El sitio de los hermanos Sanborn es una sencilla droguería en donde preparan
un brebaje de frutas de piña, fresas y agua de soda
José Yves Limantour Marquet es un francés —de las familias más acaudaladas—que decide intervenir en la política mexicana, durante el periodo de Porfirio Díaz, siendo asiduo a sus capacidades; se diferencia de entre todos por su excelso humor y recatada inteligencia —superior por mucho de entre todos sus iguales— por ello reunirse con Justo Sierra para atestiguar la fundación de la Universidad Nacional de México, le es grato y llena de esperanza sus ideales, ambos pertenecen a un grupo autodenominado como los “científicos”, buscan que el socialismo no penetre a México y que se finquen las bases de que un desarrollo basado en la ciencia es el único camino para que el país prospere.
¡Con Porfirio Díaz o sin él!
Así que la reunión pactada entre Justo Sierra Y José Limantour era en la farmacia de los hermanos Walter y Frank Sanborn, que gustaban de ofrecer un pequeño café para los clientes que esperaban sus brebajes, medicinas, pociones —alguna loción o agua de colonia— y que gustaban de tener un espacio poco conocido, íntimo y con buen servicio.
Ya para estos tiempos —1903— tanto Limantour como Sierra son hombres de la total confianza de Díaz —aunque Limantour haya amagado con ser presidente de México en 1892, el presidente no consintió afrenta alguna y gozó de sus totales amistades— por ello el reunirse desfachatadamente y fuera de las oficinas de gobierno les cae bien a los dos.
El sitio de los hermanos Sanborn es una sencilla droguería en donde preparan un brebaje de frutas de piña, fresas y agua de soda —de moda en esos años— que con un toque de limón refresca a los comensales, es la bebida preferida de Justo Sierra.
—¡Te encargo dos de esas por favor, Walter! — le indicaba Limantour a joven hermano de california que viene a buscar fortuna con su droguería junto con su hermano, famosos por lograr quitar el dolor de cabeza, una infusión de café de Orizaba con una pizca de sodio, pro que tienen en sus ideas lograr hacerse de un lugar más amplio.
—¡Sí don Justou!
Ya en las confianzas de los hermanos Sanborn, era cotidiano sentarse a platicar con Sierra y Limantour —a pesar de sus elegancias y toques europeos, Limantour de ojos claros y Sierra que hablaba un perfecto francés, siempre coincidían en el pícaro lenguaje— los hermanos drogueros tenían una plática interesante acerca de cómo sus familias obtuvieron oro en la llamada “guerra de los gambusinos”, contaban la historia de que su padre John Sanborn había salido de las colonias —antes de la independencia de los Estados Unidos salir de las colonias era una sentencia a muerte— y que siendo el primero en llegar a lo que hoy es California se había encontrado con campos repletos del brillante mineral, y llenó sus alforjas de polvo de oro y sus pantalones de piezas enormes de pepitas, siendo el camino de regreso se quedó sin víveres, el cansancio había sido tal, que en una pequeña población de Sonora, cambio una pepita de gran tamaño por un simple cubo de agua…
—¡A bucket of water for a piece of gold! — decían Walter cada vez que se sentaba en una mesa a departir con los comensales.
A sabiendas los escuchas de que era exagerada la anécdota, la contaban con alegría y emoción, por ello caían bien estos jóvenes con el cabello de “pelos de elote” como les decían en la cuadra.
—Y dinos, Walter ¿Cómo va el negocio?
—¡Wonderful, my lords! Aunque si tengou que decirlos que nos gustaría que el lugar fuera grande ¡bigger and more comfortable! ¿sí me exlplicou! Mi hermano y yo queremos la esquina del Jockey Club de México ¡nos gusta muchou!
—Tengo el gusto de conocer a los dueños de la esquina en donde está ese lugar Walter, ¡pero está firmado el contrato por veinte años!… mmm, déjame veo que puedo hacer— explicaba Sierra mientras anotaba con su lápiz, que al chupar la punta se convertía en tinta y ya no se borraba, dentro de su pequeña libreta de pendientes.
