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Juan María Wenceslao Sánchez de la Barquera

Pionero de las Fiestas Patrias

por Lauro Jimenez
15 septiembre, 2025
en aQROpolis, Destacados
Juan María Wenceslao Sánchez de la Barquera

Juan María Wenceslao Sánchez de la Barquera y Morales formó parte de la generación que surgió al calor de la guerra de Independencia.

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Si bien algunos autores nacionales aseguran que el periodista, poeta, literato, político y jurista Juan María Wenceslao Sánchez de la Barquera y Morales fue nativo de la ciudad de Querétaro, Rafael Ayala Echávarri (2006: 90-92) afirma que nació el 21 de abril de 1779 en la hacienda de Santa Rosa Xajay, que era propiedad de su padre, en la jurisdicción de San Juan del Río. Fue hijo de don Francisco Sánchez de la Barquera, nativo de San Mateo Huichapan, Hidalgo y doña Juliana Manuela Morales Pérez de Bocanegra, originaria de San Juan del Río. Su padre procedía de una familia española de asturianos, oriundos de San Vicente de la Barquera, de donde tomaron su apellido.

Wenceslao Barquera formó parte de la generación que surgió al calor de la guerra de Independencia. Ernesto de la Torre Villar (1991: 11-51) lo sitúa entre los mayores, nacidos entre 1753 y 1769, como Miguel Hidalgo (1753), Francisco Primo de Verdad (1760), fray Servando Teresa de Mier (1763), José María Morelos (1765) e Ignacio Allende (1769), y los menores como Mariano Abasolo y Andrés Quintana Roo (1787). Es casi coetáneo de Carlos María de Bustamante y de José María Cos, ambos de 1774; de Miguel Ramos Arizpe (1775) y de Joaquín Fernández de Lizardi (1776).

“Como todos ellos, fue excelente patriota y hombre honestísimo”, en alusión a Barquera y añade que fue parte de “un grupo de hombres jóvenes pero con suficiente madurez intelectual, luchó brazo con brazo con otros más maduros por establecer cambios esenciales en el nuevo país. Todos ellos mediante la acción, el periodismo, folletos y libros emprendieron lucha tenaz para lograr el cambio” mediante la transformación cultural. De la Torre juzga a Wenceslao Barquera como un “ciudadano ejemplar que amó singularmente a México, a cuyo progreso económico y cultural tanto contribuyó”.  Y subraya que sus esfuerzos para mejorar la instrucción pública y la cultura del país “posibilita parangonarlo con Joaquín Fernández de Lizardi […]”

Además, Barquera fue uno de los más activos miembros de la sociedad secreta de los Guadalupes, creada en 1811 en la ciudad de México para apoyar la insurrección luego de que Hidalgo y demás caudillos fueron fusilados; miles de hombres y mujeres se sumaron a este grupo, que por varios años sirvió de apoyo a los jefes de los grupos insurgentes, sobre todo los de Ignacio López Rayón y José María Morelos. Esta organización patriótica se disolvió luego de que el movimiento decayó con el fusilamiento de Morelos, lo que permitió que otras organizaciones de sentido más amplio y matiz político más radical tomaran su sitio.

*******

Cuatro años después de haber enviudado, su padre profesó en la ciudad de México como recoleto de la orden franciscana; varias veces fue guardián de los conventos de Topoyango (Tlaxcala) y Huaquechula (Puebla). Wenceslao fue bautizado en la parroquia de Santiago de la ciudad de Querétaro, el 22 de abril de 1779. Realizó sus primeros estudios en el Colegio de San Francisco Javier de Querétaro; más tarde se trasladó a la ciudad de México, donde los continuó en el Colegio de San Buenaventura de Tlatelolco y los concluyó en el Real Colegio de San Ildefonso, con notable aprovechamiento (Mayagoitia, 1999: 507).

Cronistas queretanos e historiadores nacionales han escrito múltiples biografías de este ilustre personaje, a quien Emilio del Castillo Negrete (1877: 242) en sus “Apuntes biográficos del Sr. Lic. D. Juan Wenceslao Barquera” lo nombra como “sabio y distinguido mexicano”, “benemérito y sabio patriota”, “sabio y patricio americano”, entre otros calificativos.

