Dando de tumbos, como invidente buscando salero en cocina ajena, los defensores de la Ley en Materia de Telecomunicaciones y Radio han recurrido de un argumento a otro, tratando de convencernos de lo magnífica y maravillosa que era la Ley presentada por la Presidenta. Primero dijeron que la ley respondía a los anuncios que aparecían en la televisión contra migrantes; después, para evitar que los narcos reclutaran a los jóvenes. El problema es que la iniciativa tenía objetivos más radicales y tenebrosos, como bloquear plataformas digitales. Para disfrazar los alcances que terminaban contra la libertad de expresión, pues con un “click Bienestar” cerraban o daban concesiones, alegaron que algunos medios fomentaban “el odio” y sembraban la discordia. Privilegio de los que mandan.
Provoca desconcierto esta tesis, pues no se olvida el tweet de López Obrador cuando era opositor: “Sería el colmo que censuraran el internet. ¿Qué acaso no les basta el control omnímodo que ejercen sobre los medios comunes de información?” En el fondo de la maroma ideológica de su líder y de Morena, es simplemente el lugar que se ocupa en la barandilla del gobierno. Una cosa es tener el poder y otra ser oposición. No es de extrañarse que ahora Morena y sus huestes impugnen leyes y conquistas por las que ellos mismos lucharon arduamente y, además, conquistaron. Bajo esta lógica resulta normal esta metamorfosis, con el bastón de mando, de benditas redes sociales ahora pasen a ser malditas redes sociales.
Esta incongruencia debe ser un estímulo para analizar los graves problemas que provoca la censura, este herpes del pensamiento autoritario y del que estaba impregnado la iniciativa presidencial. De entrada, se metieron a una discusión desgastante e interminable por términos ambiguos, que recuerdan el famoso delito inventado en la época de Díaz Ordaz de “Disolución Social”. De lo que se trata, según lo defiende patéticamente la iniciativa, es de: “Cerrar las puertas al uso tendencioso de los medios de comunicación”. Obviamente quien califica qué es lo “tendencioso” es la autoridad.
Y si alguien trata de defender la libertad y argumenta lo subjetivo de la razón para la censura, entonces la autoridad recurre a la famosa tesis que puede incluso, bloquear cualquier plataforma digital, simplemente: “Atenta contra la seguridad nacional”. Bote de tamales de la retórica institucional, donde cabe de todo.
Uno de los personajes más siniestros de la historia universal es el censor. Se enchina todo lo enchinable del cuerpo, con sólo pensar en la posibilidad de caer en las manos de estos profesionales del decir “No”. Gracias a su monopolio del bien a su sacrosanta suspicacia, a su vocación por prohibir, cortar, restringir, fijan al país entero lo que puede escribir, difundir, leer, ver y escuchar.
No exagero la forma del carácter obtuso de los censores, de estos gozadores solitarios de lo prohibido; sus antecedentes parecen remontarse a muchos siglos atrás. Para quien lo dude, los siguientes extractos, con un finísimo humor -no se si voluntario o involuntario- de la Guía del Perfecto Censor, escrita en 1474:
«1) La censura es el arte de descubrir en las obras literarias o dramáticas, las intenciones perversas.
2) Lo ideal es descubrir estas intenciones, aun si el escritor no las tuvo.
3) Un censor capaz debe, a primera vista, detectar en la palabra ‹oficleido› una injuria a la moral pública.
4) La divisa del censor es: ‹Cortemos, cortemos, siempre quedará demasiado”.
5) El censor debe estar convencido de que cada palabra de una obra tiene une alusión pérfida. (La iniciativa presidencial diría una alusión “tendenciosa”). Cuando él llegue a descubrir la alusión, cortará la frase. Cuando no llegue a descubrirla, la cortará también, pues las alusiones mejor disimuladas son las más peligrosas.»
Uno de los mayores problemas de la Presidenta y sus huestes es su falta de autocrítica, recurro a un último argumento, a lo que decía Chateaubriand: “La censura ha perdido a todos aquellos que han querido servirse de ella.» Pero como dudo poder conmoverlos, más vale que todos estemos alertas. La iniciativa ha sido detenida, pero no cantemos victoria, es una pausa que solo espera un momento más oportuno para volverla a sacar, maquillada y ensarapada, y otra vez a presentarla. En el archivo donde por el momento duerme la iniciativa, también puede estar, listo para calentarse y servirse, junto con “Los chocolates y los frijoles Bienestar, el “Atole Bienestar”.