—¡Imagina Justou! Ese lugar con mesas, comida, algunos gentes importanteus podrían venir a distinguirse, mi hermanou me insiste en que también vendamos juguetes y cosas para los caballerous ¿crees que funcione?
—Mira Walter, esa casa era de la familia que vino de Veracruz… ¿Cómo se llamaban Sr. Secretario Limantour?
—¡Los Conde Del Valle! Ministro.
—Te cuento su historia ¡pero no sin antes regalarme un poco más de esta refrescante bebida…! —le trajeron otro vaso cristalino, fresco y prosiguió— el Conde Del Valle estaba cansado de los excesos y villanías de su guapo y joven hijo, quien seguramente heredaría su fortuna, sus negocios, pero al observar que la conducta no era la adecuada, decidió darle varias reprimendas, primero, hizo que los encargados de tener listos sus caballos no lo hicieran, que él mismo lo atendiera, ¡situación que pronto aprendió! Luego el ama de llaves le prohibió que le abriera en horas tardías ¡situación que se cumplió! Pero el mozalbete sabía los escondrijos de la casa y se colaba a cualquier hora, cansado el padre llamó al hijo y le dijo:
—¡Hijo que, de seguir en esas ordenanzas y fastidios, seguro os tocará que no lograréis construir casona alguna llena de mosaicos y lujos, vivirá en un simple potrero!
Cuando falleció el padre el hijo de los Conde Del Valle mandó construir esa casona rodeada de azulejos, en memoria de su padre… y en honor también.
Walter quedó extasiado con la leyenda, así que se fijó que el próximo local de su droguería sería esa casona, la de los azulejos, de frente al mismo Zócalo.
—¡No ha sido sencillo que el Jockey Club de la Ciudad de México ocupe ese lugar —mencionó Limantour— ha causado muchos problemas entre la gente que circunda la pobreza —aquella remarcada por Manuel Altamirano de decir que todos quienes viven cerca del lodo son pobres— es signo de las grandes diferencias que hay en la ciudad, por eso la gente debe tener acceso a buscar a la ciencia como la base del desarrollo y la prosperidad…
—¿Hablas de una Universidad Sr. Limantour? —exponía Walter.
—¡Una nacional Sr mío! Aquí mi buen amigo Justo Sierra ha decidido que se levanta porque se levanta, eso traerá prosperidad a nuestro país, dime tu ¿es caro estudiar una universidad en Norteamérica?
—¡Qué si lo es! ¿do you hear brother?… it is very expensive.
—Imagina amigo que fuera gratis…
—¿Gratuita? but how? —sus ojos se le salían de las orbitas, ante esta idea descomunal de regalar educación universitaria—.
—El gobierno la pagaría, tenemos excedentes, una buena administración de lo que ganamos en petróleo, minas, ganado alcanza y sobra.
—Pero amigou… eso parece como socialismo!
—¡Asistencialismo le llamamos amigo Walter! Asistencialismo — recalcó—.
22 de septiembre de 1910, inauguración de la Universidad Nacional de México.
Después de que en varias cartas se invitaba a las figuras de mayor prominencia en el mundo, el grupo de “los científicos”, comandado por Limantour había otorgado Doctorados Honoris Causa a las mentes científicas más destacadas, llegaba ya por fin el turno de inaugurar la Universidad, sueño anhelado de Justo Sierra desde 1881, en aquella intervención ante el congreso en donde desecharon su ponencia.
Para 1905 Justo Sierra insistió en aquella Universidad pero ahora ante el Consejo Superior de Educación, un 6 de julio de 1905, en dónde se le explico que era una Universidad Nacional y el beneficio a la nación:
…desinteresados del fin práctico e inmediato de la enseñanza, aspiren a dar un papel a México en el movimiento de avance constante de las ciencias, recogiendo y analizando los descubrimientos nuevos, profundizando los viejos para encontrarles nuevas y fecundas trascendencias, fomentando y estimulando sistemáticamente las aplicaciones científicas al bienestar general, y dando impulso y abrigo a los estudios sociales en que queden comprendidos los trabajos metódicos de todas las manifestaciones en que el fenómeno social predomine y rija a los otros, y en ellos incluimos los estudios históricos y arqueológicos, jurídicos, económicos y políticos, literarios y artísticos…
Luego Porfirio Díaz lo mandó de orador, ocurrió al rendir un informe al Congreso en nombre del presidente de la República el 30 de marzo de 1907, donde fue claro que en las celebraciones del primer centenario del comienzo de la justa independiente sería inaugurada la Universidad.