Fue un sabio y célebre abogado, orador elocuente y popular, escritor público y periodista, literato, poeta lírico y dramático, filósofo, moralista, botánico, muy aprovechado en la ciencia de la medicina, político demócrata y amante entusiasta del progreso, hasta luchar enérgicamente contra los abusos, las preocupaciones, los vicios, la ignorancia y aun emitiendo reformas sociales y regeneradoras.

Como patriota, fue uno de los primeros que trabajó por la independencia y libertad de su país, ilustrándolo con sus doctos y luminosos escritos y poniendo en accion todas sus influencias y recursos, siendo uno de los miembros mas activos de la Junta secreta de Guadalupes, por lo que se le persiguió y mandó formar causa por la Inquisición, habiendo podido escaparse del golpe que se le asestaba debido á su extraordinaria viveza, pues sorprendió un crimen atroz de uno de los inquisidores mas santos, lo que los puso en silencio y perplejos por algun tiempo, hasta que la Constitucion española vino á escudarle, y se salvó al consumarse la independencia, pues que de otro modo siempre hubiera sido victima sacrificada en las aras de la patria […] (Del Castillo, 1877: 243).

Años después, La Revista de México, dirigida en la capital del país por el licenciado Arturo Paz, publicó una de las biografías más completas que se ha escrito de Juan María Wenceslao; la misma fue reproducida hace 130 años por La Sombra de Arteaga (1891: 82-88) bajo las siglas H. A. T. P. En ella se afirma que el padre del ilustre queretano fue Francisco Sánchez de la Barquera -lo que replicaron luego varios cronistas locales-, cuando en realidad se llamó Vicente. De lo que publicó el periódico oficial del estado de Querétaro, se presenta enseguida una síntesis sobre su vida y obra, con algunas acotaciones de otros autores que complementan la información.

En medio del bienestar y el decoro que le brindaron sus padres, educado bajo las severas costumbres de la época, Wenceslao creció bajo los principios y sentimientos inculcados desde el seno familiar, que lo marcaron para el resto de su vida. Así vivió sus primeros años, hasta que falleció su madre. Hizo sus estudios primarios y aun no llegaba a la juventud cuando su padre, afectado por la desaparición de su compañera, se retiró al claustro y tomó el hábito religioso de San Francisco en el convento de la Santa Cruz de la ciudad de Querétaro, por lo que recomendó a su hijo con unas parientas ancianas.

Ante los golpes de la adversidad, no se arredró; antes bien se hizo fuerte y, reanimado por el sufrimiento y los pesares que lo ponían a prueba, supo sobreponerse a su crítica situación y guiado por sus propios instintos abrazó el estudio con ardor y asiduidad. Pasó largos ratos con su padre en el convento, donde enriqueció su inteligencia con la lectura de tantos y buenos libros que había en la biblioteca. Además, recibía sabios consejos y doctrinas que le formaron un corazón recto y lo hicieron un individuo experimentado y docto.

Desde su infancia fue amante de las bellas letras y las ciencias, y pronto comenzó a darse a conocer por sus notables producciones, que fueron vistas con aprecio y encontró ilustrados mentores que lo apoyaron.

Inició sus estudios formales bajo el régimen e instrucción rigurosa de aquel tiempo en el Colegio de San Francisco Javier de Querétaro, donde cursó Latinidad. Luego se trasladó a la ciudad de México para estudiar Filosofía en el Colegio de San Buenaventura, en Tlatelolco, y Jurisprudencia en el Colegio de San Ildefonso y en la Real y Pontifica Universidad de México, donde los concluyó con gran aprovechamiento, admirado y observado por sus adelantos. Fue un estudiante distinguido que lució en las cátedras de ciencias y literatura, así como en el dominio de varios idiomas que cursó en lo particular; igual ocurrió en su empeñosa dedicación a la medicina, la botánica y la agronomía, materias a las que era muy afecto.

En los citados colegios figuró como orador y réplica elocuente en varias funciones literarias y aun en algunas invitaciones especiales, hasta merecer honrosa predicción en las calificaciones de los actos de su último colegio, en que se le auguraban distinguidos lugares y rango que ocuparía a la postre. El Colegio de San Ildefonso siempre vio con atención a Wenceslao, quien desde 1805 empezó a publicar sus producciones literarias en el Diario económico y literario de México, que se leían con mucha atención. Las suscribía con las iniciales J. M. W. B. en distintas combinaciones, con los seudónimos de El Proyectista bullicioso y El Filósofo B. o con sus anagramas de Juanamair Walecson Barueq y Arbueraq; y en las poesías con el de El Zagal Quebrara; hasta que las firmó con su nombre auténtico, por recomendación que le hicieron los propios escritores contemporáneos y el mismo periódico.

