
Hoy nombramos a María Ignacia Rodríguez de Velasco, la güera Rodríguez, que no solo era un rostro hermoso, sino una de las financiadoras de la causa independentista, quien logró concretar la alianza entre los realistas e insurgentes para consolidar la Independencia del país.
En estas fiestas por un aniversario más de la independencia, somos Doña Manuela Herrera, mujer legendaria, quien se une a Javier Mina y es hecha prisionera, vejada, hasta desnudarla y hacerla caminar a pie cerca de 9.65 kilómetros mientras los soldados realistas festejaban la aprensión. Somos Antonia Nava, “la generala”, que ofreció a sus hijos como soldados, somos Catalina González ofreciendo su cuerpo como alimento para las tropas sitiadas. Somos Manuela Medina “la capitana” con las armas en las manos, soldadera en huestes que siguieron la espada relampagueante de Morelos, muerta en combate. Cuándo nos llegue la hora de gritar ¡Viva México! nuestra voz será la de Rafaela López Aguado ofrendando a sus hijos en aras de la libertad, nuestra voz será la de Tomasa Estévez, que ocultaba a los soldados de las iras del sanguinario General Flor y posteriormente fue fusilada, el grito de éste año es por su nombre y en honor de: Fermina Rivera, muerta en combate, Ricarda González, muerta en combate, Carmen Camacho, fusilada; Ana Villegas, fusilada; Manuela Paz, fusilada; Bárbara Rojas, sentenciada a trabajos forzados; Josefa Martínez, capitana insurgente, condenada a prisión perpetua; por las mujeres Zacatecanas que demandaron a la Primera República Federal de México Independiente ser reconocidas como ciudadanas.
Pero más importante, en ésta conmemoración el recuerdo de nuestras ancestras, como un acto de reivindicación, resonará en nuestras conciencias para que las mujeres de este siglo sentenciemos fuerte y claro que: esta Nación la hemos construido a la par que los hombres, nada nos han regalado, nada les debemos.
A pesar de la importancia que representamos, siempre hemos tenido que sobrellevar diversas vejaciones, empero y pese a ello las mujeres no hemos claudicado en nuestra lucha y de responder siempre al llamado de la matria. Hoy seguimos en pie de lucha desde todas las trincheras, en la academia impulsando reformas que nos ayuden a crear aulas libres de violencia; en la esfera privada generando la independencia individual, en la política dando batalla para lograr una representación sustantiva en todos los niveles de gobierno, seguimos en la brega eterna y digna del activismo, ya sea acompañando a otras o defendiendonos de fiscales que apresan, procesan y señalan con mayor mezquindad a quienes exigimos justicia antes que a los agresores. Las insurgentas del 2021, son las abogadas de las miles de mujeres violentadas, desaparecidas y asesinadas, que día a día en los juzgados o en las fiscalías combaten al sistema patriarcal que ha convertido a la justicia en letra muerta de los compendios normativos y las circunstancias diarias de nuestro México.
Es urgente políticas públicas viables y no de membrete, los buenos deseos ya no nos bastan, nombramos a nuestras ancestras porque son la llama encendida que nos impulsa a seguir en esta lucha constante por la conquista plena y contundente de nuestras libertades y derechos. Las páginas de la historia musitan: “Matria mía aquí están los recuerdos de tus hijas que al grito de sangre y corazón atenderán a tu llamado, pero ¡no olvides JAMÁS que sin Metztli no serías Padre y que sin nosotras NO SERIAS ETERNA!”.