Todos los analistas se devanan la sesera en la interpretación de los actos, dichos, actitudes, detalles y hasta gestos y omisiones de la candidata ganadora de la elección presidencial, la futura presidenta Claudia Sheinbaum.
La razón de tan denodados esfuerzos de análisis e interpretación no tiene como finalidad calificar sus competencias o habilidades, talento o capacidad para el supremo cargo, sino nada más detectar si se presenta algún punto de roce o abandono de la sombra de Andrés Manuel.
En esas condiciones, por contraste (y nada más como un ejemplo), fue muy bien visto el anuncio de una secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnologías e Innovación, especialmente por el desastre heredado de la ineficiencia e ineptitud de la actual Directora del “Conashit”, como le dicen algunos majaderos a los esfuerzos dogmáticos e infructuosos de la señora Álvarez Buylla de quien Dios nos libre.
En general el grupo de integrantes del gabinete fue bien recibido por tratarse de especialistas de probada experiencia académica (hasta en el extranjero donde casi todos ellos han cursado estudios, como se explicó hace días en esta misma columna), pues a estas alturas resulta estimulante reconocer la capacidad por encima del dogmatismo y la fidelidad. No se anulan la capacidad y la fidelidad.
Pero si eso fue un paso hacia adelante en el análisis de quienes anhelan el corte umbilical de la doctora y el actual presidente, o al menos la distancia para no seguir viendo a una candidata sofocada por el generoso pero incómodo abrazo presidencial, el anunció de ayer echó abajo muchas esperanzas.
–¿Cuál, anuncio? Este:
“…La Guardia Nacional, en tan solo cinco años, ya tiene el reconocimiento del pueblo de México y nos corresponde a partir del 1 de octubre seguir fortaleciendo y consolidarla como parte de la Secretaría de la Defensa Nacional con la reforma constitucional que está en puerta en el Congreso mexicano”.
–¿Por qué dijo la doctora lo que dijo?
Pues por cualquiera de estas dos razones. Por hacerle un favor de salida al presidente quien se podrá marchar a La Chingada satisfecho de haber visto aprobadas sus reformas en el último tramo de sus cien días o porque está genuinamente convencida de que así deben ser las cosas.
¿Por conciencia o por obediencia?
Pues yo creo lo primero. Otros no.
En concordancia absoluta durante una gira mixta por Oaxaca (el saliente con la entrante) el presidente lo aprobó feliz.
“–Vamos hacia adelante, me dio mucho gusto escuchar que la presidenta electa de México (todavía no) y la próxima presidenta constitucional y comandante (a) suprema de las Fuerzas Armadas haya dado a conocer que la Guardia Nacional va, como debe de ser, a formar parte de la estructura de la Secretaría de la Defensa Nacional, es una muy buena noticia…
“…El mandatario recordó que gobiernos anteriores tenían como criterio que el problema de inseguridad y violencia “lo podían resolver solo con el uso de la fuerza, pero no, no se puede enfrentar la violencia con la violencia (…) lleva tiempo, pero vamos en el camino correcto”.
Obviamente el párrafo anterior es absolutamente incomprensible. Pero ya estamos acostumbrados.
La Guardia Nacional surgió por el voto casi unánime de los legisladores de principios del gobierno del presidente López Obrador a quien le concedieron los votos a cambio de mantener (ilusos ellos o convenientemente crédulos) una condición civilista del cuerpo cuya finalidad no fue aumentar los hombres bajo bandera del Ejército Nacional, sino sustituir a la “corrupta policía federal del neoliberalismo”.
Puro rollo, como todos sabemos.
LIBRO ROJO
“Este ejército es fuerte porque todos sus hombres poseen una disciplina consciente. Se han unido y luchan, no por los intereses privados de unos cuantos individuos o de un estrecho grupo, sino por los intereses de las amplias masas populares…” Mao.
O sea, camarada, pueblo uniformado, ¿no?