El sacerdote de la Sagrada Familia —en la Roma—, prolongó la existencia del escritor nacido en Huatusco, Veracruz, en 1922, fallecido en la Ciudad de México, en 2017. Lo dio por vivo en una misa a su memoria.
–Recordamos los 100 años de Jorge López Páez. ¡100 años: Felicidades¡, ¿Está aquí presente?
Negativas de cabeza. Desconcierto. Sonrisas disimuladas.
Era centenario en ausencia. Un cura equivocado. No se había enterado de las diversas actividades culturales en torno a vida y obra. Detrás de los homenajes estuvo su “amigo, amante y leal”, Víctor Balvanera y cercanos que no escatimaron esfuerzos para hacer ver a autoridades oficiales la urgencia de un recordatorio del autor publicado en el Fondo de Cultura Económica, la Universidad Veracruzana y Random House Mondadori, entre otras editoriales.
Humor involuntario que festinaría el escritor de El solitario atlántico, Mi padre el general, Sin ganas en Ghana y otros relatos (exclusivamente de temática gay), y su novela inédita hasta ahora, Clara Deschamps Escalante. Doña Herlinda y su hijo —mocha ella y bisexual él, hipócritas sociales—, hubieran reído del entuerto. Los presentes volteaban a verse unos a otros, estupefactos del clérigo que, sin empacho, al darse cuenta del desastre continuó la lectura del santo evangelio. Es como cuando a un autor lo confunden con otro. O cuando un presidente dice Borgues y no Borges. La risa contenida en la casa de Dios se quedó petrificada entre los presentes. Jorge López Páez recibió un antihomenaje, imprevisto y quizá mejor a los anteriores, tan doctos.
Un creador donde él se burlaba de su muerte, a los 75 años, en una entrevista televisiva. El que inició su obra con escasos 20 años de edad y concluyó con más de 20 piezas, entre novela, cuento y relatos. Obra dedicada a ironizar la hipocresía social, sexual, diplomática y familiar; un narrador nada convencional, a contrapelo de tendencias literarias. Casi hace un mes lo recordaban en el Palacio de Bellas Artes, José María Espinasa, Jorge Antonio Muñoz Figueroa y León Guillermo Gutiérrez, este último quien apuntó como “un error” calificar su obra de “literatura gay” (de acuerdo).
Larga vida a la existencia escritural de Jorge López Páez.