Una vez llegó el agua a esta pequeña ciudad de violáceos atardeceres, por los trabajos que se terminaron del llamado acueducto del Marqués de la Villa del Villar ¡La presencia de peninsulares se dio por todo el colinde de las tierras de baldío! Los mismo grandes casonas comenzaron a construirse, como la del Conde de Terreros, la del prestamista apodado El Segoviano; de la misma forma que la casona de los condes mineros de Zacatecas que la gran casona de la Marquesa, aquella joven de tan solo trece años que fuera esposa del propio Marqués ¡Benefactor de estas tierras!
Cuando apenas se construían las casas de los regidores peninsulares que llegaron ante las nuevas ordenanzas de la corona ¡Restablecer los terrenos a favor de los nacidos en Castilla! Colmar de haciendas a quienes hacen producir estas tierras, el agua que llegó a las fuentes por toda la ciudad colma la satisfacción de los indios, mulatos, lobos y negros que han llegado a las manufactureras y textilerías ¡En oprobio de su salud! Llenan los bolsillos de doblones de oro de los explotadores peninsulares, consecuencia de esta riqueza ¡El esplendor de una ciudad que se admira por la belleza de sus construcciones!
Quien ha visto pasar todos estos arrebatos es el arrinconado Mesón de Don Gonzalo, un avecindado español de total pobreza en sus natalidades ¡Pero que cuando llegó a estas tierras supo hacerle al posadero! Vaya que le ha limado suerte la oreja ¡Lleno el mesón de todos quienes vienen a construir! Desde los maestros de obra – muchos de ellos propios frailes de hermanades- así como de los arquitectos de bonanza que en remilgosas pelucas y maquillajes llegan a este pareje de traicionero clima.
El pequeño Mesón se conforma de dos pisos, en el de abajo se sirven las viandas y vinos, desde panes de amarga levadura, que al hornearse despiden el aroma del hambre, como suculentas sopas y porrones de res o de gallina ¡Manjar para el mejor! Pasando por unos vinos de mesa de manufactura propia, los pilares sencillos de sostén del piso superior les dan un aire a las posadas valencianas.
En el segundo piso se observan las habitaciones, que van desde la más pulcra, limpia y sencilla, hasta la de elegantes formas y espejos ¡Grandes ventanales dan al camino de mineros! Una callejuela de orines y desperdicios, pero que alberga las pequeñas casas de quienes serán contratados para irse a las minas de Guanajuato y Zacatecas ¡Ahora de fama peculiar! Por tanto, se cuentan más de veinte cuartos ¡Un solo acceso que es la escalinata de mosaicos que se encuentra a la entrada! Justo cerca de la portería del Mesón ¡Ahí pernocta Don Gonzalo! Quien cuida y vigila.
Esta escalera tiene una forma peculiar ¡De grandes tambores cada uno de los escalones! Que pareciera desentonan con al vaivén de quienes pasan por ella – ¡Qué escalones tan altos Don Gonzalo! – es la queja – ¡Así estaban cuando llegamos a construir este mesón mis señores! – es la contestación a cada comentario de los posantes – Y os aseguro que son seguras y firmes ¡Mirad la forma! Se hacen a que son fuertes y sólidas como ninguna ¡Pisad con confianza mis señores! Usted mi bella damisela ¡Atended con paciencia cada escalón! Mirad sus mosaicos moriscos que son de una belleza incalculable.
Don Gonzalo el mesonero cuenta historias de cuando llegó a hacerse de la posada – ¡En verdadera penuria nos hicimos de este pedazo de tierra, pero por extraño que le pareciera – cuenta siempre esta historia a la hora de la vianda- la puerta de entrada junto con las escaleras ya estaban ¡No así el segundo nivel! Ese lo hicimos con premura y distinción al tiempo del éxito de cuando llegó el agua a esta tierra bendita ¡Con la visita de los maestros de la ciudad de México! Para realizar la inspección de los terrenos y lotes para las grandes casonas de adinerados mineros ¡Fue como pudimos hacer crecer este mesón!
Una vez le preguntamos a uno de los arquitectos de la casona del conde de Terreros – aquel casado con la última descendiente del gran emperador mexica Moctezuma- ¿Qué cuál había sido una mejor idea? Hacernos del mesón con el estilo morisco de las escaleras y el portón o tumbar toda la escalera y rehacerla, él se acercó a mirar la estructura e hizo algunos cálculos – ¡Me temo mesonero que esta escalera estaba realizada para construir unos cuatro pisos más! Su base y cimiento es por demás ¡De gran calado! No atino el porqué de una estructura de estas magnitudes ¡Pero ha de saberse que de porro y cantera no habrá quien la logre derrumbar! Es una verdadera fortaleza a pesar de lo simple que se mira – le recomendó el arquitecto – ¡Será la base de toda la construcción! Te recomiendo mesonero que tomes a tono que sea lo que más luscas de tu nuevo mesón- me hizo unos trazos de cordialidad ¡No me los cobró! Se quedó una noche para medir cada escalón y al llegar la mañana se retiró ¡No hizo más que cosas buenas para la nueva construcción!
