Templo de San Agustín, 3 de marzo de 1903.
La pálida cantera de vetas violáceas que se entrelazan en la llanura vertical del infinito frontispicio hace ver al visitante como la parte más pequeña al templo principal del barroco conjunto agustino, su cristo de cantera pareciera se viene encima del precario e insolente ¡Vaya destino del proclive pecador! Quien a cierta se sienta ya juzgado sin haber hecho la reconciliación. Un conjunto de arcos de tallas relevantes acompaña la majestuosidad de la fachada dentro del abandonado espacio que lleva ya desde el sitio −aquel del fallido segundo imperio− que nadie le reclama, verdes vetas revientan las uniones de las columnas que avejentan el espacio, la maleza hace de las suyas desde la base de los arcos y tienen como idea terminar con el acabado de rosal cantera.
Escamas caen al suelo del patio abandonado, la fuente es más un receptoría de lodo y nidos de palomas que acurrucan a quien logre pasar por debajo de la barricada −seguro puesta por los imperialistas− al comenzar a caminar por entre los pasillos aún se logran ver los camastros y sábanas de residuo corpóreo, en ocasiones zapatos, muletas están regadas por todo el espacio, escritorios de reserva, algunos rifles destrozados hacen lidiar a quien se atreve a pasear por tan lúgubre umbral que aquello fue una batalla final.
Un goteo incesante escurre por todas las paredes, las tejas dejan pasar la humedad, en algunos casos las ventanas dibujan fantasmagóricos sepias que retiñen los objetos vistos hace tan solo unos cuantos instantes, aquello llena la cabeza de historias y sufrimientos que de seguro están a voz de quien es el encargado de este conjunto religioso. Don Tomás el organillero del jardín es quien ha sido destinado a la seguridad del inmueble, un anciano de solo cincuenta años que la dentadura le hace ver que de niño no probó bocado alguno de requesón – de precio considerable para los finales del sitio de la ciudad− sus rodillas metidas incorpora el hambre sufrida – como toda la ciudad− en los venideros años del abandono que se sufrió.
Hoy es la persona designada por el gobierno de Porfirio Díaz por vía del gobernador González de Cosío de mostrar la posible venta del edificio que en algunas centurias seguramente gozó del esplendor de las tierras añejas de la Nueva España – que realmente nadie le decía así, eso fueron los mapas y europeos que le señalaban como un tributo a las odas de Homero, siempre fue considerada “La otra tierra, aquella de ultramarinos” – la visita la realizan aquellos a los que ya consideran como miembros de la aún en trámite Cámara de Comercio de Querétaro.
Don Desiderio Reséndiz había quedado en un precio claro con el secretario José Yves Limantour en la reciente visita, quien quedó sorprendido del golpe propinado al comerciante por los maleantes que le trataron de extraer ¡Posible secuestro! Se rumoraba por la pequeña ciudad de verdes frescores.
Le acompaña a Don Desiderio, Manuel de Samaniego quien será su vicepresidente e Isauro Gutiérrez su tesorero, el prior de los hermanos agustinos quienes se hacen cargo exclusivamente del templo y las labores de oficio religioso, tienen prohibido el acceso al convento que ahora es propiedad de la nación – según el acuerdo de nacionalización y desamortización de los bienes de la iglesia, aquella de 1856 que hizo que el total de los religiosos en México fueran echados de sus inmuebles, se dieran a la mendicidad ocurrencia y de no ser tomados en cuenta para sus labores de subsistencia– ¡Al llegar el prior todos le besaron la mano! Es nada más que Fray Francisco Zavala quien remodeló todo el conjunto interior y exterior del templo de San Agustín, que está a punto de llevar a cabo la misa de re-erección del templo con toda la suntuosidad que le caracterizaba anterior al abandono.
Un fraile sencillo de simple sayal marrón – como sus hermanos franciscanos, pero sin el cíngulo– quien hace honor a su descendencia purépecha, de huarache y morral de camino les hace el recorrido a los comerciantes que tienen como principal idea de la visita logren llegar a acuerdo con el destinado de la tesorería general de la federación – quien aún no hace presencia– para lograr la compra del inmueble para la Cámara de Comercio.
