Algunos medios suelen editar en días como este, historias increíbles para después explicar con cierto ánimo travieso la broma, la “inocentada”.
Es un recurso simplón (y por naturaleza inocuo) del 28 de diciembre, cuando algunos salen en busca de blancas palomitas a quienes engañar con trucos a veces cándidos, a veces medio crueles.
Por ejemplo, si un periódico publicara esta nota, sería indigna de la credulidad:
“…El Presidente de la República detuvo su recorrido por la zona de Badiraguato para saludar de mano y con afecto a la mamá del “Chapo” Guzmán quien le pidió su intervención ante el gobierno de Estados Unidos para repatriar a su hijo preso allá en una cárcel de altísima seguridad…”
Parecería una falsa noticia.
Casi tanto como esta:
“El secretario de Relaciones Exteriores y otros cinco ministros del gabinete presidencial acudieron con sus respectivas comitivas al aeropuerto internacional para recibir un avión con 3 mil dosis de vacunas, con lo cual comienza la campaña para inmunizar a cien millones de personas.”
También podría parecer un tributo al absurdo si alguien dijera:
“…el presidente de la República decidió rifar un avión, pero no se supo cómo dividirlo entre los seis millones de compradores de boletos para la rifa -que no se vendieron en su totalidad–, por lo cual se decidió entregar en metálico los pocos premios y quedarse con el avión…”
Por desgracia los ejemplos siguen y siguen.
La verdadera naturaleza de la Cuarta Transformación consiste, posiblemente, en hacer real lo inverosímil y extender la credulidad a toda la población, con el respaldo cotidiano y matutino de la propaganda obsesiva
Seguramente esta mañana muchos vamos a ver noticias increíbles ( todos somos Chumel), precisamente por ser producto de la imaginación festiva. Pero la costumbre en el actual gobierno de hacer las cosas por capricho, nos ha acostumbrado a convivir con el absurdo de manera muy constante.
Por eso ya no causan sorpresa ni los nombramientos extravagantes, como un agrónomo en Petróleos Mexicanos o una maestra de literatura inglesa en la Secretaría de Economía; una secuestradora en el Senado o un futbolista en el gobierno de Morelos.
Pero más allá de cómo se sigan acumulando los absurdos, como elevar el salario mínimo mientras a la burocracia se le esquilma el aguinaldo o se les ponen topes de percepción o no se le aumenta a “los de abajo”, la industria del entretenimiento se ha ganado un especio de amenidad con las conferencias mañaneras, en las cuales hay de todo, desde citas bíblicas, precios de la gasolina, y hasta Joan Manuel Serrat cantando poemas de Miguel Hernández.
Hace mucho tiempo el programa dominical de Raúl Velasco, era la posibilidad de entretener a quienes no podían ir al “Blanquita”.
Como ya ese teatro no existe más ni tampoco esa emisión de TV; pues gocemos entonces de un espacio cotidiano de matutina diversión.
Y uno podría seguir con ejemplos jocosos en el fondo; hilarantes, como ese monumental petardo de haber detectado robos en el Instituto Para Devolverle al Pueblo lo Robado, lo cual es una maravilla para la historia de la picaresca nacional.
Casi tanto como las explicaciones sobre la conducta de Pío, cuya irregular forma de recolectar fondos para el “movimiento” fue comparada con la generosidad de Leona Vicario, “Madre Dulcísima de la Patria”, con lo cual Pío viene siendo si no “pater patriae”, sí tío de la nación.
La interminable epidemia cuyo curso seguirá por lo menos durante todo el próximo año pues las vacunas con gotero nunca van a alcanzar para todos, excepto si de aquí al 2025 se interrumpiera la cadena de contagios, lo cual se percibe muy difícil, nos ha regalado en este agónico año momentos estelares.
Dos han sido notables entre todos ellos.
Primero, cuando el Señor Presidente conjuró desde su tribuna matutina al virus y lo retó a detenerse con una estampita del Sagrado Corazón de Jesús.
San Francisco de Asís, cuyo modelo de pobreza con frecuencia se exhibe en la arenga cotidiana, lo hubiera secundado en un coro celestial cuyas palabras podrían ser:
“…En nombre del padre del sacro universo, conjúrote, dijo ¡Oh! virus perverso…”
La otra maravilla, medalla de oro en el concurso internacional del absurdo, fue cuando el vocero López Gatell (quien obtuvo por eso la presea “Gatinflas”), epidemiólogo titulado en el Johns Hopkins, descubrió la “fuerza moral” en el tratamiento de las infecciones virales.
Cuando fue a los laboratorios Pfizer a compartir su invento, lo mandaron por un tubo.