La decimotercera entrega de los premios CRONICA, ayer, nos hace pensar en algo tan obvio como inadvertido cotidianamente: en este país existe el talento en proporciones suficientes para el desarrollo, pero –por otra parte—hay una notabilísima escasez de inteligencia aplicada en la clase política.
Y esa limitación, esa tendencia a la chatura intelectual, a la condena de la capacidad personal, el desprecio por la ambición renovadora, se ha acentuado en los años recientes por obra y desgracia de un régimen cuya aspiración es la chatarra social, no el mejoramiento; nunca la búsqueda de la verdadera aristocracia, (el imperio de los mejores), siempre y cuando lo sean por su capacidad, su talento y sus méritos, nunca por la cuna o el oropel de títulos o estratificaciones sociales.
Posiblemente reflexionar así en esta ocasión, se deba a la extraordinaria sensación de revisar el listado de quienes han recibido estos premios, en las trece ocasiones en las cuales he acompañado a los directivos de este diario a la ceremonia anual ya mencionada. ¡Cuánta inteligencia!
Muchos de los premiados anteriores, científicos, historiadores, médicos, ingenieros, artistas, periodistas, arqueólogos, comunicadores, pedagogos, académicos; artistas de la talla de Elisa Carrillo, distinguida ayer junto con el resto de las inteligencias ahí reunidas (Carlos Coello Coello, Eusebio Juaristi y la Universidad Autónoma de Querétaro, en Comunicación Pública); han construido catedrales de sabiduría –cada quien en lo suyo–, a disposición de quienes hacen tareas públicas ahora mal atendidas y en manos de impreparados, como –por ejemplo— en el caso de los libros escolares, sin reparar en los casos de excelencia, como tener en casa –entre otros muchos ejemplos posibles y visibles–, al mejor ingeniero en asuntos de computación y sus extensiones, el doctor Carlos Coello, quien contó su propia historia a través del cuento de un niño chiapaneco con aspiraciones de científico.
Hoy, logrado su sueño le queda otro: lograr el surgimiento de una clase política y gobernante capaz de entender la educación y el aprendizaje científico, como caminos virtuosos en el desarrollo de un país.
Cuando uno mira la pequeñez de los grandes colaboradores del Poder Ejecutivo, como, por ejemplo, las recientes secretarias de Educación, no queda camino alterno, la ruta de la esperanza se desbarranca sin remedio. Muy triste cuando los méritos menores se pagan con los cargos mayores.
Y esta nueva oleada mediocre, hace difícil entender cómo desde hace más de 30 años la Ciudad de México se deteriora por pésimas administraciones hábiles para la “Revolución de las Conciencias”, pero incapaces de pavimentar una calle o evitar la plaga mortal de las palmeras, por decir cosas simples.
Gobiernos capaces de convertir en carcachas los vagones y trenes del Metro y ciegos ante los problemas verdaderamente graves: la desmesurada expansión inmobiliaria; la escasez de agua, la sequía de los manantiales y los surtidores, el hundimiento del suelo, la contaminación y el transporte, circunstancias que se premian con el triunfo electoral a cambio de dádivas.
COAHUILA
En Coahuila, comienza la apertura a mercados fuera del regionalismo, con las puertas abiertas al mundo y a las inversiones del aprovisionamiento cercano..
Así, el gobernador electo de Coahuila, Manolo Jiménez realiza una gira de trabajo por Asia para seguir posicionando a su estado como un polo muy atractivo para las inversiones ante el indispensable aprovechamiento del “nearshoring”, o sea, la cercanía de los elementos de la producción.
De esta manera, Jiménez Salinas opera desde ahora la “Mesa de Coahuila Global” como eje de desarrollo económico, uno de los principales proyectos para la creación de empleos bien remunerados.
Por lo pronto, derivado de esta gira, apenas inicie su administración, recibirá a un par de empresas automotrices “interesadas en Coahuila”, lo que representaría una inversión de 400 millones de dólares y 2 mil nuevos empleos, a fin de continuar reforzando el tejido social.