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La crucifixión como pena de muerte

De acuerdo con los registros históricos, la crucifixión era un método, utilizado en la antigüedad, de tortura y ejecución, con el que se pretendía, aparte de la ejecución o escarmiento del procesado, infundir el terror psicológico de las masas

por Dr Eugenio García Romero
24 septiembre, 2020
en Editoriales
La crucifixión como pena de muerte
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Durante los días de reflexión, de re­cogimiento espiritual, cuando se celebra la Semana Santa, para la gran mayoría de los mexicanos que somos cristianos, independiente­mente de nuestras ideologías, es importante conocer qué es la cru­cifixión, acontecimiento que es­tablece el milagro del antes y des­pués de la resurrección de Cristo. A continuación, desde esta trinche­ra, PLAZA DE ARMAS, el Periódi­co de Querétaro, respetuosamente se permite documentar a sus lecto­res y amigos sobre ésa terrible pe­na de muerte.

La crucifixión en la actualidad.-

Lamentablemente, esta in­fame y retrógrada práctica, en la actualidad la siguen practicando pueblos con tremendos atavismos culturales. Acá hacemos referencia al evento que se llevó a cabo el 28 de agosto del año pasado, en que Militantes del Estado Islámico le cortaron los dedos a un niño cris­tiano de 12 años delante de su pa­dre, un líder sirio de la iglesia cris­tiana, y luego los crucificaron a los dos, junto a otras personas, infor­ma Christian Aid Mission, una or­ganización humanitaria que ayuda a los misioneros cristianos en sus países de origen. Con este acto la organización terrorista intentaba forzar a los cristianos de un pueblo cercano a Alepo, Siria, para que se conviertan al islam.

Qué es la crucifixión.-

De acuerdo con los registros históricos, la crucifixión era un método, utilizado en la antigüe­dad, de tortura y ejecución, con el que se pretendía, aparte de la eje­cución o escarmiento del proce­sado, infundir el terror psicológi­co de las masas, ya que la persona sometida a esta pena, era exhibido ante el pueblo como escarmiento, para que nadie desafiara la auto­ridad y mantener bajo control a la población.

¿Realmente qué padece un cru­cificado? A continuación me per­mito hacer una síntesis del trabajo sobre la crucifixión, elaborado por un estimado colega, Víctor Tagua, quien es Biólogo investigador en Genética Molecular de la Univer­sidad de Sevilla

Orígenes de la crucifixión.-

El origen de la crucifixión no es romano, como se podría pensar, sino asirio. Las torturas asirias in­cluían el empalamiento de las víc­timas insertando un palo o lanza en el estómago y posteriormen­te eran izadas. El empalamien­to combinaba la imposibilidad de respirar, de moverse y un extremo dolor durante todo el proceso. Si no te atravesaban los órganos vita­les, la víctima podía llegar a sobre­vivir durante días hasta morir ex­hausto y deshidratado. Alejandro Magno también utilizó este cruel método de tortura introduciéndo­lo en la cuenca mediterránea, y los fenicios fueron los que la introdu­jeron en el Imperio Romano, don­de se convirtió en una práctica muy habitual y popular.

Antecedentes.-

El método utilizado primiti­vamente no es muy conocido, pe­ro posiblemente las víctimas eran atadas o clavadas con las manos por encima de la cabeza al poste o con ellas a la espalda. El proceso podía variar desde 3-4 horas hasta 3-4 días, siendo el record, 9 días El instrumento para la crucifixión va­riaba, siendo los más utilizados un simple palo o poste o con dos tra­vesaños: la cruz en T (cruz tau), la cruz latina (donde supuestamen­te fue ejecutado Jesucristo), y cru­ces en forma de X o Y. La cruz tau era la más utilizada ya que era más práctica. Tenías un poste perma­nentemente clavado al suelo y un travesaño portátil (patibulum) que se colocaba junto con la víctima al poste principal.

La cruz latina.-

El uso de la cruz latina, sin em­bargo, requería mucho esfuerzo ya que toda la estructura debía ser izada con la víctima, y debían rea­lizarlo los soldados romanos, por lo que su uso estaba muy restrin­gido. La víctima quedaba con los brazos estirados en una posición que indicaba humillación y sumi­sión, el mensaje que los romanos intentaban extender entre el pue­blo. Eran crucificados ciudadanos no romanos que amenazan la paz, esclavos desobedientes, alborota­dores de baja clase social, sospe­chosos de rebeldía, y quienes co­metían delitos graves y que ame­nazaban la paz de Roma.

Crucifixiones famosas.-

Una de las crucifixiones más fa­mosas y numerosas, fue las que su­frió el esclavo y ex gladiador Espar­taco y 6.000 de los soldados de su ejército, después de que humilla­ran en numerosas batallas al ejér­cito romano. Los cuerpos de estos soldados fueron crucificados y co­locados en los más de 200 km que separaban Capua de Roma, en la Vía Apia. Esta visión provocaba verdadero terror en todo el que caminaba por esta vía y servía de escarmiento para que no volviera a ocurrir.