Al hacer una revisión profunda del Diario de México, primer periódico del siglo XIX en nuestro país, autores modernos afirman que fue el queretano Juan María Wenceslao Sánchez de la Barquera y Morales el introductor, en el ámbito narrativo, del Romanticismo en México. “Anécdota moral”, el primer relato atento a la estética romántica, publicado entre el 6 y el 7 de enero de 1806, contiene ya los motivos, temas y personajes más socorridos de dicho movimiento, los cuales aparecerán en el segundo relato, “Anécdota curiosa”, que vio la luz entre el 30 y 31 de diciembre de 1806.

Con el diseño de ambos relatos, Sánchez de la Barquera Morales tiene el honor de ser el primer narrador romántico mexicano y uno de los fundadores de la narrativa breve mexicana decimonónica. Fue uno de los pioneros en el uso de recursos innovadores para su época: la secuencialidad, la intratextualidad y el hibridismo; un narrador rebelde, irregular, contradictorio, atrevido, conservador, vanguardista y propositivo, nada mal para un periodo en el que la narrativa mexicana era, en apariencia, poco original, dubitante, superficial y malograda (Pavón, 2016: s/n).

Igualmente, divulgó obras de mérito que tuvo la atingencia de escoger e ilustraba con estudiosas notas y apéndices, como en 1808 con la Ilustración del derecho real de España, de Juan de Sala y la de Economía política, de J. B. Say; ambas se destinaron a la instrucción pública. Asimismo, estimuló la literatura nacional y dio a conocer a muchos de sus compatriotas, como lo hizo en 1805 con fray Manuel Navarrete, de quien publicó en el Diario de México sus notables poesías, lo que contribuyó a que éste fuera aclamado con unánime aplauso Mayoral de la Arcadia Mexicana, que entonces se formó.

Con motivo de la guerra entre España y Francia, que generó la invasión napoleónica en la península ibérica en 1808, Sánchez de la Barquera difundió las ideas de libertad a través de sus artículos en el mismo Diario de México. La franqueza con que exponía sus opiniones y sentimientos sobre asuntos tan delicados en esa época y su abierta postura a favor de la lucha revolucionaria, generó temor entre los miembros del Santo Tribunal de la Inquisición y fue denunciado por Juan López Cancelada, redactor de la Gaceta de México; se le formó una causa secreta, pero gracias a su hábil defensa salió adelante de este difícil trance, lo que contrarió y confundió a su acusador Marianito de Jesús y a sus jueces Calvillo y Mendizábal.

Luego de hacer su pasantía con el notable jurista José Domingo Lazo de la Vega, en 1809 presentó su examen ante el claustro de la Universidad de México y los miembros de la Real Audiencia; fue aprobado por unanimidad  en medio de alabanzas de los doctores asistentes al acto, con lo que adquirió el título de Jurisconsulto. Para entonces era conocida su inteligencia e, incluso, en 1816, Mariano Beristain lo cita entre las celebridades de su Biblioteca hispano-americana septentrional, donde refiere la alcurnia de la que procedía. Una vez titulado, ingresó al Colegio de San Ildefonso, donde fue sinodal, promotor fiscal, conciliario, contador y patrono; además participó en la fundación de la Academia Nacional de Derecho Teórico-Práctico, donde fue secretario y prosecretario en 1819.

Cuando el cura Miguel Hidalgo dio el “Grito” de Independencia en el pueblo de Dolores, Wenceslao puso al servicio de la patria su vasta ilustración y se adhirió a la causa; tuvo relación con los principales caudillos, además de que lo unían lazos de amistad pues en 1805 apadrinó a uno de los hijos del licenciado Manuel Hidalgo, hermano del héroe, quien administró a su sobrino el sacramento del bautismo. Sánchez de la Barquera fue uno de los miembros más enérgicos y decididos de la sociedad secreta de los Guadalupes formada por nobles, letrados, propietarios, eclesiásticos, militares, comerciantes y gobernadores de indios, quienes desde varias ciudades novohispanas, sobre todo la capital, brindaron apoyo material y moral a los insurgentes.

