La diplomacia cultural fue durante la mayor parte del siglo XX y ya entrado el que corre, una de las mejores cartas de presentación de México ante el mundo. Incluso durante los años más convulsos de la etapa posrevolucionaria, la Secretaría de Relaciones Exteriores tuvo visión y talento para movilizar a muchos escritores y artistas de primer nivel que llevaron como estandarte la cultura mexicana a todas partes, no sin ligarlo a un claro mensaje y explicación del cambio político que estaba viviendo nuestro país.
Figuras como Amado Nervo, Alfonso Reyes, Rosario Castellanos, Carlos Fuentes, Jaime Torres Bodet, Sergio Pitol u Octavio Paz, respondieron en distintas circunstancias al llamado de la cancillería para representar a nuestro país y lo hicieron ejemplarmente. Junto a su labor, comenzó también un gran despliegue de nuestras letras y del patrimonio cultural de México en el exterior. Siguiendo esa tradición, hasta hace no mucho la gastronomía mexicana, la música, las más importantes piezas museográficas y las artes visuales, entre otras muestras de la riqueza cultural nacional, fueron nuestras más notables y nobles embajadoras.
Creo que lamentablemente mucho de esto se ha perdido. Lejos de tener embajadores culturales como aquellos de la época de oro de la diplomacia cultural, tenemos algunos que son impresentables. Y al tiempo que la actividad cultural dentro de nuestro propio país ha decaído notablemente, la presencia cultural (oficial) de México en el exterior sigue el mismo curso.
No obstante, en medio de lo que se ha anunciado como la restauración o normalización de las relaciones diplomáticas entre México y España, lastimadas a raíz de la exigencia del gobierno de López Obrador para que España presentara sus disculpas por las atrocidades cometidas durante la conquista, se halla una magna exposición: La mitad del mundo. La mujer en el México indígena, que –dicen sus organizadores: La Fundación Casa de México en España, el Gobierno de México y el Instituto Nacional de Antropología e Historia– es “la muestra de arte precolombino más importante organizada en España hasta la fecha”.
Sorprende, en primer lugar, que el gobierno mexicano haya querido dejar atrás “diplomáticamente” los entuertos y roces con España llevando una exposición que muestra la grandeza de nuestras culturas originarias precisamente al país de los “conquistadores”. Francamente no le veo lo diplomático por ningún lado. Existiendo mil opciones artísticas eligieron precisamente aquella que de un modo u otro va a refrescar la controversia y las profundas divisiones ideológicas que en los dos lados del Atlántico produce la llamada conquista o el encuentro de los dos mundos, como quiera llamársele.
Para llevar a cabo esta muestra, desde luego los organizadores contaron con la anuencia y colaboración del gobierno del PSOE, amigo del gobierno morenista y de otros identificados como de “izquierda” en la región (Cuba, Nicaragua y Venezuela), y con lo que se supone fue “una disculpa” oficial –que no de la Corona española, a la que López Obrador exigía disculpas– que al parecer Claudia Sheinbaum ha dado por buena
Fue el ministro de Exteriores español, José Manuel Albares, quien ha buscado recomponer la maltrata relación entre los dos países señalando que en la conquista “hubo injusticia, justo es reconocerlo y lamentarlo. Esa es parte de nuestra historia compartida, no podemos negarla ni olvidarla”. Eso puso feliz a la presidenta Sheinbaum, quien en un estilo mucho menos diplomático recordó el “gravio que se hizo contra el presidente López López Obrador en su momento, porque no solamente fue que no contestaron la carta, que era una carta muy diplomática y amable, sino que además hicieron una campaña en España contra el presidente López Obrador y la cuarta transformación…”
Una “carta muy diplomática y amable” –es un decir, claro– que puso patas arriba justamente la relación diplomática.
A una parte de los españoles, por lo pronto, todo esto les resulta incómodo; es como si España hubiera traído una muestra a México sobre Hernán Cortés; los morenistas recalcitrantes sentirían que es como hablar de la soga en la casa del ahorcado y se les pondrían los pelos de punta.
La diputada Cayetana Álvarez del Partido Popular dijo algo que resume el descontento de esos españoles que no quieren vivir como rehenes de las rencillas del populismo mexicano con el pasado: la presidenta Sheinbaum “exige disculpas a España por los muertos de hace 500 años cuando debería ofrecerlas ella por los mexicanos que mueren hoy. Carlos Manzo, joven y valiente alcalde de Uruapan, última víctima de la violencia que desangra México. Descanse en paz”.
La diplomacia cultural de la Cuarta Transformación no es nada diplomática, para decirlo cortesmente. Si lo fuera, sería efectiva y honraría su misión fundamental: superar diferencias y acercar a los pueblos mediante la cultura. No es el caso.
@ArielGonzlez
FB: Ariel González