Tortura demencialmente calculada.-

Cuanto más estirada estaba la víctima, cuanto más altas tenía las manos, antes moría. Una persona con las manos atadas por encima de la cabeza tiene graves dificulta­des para respirar. Los músculos in­tercostales están completamente extendidos, las costillas plenamen­te extendidas y el pecho se llena de aire pasivamente. Para poder espi­rar y expulsar el aire viciado rico en CO2, la víctima tendría que izarse a sí misma para liberar la presión de esos músculos y exhalar. El es­fuerzo agota a la víctima, que aca­ba muriendo por agotamiento. Pa­ra acelerar la muerte, muchas ve­ces se golpeaban las piernas del ejecutado con un palo de madera, hasta rompérselas, quitándole así el punto de apoyo para poder izar­se y seguir respirando, acelerando su muerte. Pero por si fuera poco, con el paso de los siglos, la prácti­ca se hace más cruel. El método de­pendía del verdugo, pero muchos de ellos solían aburrirse y experi­mentaban con las víctimas, pro­longando su agonía. Se conocen casos incluso, de mujeres crucifi­cadas, a las que a veces se crucifi­caba de cara a la cruz y no de espal­das como se solía hacer. Los roma­nos tenían grandes conocimientos en fisiología y sabían qué posturas utilizar para alargar la agonía o que muriera más rápidamente.

Sufrimiento previo.-

El condenado sufría tormentos previos como los latigazos, con los que se provocaban graves daños y desgarros en los músculos de la espalda, hemorragias masivas, se arrancaban trozos de carne… con­forme se aumentaba el número de latigazos. La víctima podría sufrir hipovolemia y problemas respira­torios. Con ello se pretendía mos­trar un cuerpo mutilado en la cruz, provocando una reacción e impac­to aún mayor en la población que lo presenciara. Las víctimas tam­bién eran posteriormente obliga­das a transportar el travesaño del que serían colgados, aumentando así el estrés y los daños físicos, avi­vando las hemorragias de la espal­da y produciendo nuevas heridas. Si la víctima caía de frente, atada al patibulum, el peso de éste y de su propio cuerpo, podría provocar daños en el corazón, como hema­tomas y un posterior aneurisma, al chocar éste con el esternón. La víc­tima no siempre era sujetada con clavos a la cruz, sino que lo habitual era simplemente atarlo con cuer­das, ya que era más rápido y prác­tico, ya que era más fácil subirlos y bajarlos. Cuando se utilizaban los clavos, estudios forenses recien­tes demuestran que puede que las imágenes y representaciones que tenemos de los crucificados pudie­ran no ser tan veraces.

Las manos del crucificado.-

Los clavos de los brazos son re­presentados en la palma de la ma­no, pero es poco probable que se pusieran en esa zona, ya que los te­jidos acabarían desgarrándose y caería de la cruz ya que en esa zo­na sólo es posible soportar 20-30 kg de peso. Los romanos coloca­ban los clavos en las muñecas, en­tre los huesos largos de los brazos (radio y cúbito) ya que es el méto­do más sencillo y estable. Un tercer método, también muy estable, es hacer pasar el clavo entre los hue­sos de la muñeca, concretamente por el llamado espacio de Destot, pero sería terriblemente doloroso ya que el nervio mediano que da sensibilidad al antebrazo y la ma­no pasa por esta zona. Para asegu­rar la estabilidad, se fijaban las ma­nos con cuerdas. Una vez clavadas las manos, se atravesaban los pies. Se suele representar al ejecutado con un pie sobre otro y un clavo que los atraviesa, pero ésta quizá no era la mejor forma de crucificar a al­guien. Para que se soportara el pe­so de la víctima en la cruz, era más práctico poner los pies en paralelo y que un clavo atravesara los hue­sos de cada tobillo hasta el poste vertical. Así se conseguía una su­perficie estable de apoyo que per­mitía al crucificado poder arquear­se y alzarse, facilitando la respira­ción y alargando la agonía. Con los pies superpuestos uno sobre el otro se impedía que se pudieran ar­quear las rodillas y la víctima prác­ticamente no puede respirar, con lo cual se acelera la muerte.

Incomodidad al máximo.-

Resulta fatuo e irrespetuoso pensar en que el crucificado pu­diese “estar cómodo” en esta tor­tura mortal, ya que no existe nin­guna postura cómoda en la cruz, en la que estés libre de dolor. Si intentas izarte y respirar, estás fa­tigando los músculos y la postu­ra es realmente molesta. Cuando te dejas caer para descansar los músculos, el dolor en las manos y los pies es insoportable ya que los clavos están presionando los ner­vios. A esto hay que añadir la difi­cultad para respirar y el constan­te roce de la espalda lacerada con la áspera madera de la cruz. Si le añadimos los traumatismos inter­nos que puede tener como los da­ños en el corazón por las caídas al transportar el patibulum, la expo­sición al sol y la deshidratación, te­nemos una de las muertes más du­ras, crueles y dolorosas.

Este método de ejecución fue también utilizado en lugares tan remotos como Japón, y actual­mente hay casos documentados de crucifixiones en Sudán y en Ye­men. Y no olvidemos que en Mé­xico y Filipinas, hay personas que voluntariamente son sometidas a crucifixión, algunas veces inclu­yendo clavos, durante la Semana Santa para demostrar su devoción.

La crucifixión como protesta.-

Dentro de las diferentes for­mas de protestar por alguna injus­ticia, existe la crucifixión, como la que llevaron a cabo en Paraguay el día 28 de agosto del 2013, en que una mujer se clavó a una cruz de madera con lo que aumentó de seis a nueve la cantidad de conduc­tores crucificados como protesta porque fueron despedidos de una empresa del Paraguay, presunta­mente por su militancia sindical.

Etiquetas: crucifixiónEstado IslámicoRoma

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