¡Ahora puedo hacer del mesón el mejor lugar de la ciudad! Gracias a los diseños de este joven arquitecto que pasó solo unos cuantos días.
Una vez el mayordomo del conde de Terreros cuando llega a supervisar la obra, le hice la pregunta de si había visto al joven arquitecto, me respondió que ahora vivía en una colosal casona de la ciudad de México ¡De elegantes patios! Con arrebatos de festividades y ocasión alguna para el gran festín ¡Interminable su fortuna! De logros se llenó su vida ¡Es una persona a la que el conde le tiene en buenas amistades! Concluía.
El mesón con el tiempo comenzó a llenarse de tal modo ¡Que encontrar una habitación era ya una verdadera fortuna! Lo mismo que para los trabajos de las grandes casonas que llevan mucho tiempo en estarse construyendo ¡Que simples visitas a conocer las campiñas y lo monumental del acueducto de las capuchinas! Inclusive jóvenes casaderas se hacen a la vista para encontrar por estos lares pretensos de familias de alcurnia que han llegado a levantar los días de gloria.
¡El mesonero se admira de lo bien que la va!
La esposa del posadero no es más diferente que la de los comerciantes de la ciudad ¡De carnes amplias gusta de la buena cocina! Le lleva la sana administración al esposo, cuenta las historias de mayor picardía y jocosidad del barrio ¡Este mesón está a los pies del barrio de la Merced! Por ello sin pretexto ¡Todas las comadronas de la ciudad deben pasar por este lugar si desean ir a las cascadas del cerro de la punta! Lugar donde termina el doblón de la arcada capuchina. Ahí las mujeres lavan las ropas, se bañan y llevan a los niños a retozar de los manantiales, si corren con suerte un cervatillo sin temor lograra acercarse a beber del río ¡Perseguirlo es un deleite de los mozalbetes!
Las mujeres en el churipo de la plática ¡No dejan títere con cabeza! Lo mismo que la esposa del carretero que se mira con el alguacil del barrio, que de hacerse de la comidilla de la anciana que ¡Bajo el pretexto de la necesidad! Se hace de la labor de los mozos de cuadrilla de las haciendas ¡Viriles de campo! Caen en la tentación de las necesidades de la dueña de los comercios de telas.
Aquella ocasión no fue diferente a las demás, en el retozo de perseguir a los niños que no entren de más en el barrio de los brujos y chamanes o que se pierdan en los bosques de la Alameda ¡Observaron como una pareja de esposos bajan de su carreta a tomar un poco de agua! Ella de elegantes y abombados vestidos, él de brillante y negro azabache de sus ropas de fino roto. La joven al ver a las señoras les preguntó:
-Señoras mías ¿A mucho de camino está la ciudad? Llevamos cuatro días de camino y no vemos acercarnos – las mujeres ajenas a la costumbre de que alguien les pregunte sobre algún tema ¡Se sorprendieron! – ¡Les insisto buenas mujeres! ¿Estamos cerca ya de la ciudad de las aguas? Hemos visto el gran acueducto que de lejos se observa ¡Se mira interminable! – nuevamente las mujeres no contestan.
El esposo se hizo el sencillo y a buenas les preguntó – ¡Señora mías! Se que de costumbre no les es permitido hablar con extraños ¡Lo admiro! Los peligros de los caminos son inescrutables ¡Los extraños nos pueden sorprender desde cualquier arista! Pero solo deseamos saber si es cercano ya la ciudad que tanto se habla ¡Venimos al mesón mágico! Ese donde dicen que se escuchan tintinares de campanillas y que cualquier deseo ¡Es posible de cumplirse!
– ¿El Mesón de Don Gonzalo? – preguntó una de las mujeres – El elegante caballero se buscó una papeleta entre sus ropas, al descubrirlo lo leyó – ¡Sí en efecto! La posada de Don Gonzalo – Uno de los niños se acercó y de inmediato se atrevió a interrumpir – ¡Yo lo llevo sus mercedes! Es aquí por este camino a unos simples tiros de su caballo – lo que realmente el niño quería era subirse a la carreta – ¡Anda súbete aquí dentro y llévanos! Te prometo una buena moneda si rápido nos haces llegar.
Al llegar al Mesón el propio Don Gonzalo les hizo la bienvenida – ¡Señores a sus órdenes! Que gusto contar con su presencia ¡Andad tu mozalbete bajar los equipajes y te ganarás una buena propina! – se hicieron el registro y después de todos los arreos decidió la pareja que era importante hacerle saber al viejo posadero las intenciones de algo más que simplemente pernoctar.
Después de un rato y ya en la vianda de la merienda le solicitaron a Don Gonzalo hablar de manera cercana con él, a lo cual accedió pensando que era un buen comentario a la posada.
– ¡Decidme mi buen señor Don Gonzalo! ¿Cuánto lleva con este Mesón por estos lugares? Me imagino que ya es toda una tradición, deseo hacerle saber que nos llevó medio año lograr conseguir un lugar ¡La ciudad rebosa de construcciones de palaciegas casonas me han comentado unos buenos amigos! Decidme señor ¿Cuántas generaciones con esta posada de alcurnia?
