En el primer debate de los candidatos a la presidencia de la República, la candidata del oficialismo, Claudia Sheinbaum se dedicó a hablar de sus logros como Jefa de Gobierno, pero se refirió a los logros de la 4T, es decir, a López Obrador, lo cual seguramente causó molestia al ‘Mesías tropical’. Y yo me pregunto a cuáles. ¿A falta de medicamentos para los niños con cáncer, a su cotidiana agresión a los medios de comunicación que no coincidía con su ‘desgobierno’, al pésimo tratamiento de la pandemia; a su delirante idea de un sistema de salud como el de Dinamarca; a sus dádivas electoreras, a su ‘amistad’ con los dictadores de América latina y el Caribe; a su ingratitud con un Marcelo Ebrard, a sus vínculos con los narcotraficantes: a la destrucción de los organismos autónomos como INE y al INAI; a las promesas incumplidas de resolver lo de los desaparecidos de Ayotzinapa, al fracaso de sus megaproyectos como el AIFA, Dos Bocas, el tren maya, al endeudamiento billonario, a las masacres como la de Lagos de Moreno; a la acusación de corrupción dirigida a los ministros de la Suprema Corte, a la militarización del país, al desdén hacia las madres buscadoras; los ciento ochenta mil de homicidios dolosos, la inseguridad.
En este sentido, la Sheinbaum hizo bien en desairar al jefe que seguirá gobernando por lo bajo, utilizando a su marioneta, la ‘titina’ como la llama Carlos Alazraki. Una reelección disfrazada. El ideal madurista que AMLO presume se irá al basurero de la historia. El legado de López y sus secuaces ha representado una regresión en nuestro devenir histórico. Se va y no se va. Pero, como dice el refrán: ‘no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo aguante.