La entelerida era una expresión que usaba la abuela materna de mi hija, refiriéndose a aquellas mujeres temblosas, inseguras y, acaso frustradas. Pareciera que estaba definiendo a Claudia Sheinbaum, quien recibió el ‘bastón de mando’. Pero más bien semeja un biombo detrás del cual estará López Obrador moviendo los hilos de esa marioneta que repite palabra por palabra que pronuncia el autócrata. ¿Pero al sentarse en la ‘silla embrujada’ se ceñirá a los propósitos perversos de aquél?. Lo dudo. Algo tendrá que corregir so pena de hundir más a este país. Un país endeudado que ha devastado cuantas instituciones ha podido, incluyendo la locura esa de que el pueblo elija los ministros de la Suprema Corte de Justicia. La Sheinbaum así lo grita tal si fuera una gran hazaña. ¿Lo logragrá? ¿Pero cómo? ¿Violando la constitución ante la pasividad ciudadana? Tal vez en obediencia del mandamás.
Mi experiencia me indica que cada cambio presidencial trae consigo modificaciones en la vida pública. De modo que aunque mimetizada con su Jefe y sin identidad la pobre sucesora algo hará para no denigrarse, a despecho de la vigilancia de López Obrador, quien, en el caso de desastre de Acapulco sólo mostró una patética torpeza, viajando por tierra, hundido con el lodazal, aunque haya regresado esa noche a dormir tranquilo y en su ‘mañanera’ del día siguiente, en vez de condolencias por las víctimas de la tragedia del puerto, dedicó su tiempo a denostar, como siempre a sus adversarios, pasando por alto el sufrimiento de las víctimas.
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Prometió, eso sí, atender el asunto con una falsa conmiseración. Pero ¿cuándo comenzará su supuesto ‘plan’? Sólo Dios sabe, si desapareció el fondo de emergencia.