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La hora estelar de México

EL CRISTALAZO

por Rafael Cardona
27 agosto, 2020
en Editoriales
El “fusil” tecnológico en la IV-T
3
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“…if the British Empire and its Common­wealth last for a thousand years, men will still say, “This was their finest hour.”

Churchill

Atrincherado en la inmunidad de no haber sido manchado jamás por la calumnia –así lo ha dicho–, el Señor Presidente de la Re­pública nos convoca a mirarnos en el espejo irrepetible del combate contemporáneo a la corrup­ción, cuyo resultado es ahora mismo, ya en este ins­tante, la hora estelar de la patria.

“…México tiene un momento estelar en la historia y debemos de ver lo positivo, tenemos la gran opor­tunidad los mexicanos de desterrar la corrupción, si no de manera definitiva para ser objetivos si de ale­jarla por mucho tiempo de la vida pública, de acabar con la peste de la corrupción… no se había presenta­do una oportunidad como ésta y no debemos de de­jar pasar esta oportunidad y debemos a ir al fondo”.

Nadie podría, creo yo, enumerar cuántas veces ha pronunciado la presidencial boca la palabra corrup­ción. No sólo durante la actual primera magistratu­ra sino a lo largo de los muchos años de hacer políti­ca. Posiblemente cincuenta. Esa ha sido su obsesión, su discurso, su recurso y su tema central.

Por encima de la pobreza, la injusticia, y cualquie­ra otro de los problemas nacionales porque todos ellos provienen de esa maligna presencia: sin corrupción nada de eso existiría.

Por eso la ha comparado con la peste. La verda­dera pudrición, la fractura del alma. Por eso también nos recomienda la bondad como camino: sólo siendo bueno se puede ser feliz, ha reflexionado.

Ese diagnóstico no discutible. Es un tema ya insta­lado en el ideario de nuestros días y nadie en el mundo se atrevería a discutir a favor de la perniciosa conse­cuencia de corromper el aparato público, cuyas ma­lignas potencias degradan hasta el espíritu humano afectado por la “pinche transa”.

Es más, ningún político del mundo, ni en Nigeria, Washington o Moscú, se atrevería a omitir la conde­na a la corrupción como parte de su programa y sus compromisos. Acabar con ella es un empeño tan glo­bal como la búsqueda de una vacuna contra el Coro­navirus. Todos lo persiguen. O dicen perseguirlo

Sin embargo en este combate a la corrupción hay mucho de historia. Y en ciertos casos, hasta de arqueo­logía. La corrupción es, siempre, herencia repudiada y pasado por olvidar. En los momentos actuales tres son los casos significativos y notables sobre los cuales el Presidente ha cimentado las plataformas de su arti­llería redentora y electoral: la prisión de García Luna (asunto de los Estados Unidos); el juicio contra Lo­zoya (favorecido y libre en los hechos) y la consulta de procedencia para enjuiciar a los ex presidentes, sin co­nocerse ahora todavía por cuáles delitos.

La pregunta –hasta donde ahora se tienen elemen­tos— sería preguntarle al pueblo si los quiere juzgar, no por cuáles graves faltas los podría juzgar.

La pelota de la hora estelar de la patria le ha ido a caer a la Suprema Corte de Justicia gracias a una estra­tegia presidencial obvia: se trata de “actuar por omi­sión”. Yo no quiero hacer las cosas pero les pregunto si las quieren hacer ustedes. Los estimulo y apremio, pero yo no cargaré con la decisión final.

El señalamiento de no dejar pasar este tiempo, esta hora, es en sí mismo una inducción al resultado de la consulta, la cual –como todas las demás–, no hará sin respaldar una decisión tomada de antemano. No es una interrogación, es una confirmación.

Y en este caso tampoco se sabe cómo resolver el entramado jurídico post consulta. Si la figura ex pre­sidencial no es parte de ninguna ley; sólo queda ha­blar de Salinas, Calderón, Peña, quizá Fox y Zedillo, en cuanto presidentes cuya inmunidad estaba contem­plada por la misma constitución en la cual se apoya­ban para ejercer el Poder Ejecutivo.

El juramento de si así no lo hiciere, “que la Na­ción me lo demande”, es retórico; no jurídico. ¿Có­mo? ¿Cuándo?

El juramento de respetar las leyes y actual leal y patrióticamente, sólo podría llevar a juicio a los trai­dores a la patria. Y si la corrupción es una traición a la patria y a la humanidad, pues entonces algo se podría alegar. Pero sin la conveniente retroactividad legal.

Si hoy esa garantía presidencial de impunidad ha desaparecido –de aquí en adelante; no en reversa–, no se podría juzgar a los ciudadanos actuales fuera del marco jurídico vigente cuando estaban en el cargo.

Etiquetas: AMLOPresidente de la República

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