La llamada ‘Cumbre de las Américas’ se celebró por primera vez
en Miami en 1994. Fue su anfitrión Bill Clinton, entonces presidente de
los Estados Unidos. Su propósito era claro: fortalecer los valores
democráticos y sus correspondientes instituciones, sobre la base de
que la democracia es el único camino que garantiza el respeto a los
derechos humanos y el Estado de Derecho.
Este año tuvo lugar en los Ángeles, California; del 6 al 10 de
junio del presente año. La presidió: Joe Biden. Sus asistentes: los
Jefes de Estado. Como siempre. Pero excluyó a Cuba, Venezuela y
Nicaragua; países gobernados por dictadores. Los prolegómenos de
esta novena cumbre fueron un tanto accidentados. El presidente
López de México se negó a asistir, convirtiéndose así en ‘embajador
de las dictaduras’. Patético rol el de este mandatario que transita hacia
ese horizonte. A cambio de esa ausencia, envió a su mandadero,
Marcelo Ebrard, quien de tener un poco de honestidad, debería haber
renunciado hace tiempo a su cargo de secretario de Relaciones
Exteriores, en tanto no se esclarezca su responsabilidad en la tragedia
del colapso de la línea 12 del Metro que trajo consigo muertos y
heridos, cuya condición sea tal vez irreparable por el resto de sus
vidas. Pero ahí va el sinvergüenza, como si nada, gozando de total
impunidad.
* * *
Se comenta que próximamente se reunirán Biden y López en
Washington para abordar temas de la agenda Bilateral. Pero ¿con qué
cara, señor mío, después del desaire de López y su contubernio con
los tiranos Latinoamericanos? ¿Pensará López que pronto el inefable
Donald Trump estará de regreso a la Casa Blanca? Es más probable
que el macuspano se retire antes a su granja o fallezca, pues enfermo
está, aunque lo aliente el sentimiento de inmortalidad.