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La incompetencia y la desconfianza

EL CRISTALAZO

por Rafael Cardona
22 julio, 2020
en Editoriales
El “fusil” tecnológico en la IV-T
1
VISTAS

 

Si valiera ara algo he aquí una premisa: la in­competencia (real o aparente) resulta –a fin de cuentas–, tan dañina como la corrupción.

En ambos casos ambas generan descon­fianza pública y desprestigio, además de producir dis­pendios y pérdidas de tiempo. La corrupción frena y envilece el trabajo público: la incompetencia lo de­grada. En ambos casos las cosas saboteadas por inep­cia o inmoralidad, se deben repetir, corregir, rehacer.

Por eso las cosas deben salir bien. No sólo las obras públicas, también las acciones de gobierno, ya sean campañas sanitarias o capturas de fugitivos.

Todo debe plantearse correctamente, presentar­se con celeridad, precisión y atingencia. Sobre todo cuando se cuenta con todas las herramientas del po­der, sin dejar rendijas por donde se cuelen las sospe­chas, las dudas razonables para evitar toda suspicacia, toda apariencia de equívoco o de plano todo el error.

Un gobierno como este, con todos los rendajes del poder en manos del presidente de la República quien puede (y debe, dirían algunos), controlarlo todo, no se debería permitir tantos y tan frecuentes patinazos perjudiciales sólo para él y su imagen de gobierno “te­tratransformador”.

Dos son las expresiones prohibidas para un Jefe de Estado. No se y no puedo. Cuando no sabe o no se quiere responder en conferencias de prensa convoca­das como parte de una estrategia de perpetua presen­cia en los medios, así sea para exhibirse como víctima de ellos, sólo se daña a sí mismo, como –por ejemplo— con el sainete de Lozoya extraviado, de quien no se sa­bía desde el púlpito, lo ya conocido por los medios a los cuales se les había lanzado un señuelo para lle­varse al detenido a un hospital privado.

–¿Por qué no a un sanatorio del gobierno y si ha­bía algún riesgo de seguridad al Hospital Militar o al de la Marina? Misterios sospechosos. Y la única for­ma de acrecentar esas sospechas y esos misterios es poniéndose a la misma altura mediocre del secreta­rio Durazo.

–¿Estrategia de seguridad? Resulta inútil crear se­mejante operativo de distracción. Además innecesa­rio, excepto si se temiera un ataque al estilo de aquel cuya comisión casi le cuesta la vida al secretario de Se­guridad Ciudadana de la CDMX, Omar García.

Pero a final de cuentas el gobierno se instala en una contradicción: ni el padrino de Mario Puzzo tuvo un hijo en Oxford, ni se ignoran (o no se quieren decir en ese momento), temas a los cuales otros tienen acceso –así sea por la vía del interrogatorio de medios–, en las conferencias mañaneras.

El Presidente ha hecho de la no respuesta una for­ma de respuesta. El no me voy a enganchar es equi­valente al “no comment” de los políticos americanos. Pero tarde o temprano el tema lo alcanza. La única forma de engancharse es cuando hay un gancho. Y hay muchos. Una práctica frecuente para desemba­razarse de columnistas incómodos es muy simple: se les desliza información disfrazada de “leak” privile­giado y luego se les deja colgados de la brocha, ya sea con renuncias o acontecimientos por venir; nombra­mientos o acontecimientos importantes.

El furor por “ganar” noticias y manejar el “scoop”, con frecuencia lleva a muchos al error. Hace ya sema­nas un columnista de finanzas renunció” a Javier Ji­ménez del gabinete. Cuando se lo preguntaron al Pre­sidente dio la más ambigua de las no respuestas: no tengo información certera. –¿Quién entonces tiene información certera sobre el gabinete presidencial si no es el Presidente de la República?

Entre los muchos mitos derribados durante estos años cada raro se vienen abajo los restos de aquel axio­ma político: el presidente es el hombre mejor infor­mado de México. Si, para empezar, eso no fue cierto nunca, pues más sabía quien le llevaba la información o quienes se la suministraban y administraban, hoy resulta asunto pasado. Por desgracia a veces un pre­sidente –en este o en otros países–, resulta el último en enterarse y el primero en enredarse. Así se consa­gra el otro axioma, tan falso como el primero: sus co­laboradores engañan al Presidente.

En este caso no se trata de la ignorancia de los te­mas sino de la forma como el Presidente juega.

–¿Hasta donde le conviene seguir con esta siem­bra de imprecisiones, mentiras, muletas y ritornelos para distorsionar no sólo sus intenciones sino sus ac­ciones?. No se sabe, pero es un juego innecesario. Con todo el poder ya no es necesario seguir con jarros y ja­rros de atole con el dedo.

Etiquetas: corrupciónin­competencia

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