Terminada la cumbre de la COP30. Solo discusiones y pocos avances urgentes para enfrentar el cambio climático.
Ahora ya es historia que no se lograra alcanzar la meta del 1.5C°, sobre todo por el record del 2025 (de 38,100 millones de toneladas) que aumentaron las emisiones, que representa un incremento del 1.1% con respecto al año anterior. Y es muy importante señalar la concentración de CO2 en la atmósfera, que alcanzó 425.7 partes por millón, lo cual ya es muy alto.
Durante la cumbre hubo protestas de las comunidades indígenas de Brasil y un fuerte posicionamiento de los pequeños países que son los que menos emiten emisiones y que reclaman la responsabilidad de los grandes países (como la Estados Unidos, China y la Unión Europea) que son quienes emiten mayores emisiones y por lo tanto, deben aportar un financiamiento para los países pequeños e insulares.
La urgencia realizar acciones son las que tomaron el centro de la polémica al igual de presionar a las naciones para que hagan más en sus nuevos planes, así como cumplir la promesa anual de los 300, 000 millones de dólares del año pasado, para la ayuda financiera climática a las naciones pobres.
Pero el tema de financiamiento está más ligado a las medidas de adaptación frente a eventos hidrometereológicos como las inundaciones, incendios y huracanes, que ocurren con mayor frecuencia y una magnitud enorme en sus impactos y, que tienen un alto costo.
Ahora bien, algunos países de América Latina son grandes emisores, por la desforestación, tal como es el caso del mismo Brasil en la Amazonía. No sólo hay emisiones por el uso de combustibles fósiles, sino también por la deforestación y la ganadería.
Y de acuerdo a una revisión de las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional, por parte de Greenpace, se dice que no hay muestra de ambición de avanzar contra el cambio climático a la velocidad que se requiere, ni en la fijación de las metas.
Las acciones a tomar, no sólo versan sobre aspectos técnicos sino aún más, sobre la conciencia ética que implica reconfigurar los sistemas económicos, energéticos, industriales, agrícolas y urbanos; movilizar recursos públicos y privados, y escalar la innovación tecnológica; y, en todo momento, mantenga la equidad. El éxito de una política de esta magnitud depende también de nuestra capacidad para proteger y restaurar los sumideros naturales de carbono como nuestros bosques, ANPs, selvas, humedales y ecosistemas marinos.
Y además, implica el desafío de la transversalización del enfoque de género, derechos humanos y justicia ambiental en la acción climática. Sin descuidar, todos los gases de efecto invernadero (GEI) y todos los sectores de la economía: (1) transporte, (2) generación de energía eléctrica, (3) industria, (4) agricultura y ganadería, (5) residuos, (6) petróleo y gas, (7) uso de la tierra, cambio de uso de la tierra y silvicultura, y (8) residencial y comercial.
Y poner mucha atención al componente de adaptación, en función de medidas y líneas de acción, que abarquen: la prevención y atención de impactos negativos en la población humana y el territorio; los sistemas productivos resilientes y seguridad alimentaria; la conservación, restauración y aprovechamiento sostenible de la biodiversidad y de los servicios ecosistémicos; la gestión integrada de los recursos hídricos con enfoque de cambio climático; y la protección de infraestructura estratégica y patrimonio cultural tangible. Y asimismo, integrar el enfoque de la seguridad en cuanto a la atención a los vínculos entre la seguridad y el cambio climático, que busca fortalecer la capacidad de respuesta ante conflictos socioambientales y otras amenazas a la seguridad humana.
Las negociaciones en la COP30 terminaron en su primera etapa, sin un consenso claro y con varios textos críticos aún abiertos, mientras los países intentan definir cómo financiar la acción climática, medir la adaptación y responder a un escenario global que ya supera los límites de temperatura establecidos en el Acuerdo de París.
Asimismo, se está exigiendo que se contemple un mecanismo para ayudar a los países a diseñar planes nacionales para la producción y el procesamiento responsables de minerales, incorporando objetivos de emisiones, derechos humanos y salvaguardias medioambientales en todas las etapas de la cadena de suministro. Ya que, desde los vehículos eléctricos hasta las turbinas eólicas, los minerales como el níquel, el cobalto y el litio son esenciales para la fabricación de estas tecnologías. De ahí que, a menos que la extracción de minerales se regule de acuerdo con los objetivos climáticos, ambientales y de derechos humanos, la llamada transición ‘verde’ corre el riesgo de agravar la desigualdad, impulsar la deforestación y socavar los propios fines que pretende alcanzar.
Pues solo lograremos una verdadera descarbonización si el mundo acuerda vías para el uso responsable de los minerales.
Se hizo evidente, que hay varias cuestiones que faltaron en la COP30, como la falta de voluntad política, la falta de financiamiento, la falta de información, la falta de estudios, la falta de efectividad del multilateralismo y por supuesto, la falta de acuerdos y la falta de presencia de algunos líderes de los gobiernos.
En el último día de la COP30, La UNIÓN EUROPEA se mostró “decepcionada” con la propuesta presentada. “Esto no está en absoluto cerca de la ambición que necesitamos para la mitigación (del cambio climático). Estamos decepcionados con el texto actualmente sobre la mesa”, dijo el comisario de Clima de la UE”
Y por su parte Francia denunció la “omisión incomprensible” de las energías fósiles“
Ya que la propuesta no incluye una mención a una hoja de ruta para abandonar los combustibles fósiles.
Y por su parte, los ambientalistas, a unas pocas horas de culminar la COP30, señalaron que el último borrador, es «inútil», «insuficiente» y «débil».
Asimismo, se ha incidido en que la implementación de los acuerdos debe estar respaldada «por resultados concretos en materia de financiación, tecnología y desarrollo de capacidades». «Sin esto, la ambición se queda en mera retórica y la implementación se vuelve inalcanzable».
Pues como ya se veía venir, al cierre de la COP30 no logró un conceso sobre la hoja de ruta para abandonar los combustibles fósiles y otras cuestiones claves.
Con ello, se refuerza la idea de que estas conferencias mundiales y el propio organismo que las promueve, hoy en día, no garantizan acuerdos y acciones para enfrentar el cambio climático y otras cuestiones como el declive de la biodiversidad o la contaminación.
Lo cual deja una plena insatisfacción o aún peor, un malestar en la sociedad, ambientalistas y comunidades indígenas y países.