Incansable en su afán periodístico, además del Diario de México, con el cual alcanzó renombre, durante la guerra de Independencia publicó El Mentor Mexicano (1811), donde combatió todo abuso o exceso en la política; editó el primer periódico dedicado a la infancia titulado Correo de los Niños (1813), así como El Amigo de los Hombres (1815), periódico político y literario; además de la Balanza de Astrea (1820), donde, como diputado de Provincia por Querétaro hizo varias y patrióticas advertencias a sus paisanos, próximos a entrar en el rango de la soberanía nacional. Ese mismo año dio a la luz el Directorio de Alcaldes Constitucionales, cuya obra se agotó de inmediato dada la originalidad de las sabias doctrinas de su autor, además del Ambigú municipal de Nueva España, periódico destinado a la instrucción de los ayuntamientos y los párrocos (Del Castillo, 1877: 249).

A través de su infatigable producción literaria propagó las luces de la civilización en el pueblo mexicano, como consta en su vasta producción y su trabajo en la formación de planteles de instrucción pública, y como miembro de sociedades literarias y científicas. Escribió varios opúsculos sobre temas filosóficos, donde abordó aspectos de interés social; otros dirigidos al hombre de trabajó en materia de botánica, arboricultura, agricultura y demás artes y oficios. De su elocuencia e inspiración son profusas y sentidas composiciones como el  Elogio Fúnebre a Fray Manuel Navarrete, que reprodujo la prensa extranjera. Además, escribió teatro y entre las piezas dramáticas que dejó se conocen La delincuente honrada o Polibaquet, La Seducción castigada y El triunfo de la educación, que muestran su vasta cultura literaria.

En 1820, la Provincia de Querétaro nombró al licenciado Juan N. Mier y Altamirano -integrante de la Conspiración de Querétaro- como diputado propietario ante la Diputación provincial de México, y suplente a Sánchez de la Barquera. Quien actuó fue este último, como se desprende de las actas de la Diputación de 1820 y 1821 (Suárez y Jiménez, t. I, 2001: 25). Sobre la fecha de la elección, Argomaniz (1979: 242) dice que fue el 18 de septiembre, en tanto que el autor de Acuerdos Curiosos (t. IV, 1989: 410) cita el día 17 de ese mes: “Se celebró la elección de diputados, después de la misa de Espíritu Santo y sermón que fueron en la parroquia principal. Salió propietario don José Manuel Septién, suplente don Antonio Munilla […] que se anuló […] y de provincia el licenciado Juan Wenceslao Barquera. En lugar del señor Munilla se nombró a don Juan Nepomuceno Mier y Altamirano”.

Luego de que se consumó la Independencia nacional, Wenceslao fue parte de la Diputación Provincial de México del 9 de octubre de 1821 al 4 de marzo de 1822 (Macune Jr., 1978: 193). En el Imperio de Agustín de Iturbide publicó Lecciones de política y derecho público para instrucción del pueblo mexicano (1822), obra de gran mérito que fue muy recomendable por los conocimientos profundos del autor, plasmados en el análisis que hizo de los poderes gubernativos y los atributos de una buena administración pública en todos los ramos. Sabedor de las luces y el patriotismo de Barquera, Iturbide lo nombró secretario de la Sociedad de amigos del País, que fundó con el fin de establecer mejoras materiales y fomentar y explotar las riquezas de la nación para su bienestar y prosperidad.

El emperador le encargó también la redacción del periódico oficial Gaceta del Gobierno Imperial de México, a través del cual defendió al país de los ataques de sus antiguos dominadores. Dedicado a quienes vilipendiaban sin ningún juicio ni consideración a ciertas clases de la sociedad, fundó el periódico político-satírico que tituló La Mosca Parlera (1823), donde vapuleó con gracia a los que “invocando a la libertad la profanan, o a los serviles que la mofan, y se sirven de ella para la difamación y la diatriba, y dándoles una lección muy severa y oportuna”. Para ello, hizo que se instalara en Palacio una imprenta propia del gobierno para sus obras, lo que generó grandes economías en ese ramo que tanto costo representaba para la administración pública. En este pequeño periódico literario, satírico y político, Sánchez de la Barquera combatió los excesos y abusos que se ejercían en nombre de la libertad.

