Esta singular construcción de principios del siglo XVIII evoca el Siglo de Oro queretano, cuando más dinero hubo en la región, llegando la población a 50 mil habitantes, que ni siquiera en 1950 tuvo.
Su arquitectura mozárabe rompe con todo lo construido en el Querétaro barroco, ya que si bien algunas casonas de la calle Hidalgo, la del Sol Divino o la de Paco Rabell tienen en sus patios arcadas el arte morisco, la Casa de la Marquesa es en su totalidad arabesca, lo mismo en su interior que en su exterior, los tapices, la escalera, la cúpula, el escudo de nobleza, su herrería, sus azulejos y pisos.
Fue propiedad original de la Marquesa de la Villa del Villar, doña Paula de Guerrero y Dávila, esposa de Juan Antonio de Urrutia y Arana, el Marqués de la Villa del Villar del Águila, mismo que logró ese título de nobleza derivado de su contrato matrimonial con la Marquesa, misma que era la aristócrata de sangre, no él, que al fin de cuentas era un braguetas porque el dinero que dio para la construcción del monumental acueducto al oriente de la ciudad (Los Arcos), 80 mil pesos en oro para ser exactos, eran propiedad de ella y no de él, pero las machistas normas jurídicas de ese entonces obligaban a las casaderas a dar una dote a los futuros maridos. ¡Zánganos!
¿Por qué vivían separados el Marqués y la Marquesa? Simplemente porque es una vieja costumbre de la aristocracia europea, para mantener el encanto de los encuentros, sin ver u oler las miserias humanas del otro. Ella en la casona de Allende con Madero y él en la esquina de Hidalgo con Allende, a una cuadra gigantesca de distancia en el siglo XVIII, ya que la calle 16 de Septiembre no existió hasta el siglo XX. Así que nada de que estaban enojados por los amoríos del Marqués con Sor Cecilia, monja capuchina sobrina sanguínea de la Marquesa, y de la que se hacen lenguas y leyendas mis paisanos.
La Casa de la Marquesa albergó al generalísimo Agustín de Iturbide a su paso por Querétaro en agosto de 1821, al frente del Ejército Trigarante, para alcanzar la Independencia de México. Posteriormente se le dieron usos comerciales, desde tienda de ropa hasta restaurant gourmet y cabaret de lujo; esto último en los años setenta del siglo XX. Entre 1982 y 1983 la U.A.Q. la arrendó a su propietario el ex gobernador Manuel González de Cosío para una casa de cultura y extensión universitaria, pero lo alto de la renta impidió que la Máxima Casa de Estudios siguiera prestando esos servicios. Posteriormente, en 1993 fue remodelada como hotel de Gran Turismo por lo lujoso de sus habitaciones.
POR: ANDRÉS GARRIDO DEL TORAL