—¡Todos esos recuerdos llegan hasta este momento! en donde Justo había imaginado que todo fuera posible se le concediera con su manera de pensar, si lo solicito tantas veces llegará el momento en donde no se me puede negar, haré que todas las voces hablen de la Universidad, que todos escuchen de su importancia y entonces se hará una realidad, cuando logre incidir en la mente de todos quienes me conocen ¡y también de aquellos que no! sembraré voluntades y atinos para que llegue un momento en donde nadie logre negar la existencia ¡hoy se cumple!
“Esta Universidad se habrá formado por sí sola”
«…Este proyecto se contrae a lo que puede llamarse la forma legal que asumirá la Universidad, pues la sustancia de esta Universidad está contenida en las escuelas que la componen. Como lo dice el proyecto de ley —una universidad no funcionaría si al lado de las escuelas nacionales Preparatoria, de Bellas Artes, de Ingeniería, de Jurisprudencia y de Medicina, no figuraba también otra en la que se estudiaran filosofía, historia, pedagogía, filología y literatura se trata de organizar de una manera más eficaz los estudios superiores y de dar cima a la grande empresa de la educación nacional.
La forma que se ha adoptado pudiera ser transitoria y, por consiguiente, podría ser susceptible de modificarse más tarde, quizás en un sentido más liberal y en condiciones que se adapten mejor a las exigencias del progreso nacional. Pero por ahora hemos debido adoptar una forma de transición entre una corporación gobernada exclusivamente por el poder público y otra que disfrutara de más amplia autonomía…»
No dejaba Sierra de hacérselo saber a quién le preguntara.
La Universidad contaba a su fundación con 1 969 alumnos —en su mayoría, egresados todos de la Escuela Nacional Preparatoria— 378 profesores que habían desarrollado sus habilidad en los campos especializados de sus temas incluyendo aquellos que por contrato estaban “obligados” a hacer investigación, también surgió la educación normalista y especializada, comercio, arte y oficios donde se inscribieron 4 512 alumnos —todos hombres— en esa escuela enseñaban 379 profesores, donde se revisó meticulosamente el sistema contractual y las obligaciones del total de los profesores.
¡Justo Sierra no había dejado nada a la deriva!
23 de septiembre de 1910, comida en honor a los asistentes a la inauguración de la Universidad Nacional de México, Castillo de Chapultepec.
El suntuoso edifico albergaba como nunca se había visto en otrora ocasiones un lujo exquisito, las mesas refinadas para veinte personas cada una, las velas, el ambiente y lo verde del valle daban un tenor a los castillos europeos.
Siendo el invitado de honor el Presidente Díaz, las comitivas de los embajadores visitantes y Justo Sierra, se daba por tradición que Sierra tendría que brindar en cada mesa, así se marcaba en el protocolo —creado por el Emperador Maximiliano de Habsburgo para el propio castillo, mismo que se respetó a riguroso
contenido—.
Apenas la tarde clareaba, cuando de una sola mirada el presidente Díaz dio la orden a Justo Sierra para que comenzara a ir de mesa en mesa.
Para la pésima suerte de Sierra la primera mesa que visitó estaban sentados sus más acérrimos contrincantes al proyecto de Universidad, Antonio Caso y Agustín Aragón —editores de la Revista de Revistas y en el caso de Aragón de la Revista Positiva— el primero en hablar fue Agustín:
—¡Que ni en tus mas osadas odas al amor, cuentos o escrito observo un dejo de científico Sierra! Pareciera que juntarse con Limantour te dio el grado de doctor…
Sierra colocó la copa delante de su rostro, subió su ceja izquierda, riendo simplemente en voz baja aun entre labios, dijo:
¡Chinga tu madre!
Continuará…