COLUMNA INVITADA
Cinco días después de la exoneración de Manuel Bartlett por parte de la Secretaría de la Función Pública que encabeza la doctora Eréndira Sandoval, señalado por una investigación que realizó el periodista Carlos Loret de Mola de tener un imperio inmobiliario, no he leído nada sobre las palabras presidenciales de que para acusar hay que presentar las pruebas.
Porque el Ciudadano sí acusa sin mostrar pruebas y descalifica a sus adversarios, los conservadores, a quienes señala de ser corruptos.
Si bien López Obrador le ha bajado el tono en sus señalamientos hacia la minoría rapaz, no deja de rasparlos en cuando la oportunidad se le presenta o se levanta de malas, no durmió bien o lo hicieron enojar en la reunión de gabinete de seguridad.
Para ejemplo basta leer la versión estenográfica cuando se refiere a los gobernadores que no han cumplido con la obligación –que no existe en la Constitución y no hay documento que avale la obligatoriedad- de asistir a las reuniones de trabajo del gabinete de seguridad que opera en los estados.
También aquel regaño que le hizo en público al secretario de Comunicaciones, Javier Jiménez Espriú por declarar que en las investigaciones del cancelado NAIM no se habían encontrado acciones de corrupción, a lo que el Presidente respondió: sí, sí hubo corrupción. No mostró prueba alguna pero acusó con seguridad.
En el caso de Bartlett no sé si se hizo rico con su trabajo, si las propiedades que se dice tiene, pero que no están a su nombre como lo reveló la secretaria de la Función Público y por tanto no estaba obligado a darle la publicidad que reclama la 3 de 3, se mostraron las pruebas en la investigación del periodista. Que hayan sido desechadas por una laguna en la ley, es otra cosa. Exonerarlo sin siquiera exigirle nada y horas después acompaña al Presidente, su amigo, a una gira u al día siguiente a otra, parece la aplicación de una doble moral en la 4t.
Usted juzgue. No amarro navajas, solamente hablo de los hechos.