–Sus mercedes – dijo el fraile– sean bienvenidos a la casa del señor, deseo hacerles saber que yo solo cumplo como simple testigo a esta visita, el señor destinado por la federación, si una vez nos hace el favor de su presencia, sea quien les de las formas y los modos de la compraventa, pero antes me gustaría hacerles de su entender que desea nuestra orden también contribuir en la adquisición de nuestro convento, que aún guarda infinidad de valiosos tesoros de nuestra hermandad, es posible que se encuentre intactica nuestra biblioteca, el acervo de actas y la notaria del escribano, así como el archivo de matrimonios y defunciones.
–Excelentísimo hermano – atinó ser el primero Don Desiderio– deseo hacerle de su voluntad que nuestra intención no pretende arrebatarles lo que ya se les ha quitado, deseamos solamente comprar el predio y observar cuanto dinero debemos de reunir para lograr hacer la restauración igual de digna que la que usted lleva acabo y que estamos seguros podremos llega a un acuerdo de mutualidad.
–Eso me han dicho desde hace ya años mis señores, no encuentro eco en ello, me prometen que escucharán nuestras ofertas de compra, pero no nos hacen la oportunidad, deseo ser claro es ahora que se los informo ¡Si ustedes logran la compra os ruego que nosotros ofertaremos igual o más de lo que devengaron! Estos espacios son parte esencial de nuestra historia ¡Deseamos profundamente lograr hacernos de nuestro convento!
–¿Me pide excelentísimo hermano que lo compremos y luego lo vendamos a ustedes?
–Sí mi señor, trato de ser cuidadoso y claro.
–No me es de agrado comprar algo y luego venderlo – a menos que saque algo de buen provecho, pensaba en sus adentro s– no es la condición ni menester llevar a cabo este movimiento, la propia ley nos prohibiría hacerlo de ese modo ¡Es para uso y usufructo de la recién Cámara de Comercio! Y este espacio nos permite realizar nuestras labores, la visita de hoy solo es para lograr informarnos del costo y lo que representa hacernos del conjunto, revenderlo su excelencia no está en el plan.
El fraile no insistió y volteó a la llegada del destinado por la federación. Un regordete personaje de negras vestiduras con un portafolio que abraza, aún aprieta los papeles que no caben ¡Unos se le caen! Otros vuelan, hace todo lo posible por alcanzarlos ¡En vano! – hace una mueca de desagrado y en sus adentros se recuerda que ya no le sirven– luego se acomoda los pantalones que a uso de tirantes no le calzan, se coloca su sombrero y camina por la escarpada escalinata del frontispicio del templo agustino y saluda a quienes le esperan.
–¡Pensamos que ya no llegaba señor! – menciona Don Desiderio.
–¡Que pena mis señores!… me apena de verdad mi retraso… – mientras se arregla los pantalones, cambia de mano su portafolios para saludar– Buenos días señores ¡Ante todo la educación! – todos de mano, pero al saludar al fraile no encuentra cómo, si darle la mano o besarla ¡Se complica!
El fraile solo extendió la mano como un saludo cordial.
–Bien señores como saben estamos aquí presentes para hacer un recorrido y observar las condiciones de compra del inmueble con el folio número… dejen busco… ¡Aquí está! Folio ciento doce diagonal seis y doce de más de los bienes acordados por propiedad de desamortización… ¡Esperen deje encuentro la liberación del juicio!… ¡Aquí está! Liberado y en uso de la Tesorería General de la Federación ¿Es correcto mis señores? Se coteja.
Don Desiderio y sus compañeros solo observan, el fraile se impacienta, reclama la voz.
–Mi señor destinado le ruego de favor acepte esta carta de mis superiores para su persona, deseamos se nos tome en cuenta como posibles compradores del inmueble ahora que está a la venta, deseamos nos considere como segundos a la voz.
–Sabe mi señor cura que eso no es posible ¡Evíteme los malos modos!
–¡No es cura visitador –interviene Don Desiderio – es un fraile agustino y consideramos que también es bueno darles la opción de compra ¿Qué opina?