– ¡Señor, señora! Agradezco las palabras, pero no crean que esto ha sido de tiempos pasados, que mis padres le hicieron al corrillo hace lustros ¡No! Compré la propiedad mis señores con esfuerzo propio y al paso del tiempo ¡Construí lo que miran! A la bendición de Dios ¡Todo ha progresado!
– ¿Lo levantaste desde tierra posadero? – ¡No mi señor! Media construcción estaba levantada, las escaleras, portón, la portería y algunos simples espacios como los corrales y lavaderos, lo demás lo fuimos levantando ¡Ahí al paso!
– ¿Sabes de la fama de tu mesón en la gran ciudad? ¿Tienes alguna idea de lo que se dice? – preguntó el caballero de sonrisa amable – ¡No mi señor ni idea tengo! Solo soy un mesonero con su comercio de toda la vida ¡Solo eso! – Pues si me das el tiempo ¡Con gusto te lo hago saber! En la gran ciudad se corre el rumor y las andadas de que tu ¡Mesón es Mágico! – ¡La sorpresa es mayor al posadero! – Mi señor no tengo la menor idea de lo que me dices, sé que es próspero el mesón, pero de eso a decir ¡Qué es por magia! Me parece absurdo – Sabía que no estaba enterado ¡Por todo el camino de eso veníamos hablando con mi esposa! Pero dime ¿Es verdad lo que se dice? – No lo sé mi señor, me intriga que me lo cuentes.
– ¡Una pareja de esposos que te visitaron hace buen tiempo dicen que existen unas escaleras que cantan! Que si pones atención ¡Tintinares de campanas! Que una vez las escuchas ¡Cualquier deseo que pidas se cumplirá! Ellos dicen que vinieron, pernoctaron, con atención pasaron varias veces por la escalera ¡Hasta que escucharon el tintinar! Cuando regresaron a la gran ciudad ¡Al paso de un tiempo la esposa salió preñada! Llevaban toda su vida tratando de tener hijos ¡Se les concedió!
¡El mesonero incrédulo no hace por la virtud de la verdad! – ¡Anda con la broma! Seguro tratáis de contarme con alguna buen corridillo de zarzas ¡A la labor con otro tema! No he escuchado el trinar de ninguna campana ¡Ni que de diablos! Que a nadie se le hace el deseo que no fuera por desear un trago de buen vino ¡La vianda! El buen servicio ¡A qué no hay otro beneficio que la limpieza! Andad a engañar a sus padres – un poco molesto el mesonero.
¡El caballero sonrió! – ¡No te engaño mi señor! También cuenta un joven mozo que, al quedarse a pernoctar, por tratar de sus asuntos con la construcción de las casonas ¡Al regresar a la gran ciudad logró hacerse del mejor de los proyectos con las familias más acaudaladas! ¡Se ha llenado de riqueza! – ¿Pero tu insistís mi señor que este Mesón es de verdad mágico? No vaya a ser que la única magia que hay aquí es la de mi esposa ¡Que vaya que me desaparece los dineros vaya a saber su merced en qué! – Mirad mesonero ¡No he hablado en más seriedad que este día! Te tengo una propuesta que tal vez no podrás rechazar ¡Te ofrezco dos mil doblones de oro por tu mesón!
¡El mesonero abrió los ojos de asombro! Esos son como cinco años de labor mi señor ¡Qué loco os has vuelto! O mejor idiota os haber convertido ¿Es cercano a la verdad tu proposición? Porque no encuentro en esta posada valor alguno que no sea la comida de mi señora – ¡Es una seria propuesta mesonero! Lo único que te pido es que lo abandones de inmediato una vez te de las monedas ¡También requiero que te marches de esta ciudad! ¿Cómo se llama este terruño posadero? – Puerta de la tierra de adentro mi señor, algunos comerciantes han propuesto se llame Querétaro, como las canteras griegas del gran maestro escultor ¡Pero no ha dicho nada la autoridad!
El caballero fue a sus habitaciones acompañado del mesonero ¡Le dio moneda por moneda hasta juntar la cantidad de doblones! ¡Jamás en su vida una persona había visto tantas monedas de oro en un cofre! El posadero tomó sus cosas, arreó una mula ¡Compró una carreta de cambios y se fue hacia la ciudad de San Miguel Arcángel con su esposa e hijos! Jamás se supo de él.
El caballero que se hizo de los bienes de la posada era nada más que el Conde de la Virgen de Regla Don Pedro Romero de Terreros, quien nombró al Mesón de la Santa Rosa de Lima, que fue de regalo para sus trabajadores que le construyeron una hermosa casona palaciega a su amada esposa ¡Decidió hacerlo para que tuvieran un lugar digno y volverse ricos con tal presente!
¡Aún cuenta quienes han pernoctado en este Mesón! Que se logra escuchar al Conde de la Virgen de Regla que se te acerca para obsequiarte un regalo ¡Concediéndote cualquier deseo que pidas! Él solo desea por el bien de que te vuelvas rico, como quienes trabajaron para él.