En diciembre las cosas eran de un modo. En enero, son de otro.
Antes la esfera se describía redonda por todas partes; ahora el globo es un cubo; el cuadrado tiene tres lados y el triángulo seis.
Nadie puede discutir. El presidente ya lo ha dicho, suyos son la tesis, la antítesis, la síntesis; el sofisma y el silogismo. En sus propias palabras todo se contradice y se contrapone.
En diciembre, cuando el Instituto Nacional Electoral insistía en la imposibilidad de cumplir, por falta de presupuesto, con los requerimientos constitucionales para una consulta revocatoria del Poder Ejecutivo, el presidente dio dos soluciones.
Una (contraria a la ley) consistía en reducir el número de casillas por instalar. La Constitución prevé el mismo número de mesas electorales de la elección precedente, con las mismas garantías y dimensiones, ¿porqué? Porque se debe exigir lo mismo para poner a un presidente o retirarlo del cargo; es decir, un proceso nacional de iguales dimensiones o al menos, de igual convocatoria.
Si lo eligieron 30 de 60 millones de electores, por decir una cifra, no sería justo –en teoría–, removerlo por la decisión de cinco millones. Sería ilógico. No se puede, dice Anita.
Pero el presidente no lo consideraba así en diciembre. Por eso dijo:
“…el presupuesto contempla fondos para elecciones y consulta, lo contempla, aún no en la cantidad que ellos están solicitando.
“Bueno, con esos recursos, y aunque dijeran: ‘No vamos a poder instalar 100 mil, 200 mil, 300 mil, 500 mil casillas; nos alcanza nada más para instalar 10 mil, 20 mil, 30 mil’, pero cumplir con el mandato constitucional. No puede ser que, esgrimiendo de que no tienen presupuesto, no quieran hacer la consulta, o eso es lo que se está interpretando por sus actitudes…”
Pero la imaginación presidencial no se agotó ahí. También ideó un “Plan B”.
“… es hacer una colecta para contratar unas 10 empresas encuestadoras de prestigio en México y que se preguntara lo mismo “¿quieres que siga de presidente Andrés Manuel López Obrador o que renuncie?”. Entonces no llevaría mucho tiempo; incluso, puede ser telefónica y otra parte domiciliada, y se tiene el resultado y se da conocer el resultado…”
Evidentemente todo esto es una maniobra política para enfrentar al Instituto Nacional Electoral con la opinión pública y achicarlo hasta la caricatura para darle al gobierno mayor intervención electoral. Se le ha creado, la fama de opulencia dorada, de burocracia insensible. Y en ese terreno, el presidente gana.
Para vencer a un enemigo, basta mostrar su riqueza mal habida. No falla.
–“…Es que no se puede destinar dinero del presupuesto, según Hacienda, que ya está autorizado con otros propósitos, otros fines. Entonces, ellos tienen que cumplir con la Constitución y hacer la elección, hacer la consulta.
–¿Aunque sea con menos casillas?
–La tiene que hacer como lo establece la Constitución, con todas las casillas.
–¿Las 160 mil? ¿No aceptaría usted un tercio?
–No, si no es asunto conmigo, no es conmigo, es con la ley, o sea, no es un asunto… Es con la ley”.
Pero la ley tan vehementemente defendida es la misma de cuando él proponía 20 o 30 mil casillas o cuantas se pudiera; la ley es la misma y jamás ha contemplado sustituir con una encuesta telefónica, a un órgano electoral del Estado.
En diciembre una cosa. Ayer, otra. ¿Por fin?
–No es conmigo, es con la ley, ha dicho
Y vale preguntar, ¿en diciembre había otra ley o seguimos con la misma cuyo exacto cumplimiento antes no preocupaba?
PIFIA
Habla Ricardo Sheffield, Procurador Federal del Consumidor, de los gasolineros defraudadores y su lucha “para evitar que no se den litros incompletos”.
¿No sería mejor evitar que se den litros incompletos?
¡Ay!, Ricardo, las ganas de lucirse en la mañanera…