–Opino que debemos de acelerar la visita porque aún debo salir hacia la ciudad de Guanajuato a tratar de vender algunas minas… ¡Don Tomás! ¿Dónde está? – el viejo velador hace de su presencia, los invita a pasar por la puerta principal. Un pequeño despojo en la puerta sirve de entrada apenas agachándose se es posible acceder, los pilotes de madera que sostienen de un grueso considerable hacen de retén; de uno en uno van entrando inclusive el fraile que no deja pasar opción para conocer aquello que solo desde la parte superior del templo logra ver, ellos llevan décadas de no tener acceso a este lugar.
Al entrar y ver las condiciones del inmueble se hacen del asombro, el hermano se lleva las manos a la cabeza al observar como las hierbas hacen de su prepotencia ¡Han ganado a todo el conjunto espacios considerables! El deterioro es mayúsculo.
–¡Serán décadas de restauración! – exclamó el fraile.
–¡No le he pedido su participación cura! – insistió el destinado por la federación.
Todos se fueron caminando del desvencijado patio hacia el segundo nivel por las escaleras principales que gozan de fuerza y arrogancia al paso del tiempo, pero que las paredes aún muestran estragos por los disparos de la invasión del ejército del Norte una vez vencida la plaza en el sitio, se logra ver los adobes polvorientos que han sido expuestos al estrago de las goteras, los barandales están zafados de su raíz y el peso ha vencido parte de los pilotes que le sostienen.
–Esto está muy jodido ¿No creen? – comentaba Don Desiderio, mientras de un lado unos caminan entre esqueletos de ratas y gatos muertos, los demás restantes caminan hacia los cuartos, teniendo cuidado de las puertas vencidas que son un peligro ¡A nada de venirse encima! Al ingresar su mayor sorpresa fueron las condiciones de las vigas ¡Grandes agujeros por el destrozo de las tejas que sirven de techo! Vigas podridas por años de no barnizarlas de aceites y petróleo.
Al caminar el regordete personaje hace malabares para que las hojas no se caigan y logre hacer su esfuerzo por arreglarse los pantalones.
–Mis estimados posibles compradores estas son las condiciones del inmueble, como ven es solo cuestión de unos simples arreglos y esto ¡Quedará como nuevo! Les aseguro que por el precio que se pide es una ganga ¡Un pilote de oportunidad!
–¿Una ganga? Esto parece un desastre, recién pareciera que los soldados acaban de salir del estrago ¡Solamente nos hace falta encontrar un cadáver! – recitaba el casi vicepresidente Don Manuel de Samaniego.
–¡Señores no será necesario esperar! Observen – dijo Don Tomás, lo que pareciera una parte de una de las camas mismas, inclusive pensar que se traten de simples y hediondos paños amontonados cómo descuido, hizo que todos se acercaran a observar, el destinado por la federación sacó de sus bolsillos unas gafas para enfocar, un sudor comenzó a rodar por la espalda de todos con un helado susurro de aire que recorrió el espacio ¡El cadáver momificado de un soldado imperial! En impecable uniforme con gala y medallas, seguro lleva ahí por décadas de saberse, aproximadamente casi medio siglo.
–¡Es imposible señores! Por mucho que de descuido esto hubiera sido barriscado, sellado y olvidado, este hombre no debió de haber muerto así– el fraile santiguaba al momificado mientras que Don Manuel de Samaniego hacia de bajar más la sábana y quitar los bultos de trapos para saber a ciencia cierta el motivo de la muerte del pobre infeliz. Al bajar más la sábana salió el motivo de la muerte.
¡Una espada le atraviesa su pecho de lado a lado! En una de sus manos el cuerpo momificado atrapa con fuerza algo. En su atrevimiento Don Manuel trata de zafarle con un poco de fuerza y menos cuidado lo que trae, es una pequeña lucha, impresionados todos observan como el fallecido ¡Aún se aferra porque no le arrebaten lo que la vida misma le costó!
–¡No puedo! – comentaba – ¡Jala con más fuerza! – le decía Don Desiderio. Sudando Don Manuel logra romperle un dedo – ¡Crujió! – Esto hizo que soltara el soldado lo que traía, cayó en sonoro tintinar de metal al chocar con el sucio suelo.
Don Desiderio se agachó para recogerla.
–¡Es una moneda de oro!
Continuará…