Roberto Antonio Velázquez Nieto
Si hay algo que tiene en común un altar de muertos y un panteón, es la Catrina, también conocida como la Calavera Garbancera.
Conocida también como la muerte o la huesuda, es uno de los personajes que comienzan aparecer como la Catrina Armera Solyanetzi Cabrera Herbert entre las calles de Querétaro, diciéndole al mundo que es tiempo de recordar aquellos que ya se han ido.
Pese a que este es un país que varía dependiendo de la región por su comida, sus costumbres, incluso en la forma en que se habla, el día de los muertos y todos los santos son de esos escasos días en el que el pueblo mexicano se une para esta celebración de origen prehispánico, tradición que ha quedado impregnada en la cultura popular y que hasta la fecha asombra a propios y extraños.
El día de muertos es una de las fechas más especiales del año en Mexico, en el que el país se llena de velas, flores icónicas, calaveras y tradiciones que durante estás dos noches se pasean por la ciudad.
Con el paso de los años, la mujer y el inframundo se vieron conectadas por la representación de la fertilidad de la tierra, mostrando que después de ella también había vida, pues para las distintas culturales que se encontraban en Mexico, la muerte no era el fin, sino el inicio de una nueva vida: un nacimiento.
La muerte para figuras como posada, su creador, una crítica social el aseveraba que la “muerte es democrática, ya que a fin de cuentas, guera, morena, rica o pobre, toda la gente acaba siendo calavera”. Es una parte de nuestra identidad, una forma de rendirle culto a nuestros muertos y saber que, tarde o temprano, todos seremos llevados por ella, según cuentan nuestras leyendas.

Aunque la Catrina fue creada por José Guadalupe posada, fue Diego Rivera quien le añadió los toques finales que lograron consolidar la imagen que hoy en día conocemos. En un inicio, la Catrina nació como una sátira social, en la que su falta de vestimenta, acompañada por un sombrero como accesorio, le daba un toque humorístico que ofrecía un contraste entre la opulencia y la decadencia, una crítica social a las estructuras sociales que podrían encontrarse en Mexico durante esa época. Sin embargo, para rendirle un homenaje al creador de esta figura a quien Diego admiraba profundamente la incluyó en un sueño de una tarde dominical en la Alameda Central un mural presentado en 1947 tras ser comisionado por Carlos Obregón, el entonces el arquitecto responsable por el diseño y construcción del Hotel Del Prado para adornar los interiores del recinto.
En ese mismo año, Rivera creó el mural, en donde además de un breve repaso por la historia de Mexico, incluyó a personajes como José Guadalupe Posada, un autorretrato del mismo en niño acompañado por una reinvencion de la Catrina, pero en lugar de tener solo un sombrero, la vistió con un atuendo elegante conformado por un vestido largo, una boa de plumas alrededor del cuello en representación a Quetzalcóatl, un sombrero con tocado de flores y una expresión de felicidades, ocasionando así el nacimiento de la Catrina de Diego Rivera, que hasta el día de hoy, ha sido reinterpretadla en cientos de maneras y ha pasado a ser considerada como un símbolo de orgullo nacional.
Colectivamente la catrina, es asociada con una figura femenina. Principalmente porque así la concibió José Guadalupe Posada, como una sátira a las mujeres de la burguesía de la época. Esta imagen femenina se fue afianzando en el imaginario mexicano con el paso del tiempo.
Hay que destacar que el significado de la vestimenta de la catrina es inherente a toda la historia de este personaje popular. Cada año, durante la víspera del día de muertos en múltiples estados de la República Mexicana se llevan a cabo celebraciones como en Querétaro, dónde la Catrina armera y coleccionista de vestidos típicos mexicanos Solyanetzi Gabriela Cabrera Herbert se vistió con un elegante y glamouroso traje en oro y negro del mágico y místico Estado de Chiapas para pasear por las coloniales y barrocas calles de la Capital Queretana con un elaborado maquillaje y tocado que evocan la forma esquelética de una calavera en su rostro, honrando lo que la muerte representa para los mexicanos, el festejo que trae consigo la picardía, la ironía y el humor del pueblo mexicano.






