“¿Ustedes saben cómo cazan elefantes los pigmeos?”. Nos espetó a los asistentes en una reunión el ex presidente López Portillo. No recuerdo por qué yo estaba allí, creo que como académico y especialista en propaganda. Ante la pregunta todos nos quedamos viendo con cara de “what”. Conscientes de que el ex presidente era aficionado a esos lirismos filosófico-poéticos y que no deberíamos preocuparnos en pensar, pues él mismo nos daría la respuesta. Efectivamente, ante nuestro silencio el ex presidente habló, palabras más, palabras menos: “Un grupo de pigmeos detectan una manada, eligen al elefante que está más cerca de la selva y que por su actitud se observe más nervioso. Un pigmeo se le aproxima y empieza a llamar su atención y a provocarlo. El elefante responde enfurecido y empieza a perseguir al pigmeo, por la velocidad y el tamaño de la zancada del paquidermo está a punto de alcanzarlo, el pigmeo se esconde en la maleza y aparece otro pigmeo que también lo azuza, el elefante lo persigue y así se dan la estafeta varios pigmeos hasta que en un rápido giro de uno de los perseguidos, el elefante cae en un foso cubierto de ramas. En ese momento salen de entre los matorrales los mejores cazadores de la tribu quienes tiran lanzas y todo tipo de objetos hasta matar al elefante. ¿Cómo fue posible que la tribu de los hombres más pequeños de la tierra maten al animal más grande de la naturaleza?” – Volvió a preguntar el ex presidente, ante una audiencia tan silenciosa como expectante. Dio su interpretación. “Porque se organizaron en equipo, todos cumplieron con su papel y todos estaban unidos con un gran lazo: la confianza. La confianza que se tenían todos ellos en que cada quien cumpliría con su responsabilidad”. Agregó la moraleja: “Si el pueblo, los factores de la producción y el gobierno no se tienen confianza, nos van a aplastar los elefantes de la pobreza, la ignorancia y la violencia”.
Es indispensable que la nueva clase política del Estado esté consciente de la importancia de la confianza en el arte de gobernar. No se trata de un barniz de las relaciones de poder, no es atmósfera ética simplemente agradable o un adorno público perfectamente prescindible. La confianza tiene un valor pragmático, digámoslo claramente, se refleja en el dinero contante y sonante. Un ejemplo. A los inversionistas no les fue suficiente que el gobierno haya subido las tasas de interés. en el último año sacaron de México 7 mil 633 millones de dólares. Tan solo días después del informe presidencial salieron del país, según el Banco de México, 714 millones de dólares. La estampida fue por la desconfianza.
El capital es frío, nervioso y despiadado, requiere de certidumbre; reglas de juego claras; saber a qué atenerse. Vargas Llosa, se preguntaba en una de sus novelas: “¿En qué momento se jodió Perú? Preguntémonos: ¿En qué momento se jodió la confianza entre la inversión y el Presidente? Hay una zanja, qué digo una zanja, un abismo, que hace un sueño de opio tabasqueño la promesa de López Obrador de crecer al 6%. En la próxima entrega analizaremos esta realidad y descubriremos la estrategia para ganarse ese gran capital político, económico y social: la confianza.