Derrocada la monarquía y constituida la nación en República, siguió prestando importantes servicios a la patria y volvió a ser redactor del periódico oficial Gaceta del Gobierno Supremo de la Federación Mexicana, tarea que le  encomendó el primer presidente Guadalupe Victoria; ejerció el cargo del 19 de abril de 1825 al 21 de abril de 1827 (Del Castillo, 1877: 249-250). En 1825 fue nombrado síndico primero del Ayuntamiento de la ciudad de México y ese año promovió con varios compañeros la solemne celebración del aniversario del 16 de septiembre como el Día de la Patria. Durante el primer festejo para conmemorar la Independencia nacional, que tuvo lugar en la capital, en esa fecha pronunció la célebre Oración Patriótica donde hizo alusión al célebre “Grito” de Dolores; por lo que al ilustre queretano se debe la instauración de las conocidas actualmente como Fiestas Patrias en nuestro país.

[…] este discurso patriótico que Barquera pronunció en tan fausta celebridad para la Nación con la elocuencia, uncion y elegancia que le caracterizaba, y con la voz llena y sonora que poseia, es ya un documento histórico por ser la primera pieza oratoria de estos aniversarios, asi como porque es una concepcion digna de conservarse, tanto por los preciosos consejos que contiene para los mexicanos amantes de su independencia y libertad, como en su estilo, pues en su simple lectura se advierte el espíritu marcial que le imprimió su autor, animado siempre ardorosamente de amor patrio.

De igual manera, pronunció sendos discursos patrióticos en las fiestas nacionales de 1827 y 1830, celebradas en Tlalpan y Toluca, respectivamente, entonces capitales del estado de México. En los siguientes años, Wenceslao continuó con su producción literaria y periodística, hasta sumar 28 obras, entre los más sobresalientes, además de numerosos artículos (Del Castillo, 1877: 351-353). En 1827, Wenceslao ascendió de síndico del Ayuntamiento de la ciudad de México a presidente del mismo.

Luego que se fundó la nación mexicana, el estado de México, una de las entidades más importantes de la Federación, también supo valorar y reconocer su capacidad y talento; atento a sus notables cualidades y meritorios servicios prestados a la patria, le confió prominentes puestos: fue consejero del gobierno, magistrado y presidente del Supremo Tribunal de Justicia, donde actuó hasta 1832. Este año ocupó la gubernatura interina, debido a uno de los tantos atentados cometidos por Antonio López de  Santa Anna contra la soberanía de los estados (De la Torre, 1991: 11-51). Como teniente gobernador y jefe supremo en dicho estado fue

[…] llamado por la ley en circunstancias de prueba, en que dio muestras de su acierto, tino, entereza de ánimo y energía en los mayores y críticos acontecimientos por que la República comenzaba á atravesar en las emergencias políticas que se enardecían en las diferentes opiniones é innobles tendencias de los exiguos adeptos del decrépito y caduco retroceso que aún amaban la degradante esclavitud, ó deseaban continuar oprimiendo impunemente al débil. En aquella entidad federativa, Barquera administró recta y saludable justicia, legisló con habilidad, y gobernó, uniendo los ánimos con el convencimiento y la razón, sin dejar huellas de sangre, ni funesta memoria, pues antes bien hizo enarbolar el estandarte de la reconciliación y la paz á su benigna sombra […] (La Sombra de Arteaga, febrero 14 de 1891).

La Legislatura del Estado de México eligió el 1 de marzo de 1833 a Sánchez de la Barquera como senador de la República para el periodo 1833-1834 (Macune Jr., 1978: 191-193), puesto que desempeñó dignamente. Fue, además, asesor del gobierno del Distrito Federal. En 1836, el gobierno de la República lo nombró ministro del Supremo Tribunal de Guerra y Marina. Después se desempeñó como ministro del Tribunal Superior de Justicia del Departamento del Distrito Federal, hasta su muerte; ésta ocurrió el 25 de febrero de 1840, en la ciudad de México. Con ello, la nación perdió “á un hijo esclarecido, de preclaras virtudes y de relevantes méritos, á un sabio que derramaba sus lúcidos pensamientos en muchas sociedades literarias, de beneficencia y de instrucción […]” Sus cenizas reposan en el cementerio de la parroquia de San Miguel (La Sombra de Arteaga, febrero 14 de 1891).

Etiquetas: fiestas patriasGritoIndependenciaSánchez de la BarqueraWenceslao

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