Aliado con el crimen organizado, y con la venia del presidente López, Morena triunfó en Sinaloa. Quirino Ordaz, un gobernador ‘bien calificado’; aunque sabrá Dios que significa tal calificación– guardó silencio, a cambio de lo cual el ‘generoso’ presidente lo ha designado embajador en España. ¡Cuánta corrupción de quien entrega la plaza!, por así decirlo, y claro está también de quien presume de ser un cristiano sin mancha, un demócrata cabal. ¿Sorpresa? Ninguna. Pues bien sabemos de lo que es capaz quien encabeza el gobierno de la República, un hombre que sabe pagar favores, sobre todo él que tiene la sartén por el mango. Que sus súbditos no lo quieran ver, es cosa suya. Con gente así, nuestra democracia está perdida: es un cadáver. La tiranía tiene las puertas abiertas. Quirino Ordaz debe estar feliz. Que sea visto como un colaboracionista de un dictador en ciernes, le tiene sin cuidado. Ahora disputará el premio envenenado, algo que nunca imaginó.
Un caso análogo es el de Antonio Echeverría, otro sinvergüenza que formará parte del gobierno del tabasqueño, seguro de que estar cerca de quien hoy manda, debe ser para su minusválida moral un timbre de orgullo, aunque la historia habrá de cobrarle estas fechorías. Hoy impune, mañana quien sabe, cuando la decencia de ciudadanos de a pie, dicte sus verdades.
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Por lo pronto, el presidente ya se pasea con la Sheinbaum como su sucesora. Una farsa más. Pues con un poco de sentido común, maliciosos como yo, intuimos que, a despecho de levantarle la mano a esa pobre e insignificante mujer, la verdadera intención del tabasqueño es permanecer en la silla hasta que la enfermedad o la muerte pongan fin a su insaciable apetito de poder. Circunstancias que no están lejos. Basta observarlo para darse cuenta que es un hombre acabado. Si no tiene conciencia de este hecho, peor para él. Pues que nada ni nadie es para siempre. Parafraseando al emperador Marco Aurelio: que pronto se marchita todo.